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R.J. Palacio - Wonder. La lección de August

Aquí puedes leer online R.J. Palacio - Wonder. La lección de August texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2012, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial España, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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R.J. Palacio Wonder. La lección de August
  • Libro:
    Wonder. La lección de August
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial España
  • Genre:
  • Año:
    2012
  • Índice:
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Wonder. La lección de August: resumen, descripción y anotación

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El antídoto contra el bullying.

Número 1 en ventas en The New York Times;
mejor libro del año en Amazon y Barnes and Noble;
mejor libro juvenil de 2012 en Publishers Weekly,
Kirkus Review, Booklist, School Library Journal
y Washington Post

«Todos deberíamos recibir una ovación al menos una vez en nuestra vida, porque todos vencemos al mundo
Auggie

Su cara lo hace distinto y él solo quiere ser uno más. Camina siempre mirando al suelo, la cabeza gacha y el flequillo tratando en vano de esconder su rostro, pero, aun así, es objeto de miradas furtivas, susurros ahogados y codazos de asombro. August sale poco, su vida transcurre entre las acogedoras paredes de su casa, entre la compañía de su familia, su perra Daisy y las increíbles historias de La guerra de las galaxias.

Este año todo va a cambiar, porque este año va a ir, por primera vez, a la escuela. Allí aprenderá la lección más importante de su vida, la que no se enseña en las aulas ni en los libros de texto: crecer en la adversidad, aceptarse tal como es, sonreír a los días grises y saber que, al final, siempre encontrará una mano amiga.

En un mundo en el que el bullying entre los jóvenes se está convirtiendo en una verdadera epidemia, los libros de la serie «Wonder» ofrecen una nueva visión refrescante, necesaria y esperanzadora.

Hazte un favor y lee este libro: tu vida será mejor.

La opinión de los lectores:
«Empecé a leer este libro con la idea de recomendárselo a mis hijos... Nunca pensé que a mí me iba a gustar tantísimo.»
Iciar en Amazon.es

«Hermoso. Un libro que todos deberíamos leer como mínimo una vez.»
Constanza en Google Play

«Una defensa de los valores auténticos, de la capacidad de ser valorado por la inteligencia, el sentido de la amistad, la lealtad y el compañerismo. [...] recomendado para todas las edades.»
Mireia en Amazon.es

«Si aún no has leído este libro, no sé qué estás haciendo con tu vida.»
Teresa en Amazon.es

«Es uno de esos libros que te atrapan, August es un niño increíble que está lleno de ideas y de fuerza.»
Valentina en Google Play

«Un libro divertido, ameno, profundo, aleccionador, optimista, algún ratito cruel, como la vida misma. Bueno para niños, mayores y viejos.»
Carmen Cristina en Amazon.es

«La lección de August, el eterno en este canal. Una novela que merece muchísimo la pena leer y una novela cargada de valores.»

Y lo que ha dicho la crítica:
«Una inolvidable y maravillosa historia de generosidad, valor y coraje.»
Kirkus Reviews

«Un relato original y conmovedor que consigue abrir nuestros ojos y nuestros corazones.»
Publishers Weekly

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La lección de August

Traducción de Diego de los Santos Domingo

Para Russell Caleb y Joseph Han venido médicos de ciudades lejanas solo para - photo 3

Para Russell, Caleb y Joseph

Han venido médicos de ciudades lejanas

solo para verme

y agacharse sobre mi cama

sin creer lo que veían.

Dicen que debo de ser una de las maravillas

de la creación de Dios,

pero son incapaces de ofrecer

una explicación.

NATALIE MERCHANT

«Wonder»

Normal

Sé que no soy un niño de diez años normal. Bueno, hago cosas normales: tomo helado, monto en bici, juego al béisbol, tengo una XBox… Supongo que esas cosas hacen que sea normal. Por dentro, yo me siento normal. Pero sé que los niños normales no hacen que otros niños normales se vayan corriendo y gritando de los columpios. Sé que la gente no se queda mirando a los niños normales en todas partes.

Si me encontrase una lámpara maravillosa y solo le pudiese pedir un deseo, le pediría tener una cara normal en la que no se fijase nadie. Pediría poder ir por la calle sin que la gente apartase la mirada al verme. Creo que la única razón por la que no soy normal es porque nadie me ve como alguien normal.

Pero ya estoy más o menos acostumbrado a mi cara. Sé fingir que no veo las caras que pone la gente. A todos se nos da bastante bien: a mí, a mamá, a papá, a Via. No, eso no es verdad: a Via no se le da nada bien. Puede llegar a enfadarse mucho si alguien hace alguna grosería. Como una vez que, en los columpios, unos chicos mayores se pusieron a hacer unos ruidos raros. Ni siquiera sé qué ruidos eran, porque no los oí, pero Via sí, y se puso a gritarles. Así es ella. Yo no soy así.

Via no me ve como alguien normal. Ella dice que sí, pero si fuera normal no me protegería tanto. Mis padres tampoco me ven como alguien normal. Para ellos soy alguien extraordinario. Creo que yo soy la única persona en el mundo que se da cuenta de lo normal que soy.

Por cierto, me llamo August. No voy a describir cómo es mi cara. No sé cómo os la estaréis imaginando, pero seguro que es mucho peor.

Por qué antes no iba al colegio

La semana que viene empiezo quinto en el cole. Como nunca he ido a un colegio de verdad, estoy requetemuerto de miedo. La gente piensa que si no he ido al colegio es por culpa de mi cara, pero no es verdad. Es por todas las operaciones que han tenido que hacerme. Veintisiete desde que nací. Las más importantes me las hicieron antes de cumplir los cuatro años, así que de estas no me acuerdo, pero desde entonces me han operado dos o tres veces al año (unas más largas que otras). Como soy bajito para mi edad y tengo otros misterios que los médicos nunca han sabido resolver, antes siempre estaba enfermo. Por eso mis padres decidieron que era mejor que no fuese al colegio. Pero ahora me encuentro mucho mejor. La última vez que me operaron fue hace ocho meses, y es probable que no tengan que volver a hacerlo hasta dentro de un par de años.

Mi madre me da clase en casa. Antes era ilustradora de libros para niños. Dibuja unas hadas y unas sirenas chulísimas, pero cuando se pone a dibujar cosas de chico ya no mola tanto. Una vez intentó dibujarme un Darth Vader, pero le salió una cosa que parecía un robot con forma de champiñón. Hace mucho tiempo que no la veo dibujar nada. Creo que está demasiado ocupada cuidando de Via y de mí.

No puedo decir que siempre haya querido ir al colegio, porque no sería verdad del todo. Quería ir al colegio, pero solo para poder hacer lo mismo que los otros niños: tener un montón de amigos, quedar después de clase y esas cosas.

Tengo algunos buenos amigos. El mejor es Christopher, y luego están Zachary y Alex. Nos conocemos desde que éramos unos bebés y, como siempre me han conocido tal como soy, no les importa. Cuando éramos pequeños siempre jugábamos juntos, pero entonces Christopher se fue a vivir a Bridgeport, en Connecticut. Eso está a más de una hora de donde yo vivo en North River Heights, en el norte de Manhattan. Luego, Zachary y Alex empezaron a ir al colegio. Es curioso: aunque Christopher se fue a vivir lejos, lo veo más que a Zachary y a Alex. Ahora todos tienen amigos nuevos, pero, si nos vemos por la calle, aún se portan bien conmigo. Siempre me saludan.

Tengo otros amigos, pero no tan buenos como Christopher, Zack y Alex. Cuando éramos pequeños, Zack y Alex siempre me invitaban a sus fiestas de cumpleaños. Joel, Eamonn y Gabe, no. Emma me invitó una vez, pero hace mucho tiempo que no la veo. Al cumpleaños de Christopher sigo yendo todos los años, claro. A lo mejor lo que pasa es que doy demasiada importancia a las fiestas de cumpleaños.

Cómo nací

Me gusta que mamá cuente esta historia porque siempre me hace reír un montón. Seguramente no tiene tanta gracia como un chiste, pero, cuando la cuenta ella, Via y yo nos tronchamos de risa.

Cuando yo estaba en la barriga de mi madre, nadie tenía ni idea de que yo iba a nacer con esta pinta. Via había nacido cuatro años antes y, como todo había sido «coser y cantar» (la expresión es de mamá), no había motivo para hacer ninguna prueba especial. Unos dos meses antes de nacer, los médicos se dieron cuenta de que a mi cara le pasaba algo raro, pero no pensaron que fuese nada grave. Les dijeron a mis padres que tenía el paladar hendido y alguna cosa más. «Pequeñas anomalías», las llamaban.

La noche que nací había dos enfermeras en el paritorio. Una era muy dulce y simpática. La otra, según mamá, no parecía ni dulce ni simpática. Tenía unos brazos enormes y (esto es lo más gracioso) no paraba de tirarse pedos. Le llevaba a mi madre unos cubitos de hielo y se tiraba un pedo. Le tomaba la tensión y se tiraba un pedo. Mamá dice que aquello era increíble, porque la enfermera no le pidió perdón ni una sola vez. Además, su médico no estaba de guardia esa noche, así que le tocó un médico joven y maniático al que papá puso el mote de Doogie, creo que por alguna serie antigua de televisión (aunque no se lo llamaron a la cara). Mamá dice que, aunque todos estaban de mal humor, mi padre se pasó la noche haciéndola reír.

Cuando salí de la barriga de mi madre, todos se quedaron mudos. Mamá no llegó a verme, porque la enfermera simpática me sacó corriendo de la habitación. Papá se dio tanta prisa en seguirla que se le cayó la cámara de vídeo y se rompió en mil pedazos. Mamá se enfadó mucho e intentó levantarse para ver adónde iban, pero la enfermera pedorra le puso sus enormes brazos encima para impedir que se levantase de la cama. Casi se pelearon, porque mamá estaba histérica y la enfermera pedorra le gritaba para que se calmase. Luego, las dos se pusieron a llamar al médico a gritos. Pero ¿sabéis qué? ¡El médico se había desmayado y estaba tirado en el suelo! Cuando la enfermera pedorra vio que se había desmayado, se puso a empujarle con el pie para despertarlo mientras le gritaba: «¿Qué clase de médico es usted? ¿Qué clase de médico es usted? ¡Levántese! ¡Levántese!». Y de pronto se tiró el pedo más grande, ruidoso y apestoso de la historia de los pedos. Mamá cree que fue el pedo lo que despertó al médico. El caso es que cuando la historia la cuenta ella, hace todos los papeles —hasta imita el ruido de los pedos— y es divertidísimo.

Mamá dice que, al final, la enfermera pedorra se portó muy bien con ella. Le hizo compañía todo el rato y no se separó de ella hasta que volvió mi padre y los médicos les dijeron que yo estaba muy enfermo. Mamá recuerda exactamente lo que la enfermera le susurró al oído cuando el médico le dijo que era probable que muriera esa misma noche: «Todo aquel nacido de Dios vence al mundo». Y al día siguiente, como había sobrevivido, la enfermera le dio la mano a mi madre cuando me llevaron para que me viese por primera vez.

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