sumado a la rebelión en Canarias.
El Servicio Histórico Militar aspira a realizar una obra objetiva , pero en modo alguno una obra imparcial , porque esto último se halla vedado a la limitación humana. Solo a Dios, en su eternidad, le es dado contemplar en conjunto y en su verdadera significación los conocimientos de la existencia terrena. El historiador, en cambio, se halla ligado a un punto de vista determinado esencialmente por sus condiciones personales y las de la época y país en que vive; del cual —por mucho que pretende ampliarlo— no le es posible trascender. Por tanto, solo cabe exigirle que describa lo que ve, tal como realmente lo ve , sin permitir que sus propios prejuicios, deseos o esperanzas lo desfiguren o desvirtúen; y en esto consiste precisamente la objetividad . Pero, del mismo modo, se pecaría contra esta exigencia legítima si el historiador, por el prurito de parecer imparcial, desfigurara su auténtica visión de los sucesos, describiéndolos de acuerdo con los principios o deseos del bando opuesto o de los neutrales.
AGMAV: 2114, caja 1, p. 147
(el subrayado es del original)
Resultando probado que con motivo del desorden jurídico existente en la Nación española, fruto de la intensa propaganda marxista y comunista, amparada y protegida por la mayor parte de las autoridades, se produjo un estado continuo de anarquía, viéndose obligado el Ejército a acometer la empresa salvadora de terminar con tal estado de cosas para restablecer el orden jurídico y social que, violado en todas sus partes, conducía a la Nación fatalmente a la ruina...
Consejo de guerra sumarísimo contra el general
Manuel Romerales, 26 de agosto de 1936
Prólogo
El 16 de julio de 1936 al general Amado Balmes, comandante militar de Las Palmas de Gran Canaria, se le disparó una pistola cargada que se le había encasquillado y con la cual hacía ejercicios de tiro al blanco. Se preparaba, en estrecho contacto con Franco, comandante general del archipiélago con sede en Santa Cruz de Tenerife, a desencadenar el Glorioso Movimiento Nacional. Se trataba de poner fin a los meses de anarquía y violencia que habían culminado en el alevoso asesinato del gran patriota don José Calvo Sotelo. A pesar de todos los esfuerzos por salvarlo, Balmes falleció poco después en el Hospital Militar. Al día siguiente se celebró su sepelio, presidido por el propio Franco, que había acudido de la otra isla debidamente autorizado por el Gobierno. Aunque la muerte de Balmes fue un lamentable accidente, provocado por su manejo de la pistola apretando el cañón contra su propio cuerpo, resultó providencial, porque permitió que Franco pudiera tomar un avión inglés, el De Havilland 89, modelo Dragon Rapide, que había llegado a Las Palmas días antes. Con él se trasladó a Marruecos y se puso al frente del Ejército de África. La rebelión en el Protectorado ya tenía jefe. No tardaría en encontrarlo también la España nacional que luchaba por evitar que la patria cayera víctima de las asechanzas moscovitas.
Tal versión, declinada en diversas variantes desde 1936 y mantenida contra viento y marea hasta 2016, cuando se cumplió el 80. o aniversario del estallido de la guerra civil, e incluso hoy es rotunda y absolutamente falsa. No responde a los hechos. Se trata de una mera construcción ideológica justificativa. Exactamente del mismo tenor que la que subyace a la pena de muerte a que fue condenado el general Romerales:
Solo guiados por el más acendrado patriotismo y amor a la civilización, el diecisiete de julio pasado las fuerzas de la Circunscripción Oriental, ya de acuerdo con otras del Ejército Nacional, se lanzaron a salvar a la Patria ocupando los mandos civiles y militares en la mayor parte de las poblaciones, siendo detenidas sus primeras autoridades por tener ideas extremistas y contrarias al orden social y jurídico cuya defensa a todo trance deseaba sostener el Ejército para dar fin a la anarquía reinante.
Sin embargo, aquella interpretación sigue teniendo curso en una cierta subliteratura y en comentarios que aparecen, en general bajo seudónimos, en las redes sociales. Incluso hay historiadores destacados que defienden la tesis del accidente que sufrió Balmes. En esta obra mencionamos, por ejemplo, a un par de ellos. Uno civil y norteamericano. Otro militar y español. De periodistas y aficionados hemos hecho una cuidada selección.
En el presente libro se demostrará que la ocultada realidad es que Balmes no se mató, sino que lo mataron. Pondremos de manifiesto toda una serie de otros mitos mayores o menores que la historiografía crítica debe rechazar, algunos de los cuales ya fueron desmontados por Herbert R. Southworth en uno de sus imperecederos títulos. La rebelión de Franco no fue una respuesta al asesinato de Calvo Sotelo. Al contrario, fue minuciosamente planeada y, en sus rasgos generales, sincronizada con la que preparaba el general Mola. El futuro Caudillo ya había oteado un golpe de fuerza «legal» en febrero. Los preparativos para el «Alzamiento» dieron comienzo en marzo. Franco no entretuvo su tiempo de ocio en las islas —en lo que algunos incluso han descrito como su «destierro»— solo aprendiendo a jugar al golf y unos cuantos rudimentos de inglés. Lo utilizó también para establecer una red de conspiradores que desde Tenerife se expandió hacia Gran Canaria y con la cual rodeó a Balmes. La llegada, esperada con ansia, del Dragon Rapide fue parte esencial de ese mismo proyecto en el que Franco mantuvo hasta el último momento el contacto con la conspiración peninsular. Podría haberse ido a Marruecos desde Los Rodeos, pero se desplazó a Las Palmas. Los motivos que se adujeron en contra del primer aeródromo, y que continúan manejándose en la actualidad, son totalmente falsos y carentes de cualquier fundamento comparativo, técnico, geográfico o climático.
Esta es una investigación en la que nos hemos dado cita varios especialistas para poner al descubierto los rasgos que nos parecen más relevantes del comportamiento real del general Franco de cara a la rebelión y de las supercherías con que se encubrió su conducta. Entre ellos figuran su presunta reticencia a sumarse a los preparativos del golpe con su famosa carta a Casares Quiroga, presidente del Gobierno y ministro de la Guerra; su no menos famoso telegrama a Mola; el supuesto retraso con que voló a Tetuán, etc.