Nadie enseña a nadie.
Todos aprendemos de todos.
La mente es la energía viva de nuestro ser. Todos, todos poseemos una mente con una increíble capacidad de imaginación y fantasía, al igual que con creatividad. Cualquier cosa observada, pasa a ser una abstracción creada por la mente, una simple semilla del pensamiento, y se puede afirmar que lo que la mente pueda concebir los demás sentidos lo pueden desarrollar.
Cuando miramos a nuestro alrededor, lo que nuestra mente estructura se convierte en una realidad, esto ayuda mucho a reflexionar sobre los ele mentos que se ven, pero en sí la mente no diferencia entre lo que es verdaderamente real y lo que imaginamos. Nuestra imaginación, de seguro, precisa distintos destinos aunque podrían ser los mismos caminos; es decir, nuestra imaginación puede llevarnos a diferentes mundos, aun desconocidos para nosotros. Nuestra imaginación puede construir alternativas para solucionar un problema contra los desafíos que se presentan. En otras palabras, nuestra imaginación puede originar ideas en cualquier situación turbulenta. Este proceso hace que la creatividad emerja de los oscuros rincones donde estuvo por mucho tiempo, entonces, para ser creativos, debe dejarse volar la imaginación, la cual va a ampliar nuestras posibilidades y permitirá aprovechar el verdadero potencial con que se cuenta. La creatividad e imaginación es desechar eso que tanto tiempo nos han dicho: «¡No puedes hacer eso!» y «¡Ni lo pienses!». Por tanto, hemos crecido de manera condicionada a rechazar nuevas ideas y dejar de lado ideas que provienen de nuestra imaginación. Por ello potenciar el pensamiento creativo es un gran paso para crear las experiencias y la vida que se desea.
La creatividad está en todas las personas, pero no todas son creativas. Algunas la han desarrollado más, y a ellas el resto las considera genios; ¿lo son?, lo cierto es que la creatividad es posible potenciarla, especialmente desde el aula de clase. No sobra realizar ciertos ejercicios que ayudan en algún grado al desarrollo de habilidades, actitudes y competencias.
Desde épocas remotas existe preocupación por el desarrollo de habilidades de pensamiento: que los estudiantes aprendan a pensar y que los docentes enseñen pensando. Ciertos docentes e investigadores han caído en la cuenta de este fenómeno, pero el problema está en cómo hacer para cambiar el enfoque tradicionalista de repetir lo que se recibe (memorizar), cómo cambiar el proceso para que la persona construya por sí mismo su aprendizaje y, por ende, sus significados. El avance de las tecnologías de la información facilitan programas y modelos en computador para que el aprendiz centre su atención en el significado; pero estos programas están más enfocados a la enseñanza y, obviamente, primero debe surgir un cambio en el docente, porque él es el modelo, porque él puede activar procesos cognitivos. Los docentes tenemos dificultades en comprender lo que significa estar en el salón de clase y aprender. Esto es un problema de disciplina y de motivación; por tanto, hay que cambiar el estilo de docencia, propiciando que el estudiante piense y se motive, para que deje de ser un problema de disciplina y se incorpore a la clase de manera entusiasta y constructiva. En este contexto, muchos docentes y directivos se preocupan al ver cómo la educación se deteriora cada vez más y se convierte en un fábrica de títulos, para avalar ante la sociedad que tú sabes algo, pero en el fondo hay una incógnita: ¿cuánto sabe la persona? y sobre todo: ¿qué sabe hacer?
La educación debe tener un propósito pragmático, debería dedicarse a ayudar al aprendiz a desarrollar habilidades para hacer cosas útiles. Hacer las cosas que se desean y que se imaginan es un beneficio para la sociedad. La importancia de aprender está en hacer las cosas de mejor forma cada vez.
La educación tradicional debe cambiar. Enseñar a aprender a pensar debería ser el principal objetivo. Se necesitan nuevas ideas; es decir, «pensar». No hay reglas formales para ello, y aunque lo mejor es comenzar en la niñez, puede darse como lo dice algún adagio: «nunca es tarde para empezar». ¿Qué les sucede a los aprendices que hacen demasiadas preguntas? Es común oír a los docentes quejarse de no tener tiempo suficiente para responderlas; deben cumplir un programa. Las preguntas, de seguro, son la base para la generación de grandes ideas; sin embargo, a los niños que hacen muchas preguntas «buenas» se les diagnostica hiperactivos y se les aconseja cambiar de institución. Hay instituciones para niños «superdotados».
La educación debe llevar a los estudiantes a reinventar su propio mundo, así verán estimulados. Tendencias pedagógicas plantean estrategias para mejorar el ambiente en las relaciones estudiante–docente, con el fin de que el estudiante se sienta satisfecho en lo que aprende y el docente dé una orientación adecuada. Tendencias psicopedagógicas de los últimos años, constructivismo, escuela activa, escuela nueva,..., explicitan la necesidad de que el estudiante interactúe con el entorno para un aprendizaje real y más duradero; para ello es necesario que el docente también tenga ese interés.
La clave de la educación y del conocimiento de las personas es preguntarse cosas acerca del conocimiento. Por ejemplo, el tema de la derivada, el estudiante lo aprende de forma recitativa: la derivada de x a la n es: n por x a la n-1; la derivada del seno es el coseno,... Estos lo aprende de una manera memorística y los devuelve tal cual. En cambio, si la derivada se plantea de manera metodológica diferente, y se hacen preguntas acerca de ese contenido (cuál es el propósito de la derivada, qué fin tiene, la aportación a la carrera), las mismas que el estudiante pueda generar respecto al tema, van a surgir preguntas que arrojan información. Y no una información sin sentido.
No es fácil cambiar cómo dar una clase, cómo estar en clase activamente, cómo hacer del aula un lugar más dinámico, más pensante, más divergente; es una transformación muy fuerte. Quizás para que el docente transforme su práctica docente y su estilo de dar clases, algo en él debe cambiar: por ejemplo, ver de otra manera el mismo aprendizaje, ver cómo aprende él. Y el docente que de veras se sintoniza y entra en ese proceso descubre un mundo interesante se inicia en la creatividad.
Los procesos educativos deben plantear estrategias para mejorar el ambiente en las relaciones estudiante docente, esto con el fin de que el estudiante se sienta satisfecho con lo que aprende y el docente proyecte el conocimiento.
Estas páginas buscan ofrecer una serie de cuestionamientos, conocimiento y sugerencias para todos los que se dedican a educar en, por y para la creatividad. Cómo cambiar a un proceso en que la persona defina sus métodos de aprendizaje, construya y de significado a lo que ve o recibe según el contexto y la aplicabilidad posible que descubre.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) se han introducido en los procesos de enseñanza y mediante programas y modelos en computador se busca cumplir con lo anterior; sin embargo, en muchos casos no se pueden explicar las dificultades para comprender lo que significa o no se lee bien. Es un problema de disciplina y de motivación del pensamiento; por tanto, hay que cambiar el estilo haciendo que la persona piense y se motive, para que construya a su manera el conocimiento.
Hoy, la creatividad es una habilidad crítica dadas las características de complejidad, incertidumbre, turbulencia y cambios que caracterizan al mundo del trabajo y a la sociedad. Estar preparado para solucionar problemas de forma creativa es, sin duda, algo indispensable en este escenario, donde «innovar» es la palabra de orden.
Para desarrollar la creatividad existen ejercicios que buscan transformar la mentalidad y los procesos cerebrales en las personas, para ayudarles a aprender de un modo nuevo. Con la creatividad se funde