35 años, 35 historias
EL PAÍS Selección, 2011
El artista Juan Gatti interpretó nuestros 35 años de historia a través de una creación exclusiva con el mosaico fotográfico de la portada.
35 AÑOS 35 HISTORIAS
Jesús Rodríguez
Neliana Tersigni | 1976
John Carlin | 1999 y 2005
Quino Petit | 2009
Mario Vargas Llosa | 2000
Sol Alameda | 2003
Rosa Montero | 1979
Luz Sánchez-Mellado | 2002
Juan Luis Cebrián | 2002
John Carlin | 2007
Juan José Millás | 2008
Luz Sánchez-Mellado | 2004
Agustí Fancelli | 1999
Elsa Fernández-Santos | 2010
Carlos Ruiz Zafón | 2002
Juan José Millás | 2009
Rafael Ruiz | 2002
Richard Ford | 2009
Pedro Almodóvar | 2000
Jesús Rodríguez | 2006
Álvaro Corcuera | 2010
Maruja Torres | 1992
Emilio de Benito | 2011
Lola Huete Machado | 2006
Juan Cruz | 2010
Jesús Ruiz Mantilla | 2007
Mario Vargas Llosa | 2009
Arturo Pérez-Reverte | 2002
Lola Huete Machado | 2003
Juan José Millás | 2010
Eugenia de la Torriente | 2007
Jesús Rodríguez | 1996, 2007, 2011
35 AÑOS, 35 HISTORIAS
Jesús Rodríguez
27/11/2011: 35 AÑOS DE EL PAÍS SEMANAL
El País Semanal ha cumplido 35 años. Este número pone en valor nuestro compromiso con el periodismo y con la sociedad. El título, 35 años, 35 historias, lo dice todo. Seleccionamos algunas historias que han marcado nuestra vida y la vida de la revista. Desde el primer número, en octubre de 1976, Abortar en Londres, en el que contábamos cómo la mayor parte de las extranjeras que interrumpían su embarazo en Reino Unido eran españolas, hasta la portada de hace dos semanas, Álbum de ausencias, en la que recorríamos 40 lugares vacíos marcados por el terror de ETA. Este ejemplar es un retrato de España y del mundo en las últimas décadas. Una demostración de nuestra mirada a la hora de abordar la realidad: buen periodismo, sensibilidad, compromiso, espectáculo y modernidad. Los temas han sido seleccionados por su vigencia actual –por este motivo hay más historias de las últimas dos décadas–, por su interés y por su exclusividad. Cada una de las 35 piezas de esta revista es un extracto del texto tal y como fue publicado en su día –su orden de aparición en este número no es cronológico–. Aquí tienen una ventana abierta al mundo por la que todos los domingos se han asomado y se asoman millones de lectores.
E l País Semanal es más que una revista; es un punto de encuentro. A lo largo de casi 2.000 domingos vertiginosos, salpicados en dos siglos de nuestra historia, periodistas, escritores y diseñadores, artistas, ilustradores y fotógrafos nos hemos dado cita puntualmente cada siete días en este foro con millones de lectores para conocer mejor el mundo en el que vivimos. El País Semanal es un imprescindible escaparate global en español en el que semana tras semana disponemos, con pasión, orden y belleza, los grandes y pequeños elementos que marcan la actualidad para consumo y disfrute de nuestros leales compañeros de viaje. Somos cómplices de nuestros lectores. Les debemos mucho. Hemos aprendido codo con codo. Hoy todos somos mejores y sabemos más. Y, sobre todo, somos más libres.
Estos 35 años de historias de El País Semanal no son propiedad de una redacción ni de un ramillete de ubicuos informadores; son de todos. De ustedes y nosotros. Es un pedazo de nuestra vida en común. Sin embargo, estos 35 reportajes no son un nostálgico elogio a la longevidad ni exactamente una mirada al pasado, sino una fiesta en torno a las experiencias que hemos compartido; a lo que nos ha pasado en estos años y a los asuntos que siguen marcando nuestra existencia; este número no huele a naftalina; lo puede leer un joven y sentirse inmerso en los acontecimientos que volvemos a retratar como lo hicieron sus padres hace 20 años. Este número no gira en torno a nuestro pasado; es, por el contrario, la pista de despegue hacia el futuro catapultados por las nuevas tecnologías de la información. Lo importante es el contenido, no el contenedor. Este número es el aperitivo de lo que nos queda por ver y hacer. Que es mucho.
Cada uno de estos reportajes tiene total vigencia. Son producto del corazón y la cabeza de un equipo de profesionales. Por eso los hemos seleccionado y se los ofrecemos entre miles de buenas historias que hemos puesto a su disposición en estos años. Son algunos de los mejores. Historias eternas que nunca se agotan y vuelven a fluir cada cierto tiempo: las epopeyas humanas, los líderes del planeta, los héroes anónimos, la naturaleza, las migraciones, las tragedias y catástrofes, el espectáculo y la moda con mayúscula, las tendencias, las gestas humanitarias, el sexo, la literatura y el arte, la épica del deporte, el amor y el odio.
El País Semanal nacía en octubre de 1976 dispuesto a dar nuevas respuestas a un nuevo espécimen de ciudadano que acababa de romper con cuatro décadas de dictadura y miraba lejos, hacia delante, con esperanza. Lectores y lectoras hartos de vendas y mordazas que querían saber lo que pasaba en el mundo, fuera muy cerca o muy lejos de ellos. Nuestros caminos se cruzaron en el momento adecuado. A los lectores pioneros se irían sumando a lo largo de los años nuevas generaciones de adictos. La columna vertebral de la revista fue siempre la misma. Desde el primer día, la idea del suplemento dominical de EL PAÍS fue ir más allá de la esforzada noticia que se agotaba a diario entre las páginas del periódico y envolvía pescado a la mañana siguiente en algún mercado del país. El País Semanal llegaba al mundo para, a partir de esa noticia vibrante, pura y dura, añadir información, elementos de juicio, las mejores imágenes y un análisis exhaustivo, y después brindar ese cóctel de forma atractiva a un ciudadano hambriento de conocimiento y decidido a dedicarnos tiempo. Mucho tiempo. Para conseguirlo, para enamorar al lector, para fidelizar al consumidor, había que seguir al pie de la letra las reglas del mejor periodismo. Para empezar, tener grandes temas capaces de enganchar al lector; después, documentación exhaustiva, investigación profunda, las mejores fuentes contrastadas y conversaciones con los protagonistas en el lugar de los hechos. Y para terminar, un complejo trabajo de redacción, comprobación, corrección y edición periodística y gráfica. Todo envuelto en los elementos distintivos de EL PAÍS: rigor, modernidad, europeísmo y una profunda pasión por Latinoamérica.
En un tiempo en que no había televisión privada ni de pago, ordenadores, teléfonos móviles ni Internet, fue posiblemente A sangre fría, el profundo y fascinante trabajo literario-periodístico publicado por Truman Capote en 1966, un punto de inspiración para el bisoño El País Semanal. También estaban entre los padres espirituales los más grandes del reporterismo mundial, desde Gabriel García Márquez, Gay Talese o Chaves Nogales hasta Kapuscinski o Manuel Vicent. Todo envuelto por el manto del gran nuevo periodismo que arrasaba en Estados Unidos, que estaba convirtiendo el reporterismo en un nuevo género donde se sumaban lo mejor de ambos mundos: el periodismo y la literatura. Eran reportajes que se leían como relatos cortos, pero que eran reales. Bien escritos, pero ciertos. El periodista y el fotógrafo de El País Semanal eran testigos de cargo, pero también entraba en escena el lector; aterrizaba en el lugar de los hechos, veía, escuchaba, saboreaba y olfateaba cada situación, y se transformaba en cómplice del reportero en lo que el periodista estadounidense Tom Wolfe definió como El juego del reportaje. En ese nuevo periodismo del fin de semana, el lector era protagonista; tenía un papel estelar; estaba a nuestro lado, en el feudo de ETA; en La Moncloa o La Zarzuela; con Obama o Jomeini, en la cocina de Ferran Adrià, recorriendo con lágrimas en los ojos Nueva York tras el 11-S, luchando por la dignidad de las niñas en Camboya, buscando los últimos linces de nuestro país, en el lecho de muerte de un hombre decidido a morir dignamente o fisgando entre bambalinas el suculento negocio de la alta costura.
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