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Ian R. MacLeod - Las edades de la Luz

Aquí puedes leer online Ian R. MacLeod - Las edades de la Luz texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2003, Editor: La Factoría de Ideas, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Ian R. MacLeod Las edades de la Luz
  • Libro:
    Las edades de la Luz
  • Autor:
  • Editor:
    La Factoría de Ideas
  • Genre:
  • Año:
    2003
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Las edades de la Luz: resumen, descripción y anotación

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Robert Borrows nació en West Yorkshire, el agosto del año sesenta y seis del tercer gran ciclo de la Era de la Industria. Pero no se trata de un pueblo más. En sus minas se obtiene un extraño material: el éter, sustancia de la que se compone la magia feérica. Mientras los maestros gremiales controlan la riqueza que producen las minas, los trabajadores tienen que ganarse duramente el pan y vivir en una terrible pobreza. Para Borrows surge una chispa de esperanza cuando conoce en la metropoli a un ladrón que le iniciará en una lucha política por cambiar el orden de un mundo lleno de fantasía y de miseria. “Si la técnica narrativa de MacLeod está cerca de la perfección, la caracterización de personajes y la maravillosa ambientación no le van a la zaga” —Publishers Weekly “Una extraordinaria novela de historia alternativa” —Booklist “No tengo ni idea de qué aspecto tiene [Ian MacLeod], pero lo imagino como un ángel con alas policromas, manos sucias, y un lápiz muy masticado” —Gene Wolfe MacLeod ha elevado el listón del género inventando una genial obra maestra —Locus “Las edades de la luz es una de las principales novelas de 2003” —Strange Horizons “Bellamente escrita, una novela de compleja fantasía” —Washington Times

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Ian R MacLeod Las edades de la luz Traducción Pilar Ramírez Tello Sinopsis - photo 1

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Ian R. MacLeod
Las edades de la luz

Traducción:

Pilar Ramírez Tello

Sinopsis

Robert Borrows nació en West Yorkshire, el agosto del año sesenta y seis del tercer gran ciclo de la Era de la Industria. Pero no se trata de un pueblo más. En sus minas se obtiene un extraño material: el éter, sustancia de la que se compone la magia feérica. Mientras los maestros gremiales controlan la riqueza que producen las minas, los trabajadores tienen que ganarse duramente el pan y vivir en una terrible pobreza. Para Borrows surge una chispa de esperanza cuando conoce en la metropoli a un ladrón que le iniciará en una lucha política por cambiar el orden de un mundo lleno de fantasía y de miseria.

“Si la técnica narrativa de MacLeod está cerca de la perfección, la caracterización de personajes y la maravillosa ambientación no le van a la zaga” —Publishers Weekly

“Una extraordinaria novela de historia alternativa” —Booklist

“No tengo ni idea de qué aspecto tiene [Ian MacLeod], pero lo imagino como un ángel con alas policromas, manos sucias, y un lápiz muy masticado” —Gene Wolfe

"MacLeod ha elevado el listón del género inventando una genial obra maestra" —Locus

“Las edades de la luz es una de las principales novelas de 2003” —Strange Horizons

“Bellamente escrita, una novela de compleja fantasía” —Washington Times

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos ( www.cedro.org ) vela por el respeto de los citados derechos.

Título original: The Light Ages

Directores de colección: Paris Álvarez y Juan Carlos Poujade

Diseño de colección: Alonso Esteban y Dinamic Dúo

Directores editoriales: Juan Carlos Poujade y Miguel Ángel Álvarez

Filmación: Autopublish

Impresión: Graficinco, S.A Impreso en España

Colección Solaris Ficción nº 63

Publicado por La Factoría de Ideas, C/Pico Mulhacén, 24. Pol. Industrial «El Alquitón». 28500 Arganda del Rey. Madrid. Teléfono: 91 870 45 85 Fax: 91 871 72 22

Derechos exclusivos de la edición en español: © 2005, La Factoría de Ideas Primera edición

© 2003, Ian R. MacLeod

Con mucho gusto te remitiremos información periódica y detallada sobre nuestras publicaciones, planes editoriales, etc. Por favor, envía una carta a «La Factoría de Ideas» C/ Pico Mulhacén, 24. Polígono Industrial El Alquitón 28500 Arganda del Rey. Madrid; o un correo electrónico a , que indique claramente: INFORMACIÓN DE LA FACTORÍA DE IDEAS

ISBN:84-9800-147-1 Depósito Legal M-25985-2005

Para mi maravillosa hija Emily,

que me ayudó a resistir un tiempo en la Torre Giratoria.

Con amor.

Primera parte
Gran maestro

Todavía la veo.

La veo en las zonas más pobres de Londres. Más allá de los nuevos puentes de hierro que soportan los tranvías sobre los transbordadores, donde el Támesis extiende los dedos a través del fango de las mareas. La veo en un lugar que se encuentra todavía más allá de los gallineros más lejanos de los Easterlies, aunque no aparezca en ningún mapa. Plagado de moscas, dragopiojos y del hedor de los efluentes de la ciudad en el verano, enturbiado por la contamina­ción y el hielo en el invierno, hasta las fábricas más fétidas le dan la espalda.

Allí, bajo las chabolas y vertederos de Londres, veo a mi cambiante.

La veo cuando sigo las calles que se alejan de mi gran casa de Northcentral. La veo cuando estoy preocupado o distraído, o cuando el presente parece frágil. Más allá de las altas casas de Hyde. Más allá de las elegantes grandes maestras que sacan a pasear a sus perros, los cuales (con patas finas, plumas, alas que no vuelan y crestas de reptiles, o cubiertos de mechones mohosos de pelaje multicolor) no se asemejan en absoluto a perros, a mi parecer. Rodeo las enormes tiendas de Oxford Road, después los increíbles árboles de Westminster Great Park, donde los cochecitos y las sombrillas vagan como barcos de papel, para bajar por Cheapside, donde las calles se hacen más pequeñas y oscuras conforme el cielo a su vez se encoge y oscurece, cubriendo de bruma los tejados y las chimeneas al caer la tarde. Clerkenwell y Houndsfleet. Whitechapel y Ashington. Por aquí huele a basura y a perros (ya feos y ordinarios) y se oyen sus ladridos. No se puede decir que sea aquí donde comience la vergüenza y la pobreza, aunque el contraste con los barrios donde comenzó mi viaje está ya marcado. Las personas que viven en esta zona de los Easterlies son todavía maestros y no mercas sin gremio: tienen los trabajos que sus gremios les han proporcionado; muebles de verdad en las habitaciones.

Al final, mucho después de que Cheapside se convierta en Doxy Street, pasando el lugar en el que los tranvías llegan a la estación terminal de Stepney, las calles embarradas suben y bajan y las casas asoman como dientes irregula­res. Aquí, en esta zona lejana de los Easterlies, no se atreve a vivir ningún miembro de los gremios. Observo a estas personas correr por un paisaje que parece aplastado por unas manos gigantes, las mujeres cubiertas con viejos chales, los hombres enturbiados por la peste a cervecería, los niños rápidos, pálidos y sutilmente peligrosos, y me pregunto si aquí es donde realmente empieza el cambio hacia la verdadera pobreza.

Parece que siempre escojo días nublados, las últimas horas de la tarde, noches grises y bochornosas de verano, diasinturnos en pleno invierno para mis largos paseos. O, al menos, en eso es en lo que acaba convirtiéndose cada uno de estos días, mientras me alejo del brillante núcleo de mi vida en Northcentral. Desde los mejores barrios, paso a través de capas de humo y sombras londinenses. Supongo que la mayoría de los gremiales se rendirían llegados a este punto, si es que alguna vez un loco impulso los hubiera llevado tan lejos. Mientras miro las caras maliciosas y sin edad que estudian mi paso a través de agujeros en los ladrillos, mientras oigo a los niños correr detrás y delante de mí, supongo que debería empezar a asustarme. Pero aquí vive gente: yo mismo viví aquí una vez, aunque fuera en una Edad diferente. Así que sigo andando y rodeo los altos muros de Tidesmeet, donde trabajé durante un feliz verano. Las carreras de los niños cesan. Las caras de gárgola ya no me observan. Está claro que alguien vestido como yo, de forma práctica y elegante, con un abrigo oscuro y botas altas para atravesar el barro, pero al mismo tiempo señalado sin remedio por el suave brillo de la riqueza, debe tener dinero. Pero no me lo llevaría conmigo hasta allí, ¿verdad? No... o eso me imagino que susurran los grises niños fantasma al congregarse en los callejones. Y, además, es un grande del gremio. Las conse­cuencias que les harían sufrir los cabrones de los policías hacían que el asesinato y el robo no tuvieran sentido. Y yo debía tener mis razones para ir hasta allí (o estaba loco) y ambas ideas harían que se sintieran incómodos. No llevo una espada escondida en el bastón, ni una porra, ningún arma visible, ni siquiera un paraguas para protegerme de la lluvia que siempre parece amenazar en estos días nublados. Pero montarme una emboscada en el espacio que tenía delante, donde las casas se juntaban más... ¿Quién sabe qué extraños hechizos gremiales podría llevar encima?

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