Borja Laita Garcia Luzon - Pandemon. Historia de una Extinción

PANDEMON

HISTORIA DE UNA EXTINCION

Borja Laita García-Luzón

Primera edición: 2012

© Borja Laita Garcia-Luzon

Coordinación editorial: Borja Laita y Tamarán Junco

Realización de cubierta: Borja Laita y Tamarán Junco

ISBN: 978-84-615-9082-7

Depósito legal: M-19747-2012

www.pandemon.es

Impreso en España / Printed in Spain

A Merche .

Lo que tienes entre las manos es un documento único y tremendamente valioso. Se trata de una transcripción literal del testimonio escrito a modo de blog, encontrado en los archivos de lo que antes se conocía como “internet”, de Borja Laita, una de las personas que vivieron en primera persona la Gran Infección.

Borja Laita trabajó como informático en una de las sedes de los laboratorios causantes de la infección y, casualmente, se disponía a contar sus experiencias en un blog cuando todo empezó. Afortunadamente continuó usando esta herramienta para detallar todo lo que estaba pasando y tratar de mantenerse en contacto con quien pudiera haber sobrevivido.

Gracias a este testimonio podemos comprender el tremendo desastre que diezmó a la humanidad convirtiéndola en una especie en extinción.

E.L.PJ.

PRÓLOGO

Llevo diez años trabajando en el sector de la informática. Soy administrador de bases de datos y analista de BI. Con la que está cayendo uno se agarraría a lo que tiene, que es lo que hice yo hasta hace un año. Un día, navegando por Infojobs por curiosidad, encontré una oferta de trabajo bastante interesante. Buscaban un DBA SQL Server con al menos ocho años de experiencia y otros cinco en análisis de datos. El lugar de trabajo se situaba en las afueras de Madrid. La lista de beneficios sociales era muy interesante. El sueldo era a negociar según valía pero informaban con un “a partir de treinta y nueve mil euros brutos anuales”.

Me apunté por curiosidad. Vendían el trabajo como una gran oportunidad en el sector de los laboratorios e investigación. Siempre me ha llamado el tema pero no he estudiado para ello. Me pareció interesante tener la posibilidad de entrar en una empresa de ese tipo.

A los dos meses de apuntarme me llamaron. Querían establecer una entrevista personal conmigo. Me informaron de que la entrevista duraría aproximadamente seis horas. Tendría que cogerme el día libre en mi actual trabajo.

La cita fue un martes a las nueve de la mañana en un edificio de oficinas del centro de la capital. Al parecer estábamos en las dependencias de uno de los clientes. De momento tendría que hacer las entrevistas en ese edificio hasta que pasara al cuarto nivel.

Llegué diez minutos antes. Me pasaron a una pequeña sala con una mesita en el centro y un espejo en una de las paredes. A los pocos minutos entraron dos personas, un hombre de unos cincuenta años y una chica de unos treinta.

-Buenos días -dijo el hombre-. Soy Luís Jiménez, Country Manager de los laboratorios en España. Ella es Marta Martínez, la responsable de recursos humanos.

-Buenos días.

-Buenos días -respondí, levantándome para darles la mano.

-Bien, empecemos -dijo la chica-. ¿Podría contarnos un poco su curriculum y las áreas donde este especializado?

Durante unos treinta minutos estuve hablándoles de mis tareas habituales en mi empresa actual en los últimos cinco años. El hombre me escuchaba atentamente, interrumpiéndome en ocasiones con alguna pregunta sobre lo que le contaba. La chica apuntaba rápidamente en un bloc de notas.

-Es una experiencia considerable -dijo el hombre-. Podría hablarme de sus experiencias anteriores, por encima, no hace falta que me lo explique tan detalladamente.

En unos diez minutos les conté, muy por encima, las tareas que realizaba en los anteriores trabajos. En este bloque ninguno de los dos me realizó ninguna pregunta. Pareció que estaba bastante claro y estaban de acuerdo con todo lo que les contaba.

-Perfecto -dijo la chica-. ¿Ha realizado algún curso o certificación?

-Sí. -Respondí.

Conté los cursos y certificaciones oficiales que había realizado. Las notas en el bloc abarcaban ya tres hojas.

-Es un curriculum muy interesante -dijo el hombre-. ¿Podría decirme qué es lo que le llevó a apuntarse a la oferta?

-Pues verá, de vez en cuando entro en las ofertas de trabajo y, si alguna me interesa, me suelo apuntar por curiosidad -fui franco en mi respuesta.

La respuesta pareció sorprenderle.

-¿Pero no se encuentra a gusto en su actual trabajo? –preguntó interesado.

-Se podría decir que la situación es mejorable -respondí.

En este punto la conversación se tornó más distendida, el hombre me contó algunas de sus experiencias en trabajos y dio a entender que alguna vez había hecho lo mismo que estaba haciendo yo ahora.

-Así encontré este trabajo -me dijo-. Y llevo más de quince años en la empresa.

Tras tres horas de charla en las que la entrevista de trabajo quedó en un segundo plano, la chica se levantó y salió de la habitación. El hombre se quedó unos quince minutos más conmigo hablando de sus hobbies mientras preguntaba por los míos. Descubrió que teníamos un par de aficiones en común, cosa que le agradó mucho.

-Bien -terminó por fin-. Hasta aquí ha llegado su reunión conmigo. Espere unos minutos y entrarán con una serie de test que necesitamos que realice. Estoy seguro de que no serán un problema.

-De acuerdo -respondí.

Me dio la mano y salió de la habitación. Comencé a aburrirme de esperar a los veinte minutos. No hubo señales de ninguna persona en mucho tiempo, ni gente en los pasillos, ni en las habitaciones colindantes.

Tras cuarenta minutos de espera decidí salir al pasillo. Me dirigí hacia el mostrador que se situaba en la entrada del piso donde estaban las oficinas.

-Perdona -le dije a la chica de la recepción-. Llevo bastante tiempo esperando en la sala del fondo y no ha venido nadie.

La chica me miró y cogió el teléfono. En un par de minutos tenía detrás de mi otra pareja de empleados con cinco carpetas cada uno.

-Perdone la espera señor Laita -dijo un chico de unos veinticinco años-. La impresión de los test ha llevado más de lo que pensábamos. Venga con nosotros.

Me llevaron de nuevo a la habitación de la que salí, depositaron en la mesa las diez carpetas y un montón de bolígrafos.

-Por favor, rellene todos los test y avísenos a través de ese teléfono llamando a la extensión uno, uno, dos, cinco. Tiene cuatro horas. Aquí le dejamos agua y una bandeja con el menú de la comida.

“¿Cuatro horas? Llevo ya más de tres” La pereza me invadió, pero ya que había pedido el día para esto… Decidí descansar y comer tranquilamente.

El menú consistía en una ensalada mixta de primero y un par de filetes de pollo empanado con patatas fritas de acompañamiento. De postre tenía un yogur de plátano.

A las cuatro de la tarde me puse a rellenar las hojas. Los primeros eran los típicos test sobre personalidad y toma de decisiones. Los siguientes eran de inteligencia. Los finales ya tenían que ver con conocimientos específicos para el puesto. Me pidieron que los realizara en orden, así que cuando llegué a los de conocimientos mi cabeza estaba hecha un bombo. Afortunadamente estos últimos no eran demasiado complicados.

Por fin, a las siete y media de la tarde, terminé.

-Hola, Soy Borja Laita -dije a través del teléfono-. Ya he terminado los test.

Nadie respondió. A los cinco minutos los mismos que me dejaron los test aparecieron por la puerta.

-Genial -dijo uno de ellos sonriendo-. Ha terminado un poco antes de la hora.

Recogieron las carpetas y me acompañaron a la puerta. La oficina estaba totalmente desierta y la chica de recepción ahora era un tremendo guardia de seguridad con cara de pocos amigos.

-Le llamaremos en cuanto tengamos los resultados. Muchas gracias por venir.

Al llegar a casa, Merche me preguntó sobre la entrevista. Mientras cenábamos le conté todo lo acontecido aquel día.