INTRODUCCIÓN
Curtidos en mil batallas, los soldados de los tercios españoles fueron herederos de los ejércitos creados por el Gran Capitán.
España, una de las naciones más antiguas de Europa y la primera en conformar un Estado moderno, atesora una valiosa historia jalonada de capítulos gloriosos y trágicos que han ido forjando su identidad.
Muy pocos países han vivido una historia militar tan prolífica en momentos heroicos. La historia de España es la de una nación que defendió la Europa medieval y moderna de la expansión del islam, que conquistó grandes imperios con algunas docenas de hombres, que fue dueña del Atlántico durante varios siglos y consiguió convertirlo en el principal eje económico y cultural de su tiempo, en dura disputa con otras naciones que envidiaban su estatus.
En España no se ha puesto el sol. Ha tenido la mejor infantería del mundo, los tercios, temida y respetada en los campos de batalla europeos durante dos siglos, cuyo único objetivo fue la defensa del Imperio hispánico y nunca el de ampliar territorios. Fue la primera nación que venció a la Grande Armée de Napoleón y que libró batallas navales en todos los mares del mundo. Todos estos episodios bélicos han ido construyendo la realidad de lo que hoy somos, porque la historia de la humanidad se ha cimentado a base de guerras y España las lleva en su génesis.
Sin embargo, la leyenda negra, el derrotismo del 98, la historiografía extranjera, diversas corrientes políticas y el abandono de las humanidades han provocado que en el siglo XXI esta historia haya sido tergiversada. Lamentablemente, también ha sido olvidada por los propios españoles, con escasa o nula conciencia de sus propios méritos y contribuciones a la cultura occidental.
En esta tesitura irrumpe con fuerza la figura de Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964) conocido con el sobrenombre de Pintor de Batallas, que a comienzos de este siglo XXI inicia a través de sus pinturas una carrera de reivindicación, en solitario y a contracorriente, de la historia de todos. El artista ha ido desarrollando una trayectoria singular, creando para la posteridad un grandioso conjunto de lienzos caracterizados por la excelencia técnica y la trasmisión del sentimiento del orgullo por la historia de España.
Autodidacta, dejó una exitosa carrera profesional en el diseño textil para dedicarse a la pintura de paisajes, que a su vez abandonó para volcarse en la pintura de tema histórico militar. Ha conseguido revitalizar una tradición pictórica obsoleta y, partiendo del academicismo, ha sabido ofrecer una mirada moderna logrando que el espectador se sienta parte de las escenas narradas. Una reinventio del género que le ha dado la categoría de creador de corriente artística.
Uno de los escasos autorretratos del pintor, realizando in situ bocetos del ejército español durante sus misiones en el extranjero.
El pintor plasma con valentía la dimensión heroica de la guerra, pero también la tragedia y el honor en la derrota, haciéndola a veces más digna que la victoria. En la monografía del artista se recogen las palabras de Pérez Reverte, que fue quien ha acuñado para él el sobrenombre de Pintor de Batallas:
La palabra guerra, por azares de la vida y de la historia, se integra en el camino del ser humano.
Ferrer-Dalmau ha hilvanado una obra que retrata con maestría la España de los últimos cinco siglos: de la gesta americana a los tercios de Flandes, de la Armada Invencible a Trafalgar, de la guerra de la Independencia a las guerras carlistas y de nuestra guerra del Rif a las estepas heladas con los voluntarios de la División Azul. Pasado y presente, sigue produciendo obras definitorias: ya muchos saben que en Mali, Afganistán o en cualquier otra tierra en la que estén presentes las tropas españolas, estarán algún día los pinceles de Ferrer-Dalmau.
Sus creaciones han ido convirtiéndose en iconografías por su excelencia técnica, potencia narrativa y emocional y han adquirido una dimensión histórica sin parangón con otro pintor del género en la historia del arte español. En torno a su obra ha ido surgiendo una legión de seguidores que, agradecidos e ilusionados por el proyecto vital del pintor, se han convertido en el gran aval y el impulso definitivo de la carrera del artista.
Casi mimetizado con el paisaje, el artista capta la esencia de la labor española con apenas unos trazos y toques de color.
Ya consagrado, al tiempo que se reconocían oficialmente sus méritos artísticos y militares —es nombrado académico de Bellas Artes y se le ha concedido la Gran Cruz al Mérito Militar—, una gran responsabilidad caía sobre sus hombros. No solo la misión de plasmar el patriotismo, la camaradería, el sacrificio, el reconocimiento del deber y del honor de las tropas españolas, sino también la conciencia de que estaba dejando un legado para la posteridad que nos sobrevivirá a todos.
En tres lustros de carrera ha creado lienzos sublimes y escenas que podrían calificarse sin ambages de míticas, como la Trilogía de los tercios o la Trilogía de América. Pero, paralelamente a estas obras, ha ido ejecutando una gran serie que él califica con humildad de «bocetos», en la que se engloban desde escenas apenas esbozadas a cuadros al óleo de pequeño tamaño. Obras que, aunque parezcan menores en comparación con la mayoría de sus producciones, atesoran —como el lector comprobará— ingentes cualidades artísticas y narrativas que las convierte en obras de arte.
Los personajes representados en sus bocetos no son solo héroes o militares gloriosos sino también soldados anónimos a los que el pintor los recrea igualmente desde la épica de lo cotidiano. Excelentemente asesorado por los máximos especialistas, el nivel de detalle y el rigor con que los aborda es exhaustivo y con ello el artista muestra su técnica prodigiosa. Cada personaje representado es único y sus gestos acusan emociones reales.