REALIZADO POR MAKANO, TOMADESCARGAMK
SI LO RESUBES PUEDES AL MENOS AGRADECERMELO , Y NO VALLAS DICIENDO QUE ES TUYO Y QUE NO TE LO ROBEN , CUANDO TU YA LO ESTAS HACIENDO.
ESPERO OS GUSTE MIS APORTES
MAKANO. tomadescargamk
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Special Kindle Edition
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Reservados todos los derechos de la presente obra, cuyo contenido está protegido por la ley. Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio o soporte conocido sin la preceptiva autorización de los titulares del copyright
Todas las situaciones y personajes que aparecen en la narración, son fruto exclusivamente de la imaginación del autor, por lo que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
© De la obra y diseño; Ríos Ferrer
© 2012 De la presente edición, Ríos Ferrer
Ilustración de portada;
E. Jimenez y Mireia Rios
Edicion digital;
Fabio Gasalla
www.elJuiciodeDios.com
www.RiosFerrer.com
Twitter: @RiosFerrer
INDICE
Prólogo
La causa
El premio
Giselle
El regalo
El viaje
La Navidad
Los hombres nos juzgan
Los abogados
La Iglesia
Blancas mueven
La mejor defensa...
Una nueva Cruzada
La señal
El último viaje
A Mireia y Borja
P or muchas razones
y todas buenas
Y a Mª de la Cinta,
por escuchar , desde pequeño, a mi imaginación
Rios Ferrer
La Fé de los hombres siempre nace de la esperanza.
Luego, ellos mismos se encargan de ahogarla.
La inspiración nace del amor verdadero
DINAMARCA, 1.578
Castillo de Kronborg
Hans Fenrisulven se deslizaba cautelosamente entre la penumbra de las casamatas en los bajos del castillo. Un débil candil de aceite en su mano y unas pocas antorchas en las paredes de piedra, no eran suficientes para iluminar plenamente los corredores.
A Hans, aquellos largos pasillos - a pesar del tiempo que llevaba allí, ocupado en el mantenimiento de las estancias de los soldados -, aún le producía desasosiego recorrerlos.
Quizás fueran los distintos sonidos que se mezclaban en aquellas paredes que dividían los habitáculos. Algunos de ellos, siniestros.
La construcción del castillo era reciente, pero él, al igual que otros muchos, ya llevaba varios años en Kronborg, al servicio del Rey Federico II
Las casamatas servían igual de refugio de soldadesca para reponer fuerzas en caso de asedio, que de lugar de castigo a esos mismos soldados.
Castigos que a veces eran totalmente inhumanos. Como el de encerrarlos en minúsculos espacios cuyas altas paredes parecían desplazarse una hacia la otra, o desplomarse encima de los presos. Produciéndoles una sensación de angustia y asfixia que muchas veces acababa con la muerte de los pobres desgraciados allí encerrados.
Anacrónico resultaba que el mismo lugar sirviera también de enfermería.
No obstante, aquel lugar - pensó Hans mientras aceleraba el paso –, le recordaba a Valhalla, la casa de Odín, que según la mitología nórdica tenía en Asgard, donde vivían los vikingos muertos.
Valientes de cien batallas y cuya recompensa era vivir allí al cuidado de las valquirias. Vírgenes guerreras que representaban el espíritu de Odín, y que eran las encargadas de llevar a los guerreros desde el campo de batalla hasta Valhalla.
No importaba cuantos fueran. Cada una de las quinientas cuarenta enormes puertas, permitían el paso de ochocientos hombres a la vez.
Aquel lugar, recubierto por los escudos de los guerreros, representaba la vida después de la muerte para los vikingos. Se decía que los habitantes de Valhalla volvían a la batalla sin miedo a que les ocurriera nada. Y si esto sucedía, las valquirias los recomponían de nuevo preparándoles un gran festín cada noche. Era el Paraíso.
El que les preparaba para afrontar la última batalla crepuscular de los dioses.
El Raquerok. El día del fin del mundo.
Estos pensamientos ayudaron a Hans a acortar el tiempo en llegar a su destino.
De pronto, y d elante de él, se encontró con un muro que ofrecía, a modo de puerta, una fisura vertical de apenas cincuenta centímetros de ancho.
Aquello era el lugar sagrado. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Hans. Desprendió de su hombro la bandolera de la pequeña bolsa que llevaba, y sujetándola con una mano, entró de costado por el hueco de la pared.
Una vez dentro, levantó la tenue luz de su candil para iluminar la oscura estancia. Nunca había entrado, y lo que vio, le heló la sangre.
Una enorme estatua de piedra, de unos dos metros y medio de altura, lo miraba fijamente.
Era un guerrero vikingo . De pie, majestuoso. De larga barba y cabellera. Sus fuertes brazos, descansaban sobre el puño de su espada, la cual se apoyaba en el suelo del gran pedestal de piedra. A la espalda, su impresionante escudo de batalla.
Tanto en la base, como en el escudo, podían apreciarse inscripciones de tipo rúnico.
Respiró hondo y depositó la bolsa en el suelo.
S acó con sumo cuidado un objeto redondo y un pequeño pergamino sobre el que estaba dibujado el mítico vikingo Holger Danske. El protector de Dinamarca. El que duerme plácidamente. Pero también el que despertaría en todo su furor si su pueblo se encontrara en peligro.
Y allí estaba él, a solas con el bravo vikingo. El más temido guerrero con el más cobarde de los mortales.
Miró el dibujo y se fijó en una flecha que señalaba un lugar concreto de la estatua.
Se dirigió al enorme guerrero, y rodeando el pedestal de piedra, observó la zona que señalaba el dibujo.
Era u n círculo tallado y vaciado en la piedra, que parecía un adorno, situado en el centro de la parte posterior del basamento de la estatua.
Cogió el disco redondo, de unos catorce centímetros de diámetro y unos tres de grueso, y lo observó detenidamente. En uno de sus frentes presentaba una inscripción jeroglífica, similar a las de tipo rúnico del primer periodo, y en la que se podía leer;
“ EXTRAE LA VERDAD
ELLA TE GUIARA”
Por e l otro lado, una piel de animal tapaba lo que parecía un hueco hecho en el centro del disco, probablemente un alojamiento para algún escrito.
Tocó el centro de la piel y noto que su deducción era correcta.
Hast a aquel momento no había tenido curiosidad, ni valor, de tener el disco en sus manos, ya que no lo había sacado de la bolsa, desde que se lo hubieran entregado el día anterior con claras instrucciones de sacarlo solo cuando fuera a ser colocado.
Siguiendo las indicaciones que le habían dado, encajó el disco delicadamente en el hueco de la estatua, dejando en el interior la parte cubierta con la piel. Lo miró. Nadie se daría cuenta que era un añadido a la figura ya que la circunferencia del disco parecía un dibujo en la piedra. Como si fuera un grabado hecho directamente.
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