Índice
Introducción
Historia de la burbuja inmobiliaria
Antecedentes
La burbuja
La crisis
Banco bueno, banco malo
El milagro de los panes y los peces
Hipotecas al 120 %, sin avales y a cuarenta años
Nos tiramos a la piscina, pero… ¿hay agua dentro?
Deuda buena, deuda mala
Una definición de banco malo
La Sareb por dentro
La Sareb y el crédito bancario
¡Y ahora qué hacemos!
¿Quién es el responsable de lo sucedido?
Cuándo volverán los bancos a dar crédito
La dación en pago. ¿Por qué no es posible en España
Comprar vivienda buena, bonita y barata
Le haré una oferta que no podrá rechazar
Cómo vender sin perder (demasiado) dinero
Cómo salimos de esta
¡Y ahora qué hacemos!
¡Y ahora qué hacemos!
Simón Casas
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Colección: Tombooktu Actualidad
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Título: ¡Y ahora qué hacemos!
Autor: © Simón Casas
Responsable editorial: Isabel López-Ayllón Martínez
Composición digital: Ulzama Digital
Copyright de la presente edición © 2013 Ediciones Nowtilus S. L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
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ISBN Digital: 978-84-9967-503-9
Fecha de edición: Mayo de 2013
A mi padre, por enseñarme a cumplir la palabra dada; a no rendirme; a mirar a la vida de cara.
A mi madre, por darme lo más preciado: la vida.
A mi hermana y a su marido, por enseñarme a ser fuerte.
A Teresa, mi mujer; por haber creído en mí cuando yo mismo no lo hice; por hacerme soñar; por animarme a seguir mis sueños.
Escribir un libro es siempre una tarea dura. Y quizá la parte menos agradecida es, precisamente, la que busca poner en valor a personas que el público no conoce y cuya importancia en el devenir del libro les parece poco menos que irrelevante.
De hecho, a mí mismo me ha sido complicado encontrar las palabras adecuadas para introducir mi particular lista de parabienes. No porque no los considere imprescindibles, sino porque soy un maniático del orden y la coherencia dentro del relato, y tenía que encontrar una fórmula que encajase dentro de lo que es mi primer libro publicado.
Por ello, y sin que sirva de precedente, quiero dedicarle estas páginas que el lector está a punto de leer a tres personas sin las que, ni lo aquí escrito, ni las experiencias previas, habrían sido posibles.
La primera persona es mi padre. Y la única que no verá el resultado de sus desvelos por criarme y por intentar que siguiese una senda con criterio. Dicen que los hijos heredamos el carácter de nuestros mayores, pero en mi caso eso es cuando menos dudoso: me cuesta horrores levantarme por las mañanas, soy un desastre con los trabajos manuales y nunca podré levantar motores tan pesados como él.
Tampoco miro a la vida a cara de perro, y me cuesta soportar el dolor. Y, por si fuera poco, lloro con cualquier cosa. Nada que ver, se lo aseguro. Sin embargo, sí heredé algo de él, y es el orgullo de hijo. Contra mi propia intuición, he logrado mantener la palabra y entregar este manuscrito a tiempo, como hacía él. Y, durante toda mi vida, siempre he mirado adelante, como hacía él. Aunque les puedo asegurar que, en más de una ocasión, he estado tentado de bajar los brazos y mandarlo todo a rodar. Como me imagino que pensó él alguna vez.
Sé que estará orgulloso de que, por una vez, haya terminado algo a tiempo y sin su ayuda. Mi primer pensamiento tras comprometerme con este libro fue para él, y a pesar de que las circunstancias de la vida lo recluyeron en casa muchos años y lo disfruté como pocos hijos pueden decir, en ese momento deseé más que nunca tenerlo cerca y poder compartir esto con él. Tendré que conformarme con que me vea desde donde esté.
La segunda persona es Teresa, mi mujer. Nuestra historia daría por sí sola para un libro entero, pero baste para el lector decir que su presencia ha sido para mí una bendición del cielo. Especialmente en una época no demasiado lejana en la que las tensiones del trabajo no me dejaban respirar y los problemas económicos no me dejaban dormir.
Habría sido más fácil cerrar los oídos a los problemas que le llevaba a casa, día sí día también. Habría sido más fácil no defenderme cuando los demás me daban de lado. Y hubiese vivido más feliz si no se hubiese empeñado en ser mi sostén cuando mi situación laboral y personal se volvió casi insostenible. Pero, terca como sólo una mujer puede serlo, se entestó en no dejar que bajase los brazos… y hoy es ella quien disfruta de los resultados.
A cambio, le he seguido llenando la cabeza de las mil y una barbaridades que he ido descubriendo mientras investigaba para escribir este libro. Ha leído varios borradores y, para mi sorpresa, apenas me hizo críticas. Quizá aún no se ha desencantado de mí, cosa que agradezco.
La tercera persona me lleva una docena de libros de delantera, y siguió un camino personal parecido al que yo he andado después que él.
Quizá al lector le suene el nombre de Raimon Samsó. Como yo, él también fue un damnificado del afán corporativo por el dinero fácil. Como yo, su sueño era dedicarse a la escritura. Y a él le debo el haber dado un buen volantazo a mi vida tras la muerte de mi padre y la constatación de que el mundo inmobiliario se estaba comiendo mi salud.
Y es que Raimon, además de escritor, es coach (espero que no le moleste que use esta palabra, porque según él ya empiezan a ser demasiados). Y, con las heridas aún abiertas por la dolorosa pérdida familiar, decidí que había llegado el momento de ponerme en marcha si quería llegar a alguna parte. Dicen que cuando el alumno está preparado aparece el maestro, y en mi caso es radicalmente cierto.
Llegué a su despacho con muchas ideas, pocas rutas y ninguna prioridad. Pero llevaba dentro algo que únicamente necesitó de su mano para salir: un sueño. Y salí con una idea, una ruta y una prioridad. La idea se plasmó en un libro del que extraje algunos párrafos que compartí a través de mi blog personal, trazando una ruta que en un principio no supe dónde me llevaba hasta que Isabel López-Ayllón descubrió las migas de pan que dejé por el camino. El resto, como se suele decir, es otra historia.
Raimon fue el primero que confió en lo que estaba haciendo; y lo hizo sin leer una sola línea, lo que le da aún más mérito. Y fue ese aliento el que me convenció de que esta debía ser mi prioridad: compartir lo que sé con los demás, y aprovechar el talento que (permítaseme la falta de modestia) tantos años me ha costado cultivar.
Este libro, pues, es la materialización de un sueño que llevo acariciando en noches sin dormir durante al menos la mitad de mi vida. Y llega tras una serie de intentos no logrados a los que siguieron períodos de letargo cuya última aparición duró una década.