Vida y obras de Carl Theodor Dreyer
Hoy en día. Carl Th. Dreyer es considerado por mucha gente como uno de los maestros del cine. 100 años después de su nacimiento y 21 después de su muerte, su imagen como artista está más viva que nunca. Su fama se sustenta en las 14 películas que hizo entre 1918 y 1964. Muchas de estas películas se proyectan continuamente, no sólo en las filmotecas, cineclubs y universidades, sino también en cines comerciales. Hace poco, un público totalmente nuevo ha podido contemplar su obra de arte muda, La pasión de Juana de Arco (1928), con música en directo. Es una extraña paradoja que esta película, que quizás necesite menos que cualquier otra de acompañamiento musical, haya inspirado a compositores de nuestra época para hacer nuevas obras, desde la música tradicional hasta la electrónica. Pero esta es sólo una de las múltiples paradojas relacionadas con la obra de Dreyer. Otra es que la primera biografía en profundidad sobre Dreyer, quien fue el más reservado de todos los grandes realizadores, es una psicobiografía, que desvela los secretos sobre la primera etapa de su vida y que enfoca su obra desde el punto de vista del terrible destino de su madre biológica.
Quizás haya llegado la hora de decir que “hay que proteger a Dreyer de sus admiradores”. Siempre es peligroso que un artista se convierta en un monumento, y el caso de Dreyer implica claramente ese riesgo. En Dinamarca siempre fue considerado como una persona solitaria que no tenía contactos con el mundo del cine. No tuvo predecesores ni sucesores, ni personas comparables a él en su época. El tipo de cine que hacía era único, tanto en el contexto danés como en el internacional. Una persona solitaria se convierte fácilmente en un monumento; sin embargo, no había nada más alejado de la mentalidad de Dreyer que querer aparecer como un Übermensch sobresaliendo de los demás.
Como persona era un hombre amable, un poco irónico, de gran cultura y educación, que vivía una vida modesta y tranquila junto con su mujer Ebba. Cuando yo le conocí, ya tenía más de setenta años, parecía un funcionario retirado y la gente de la calle nunca se imaginaría que era un genial director de cine. Era muy consciente de su propia capacidad, y por ello hacia caso omiso de sus aduladores. Dreyer prefería que se le hablara con sinceridad acerca del cine, y el cine era casi el único tema de sus conversaciones, porque no sólo sus películas trataban de pasiones sino que las películas eran su única pasión.
Creo que Dreyer estaría un poco sorprendido del interés que los estudiantes de hoy en día tienen por su obra. La cantidad de literatura escrita en torno a él está ampliándose rápidamente. Se organizan seminarios y simposiums sobre su persona, y existe el riesgo de que sus películas sean enterradas por la cantidad de trabajos teoréticos que giran en torno a la obra de Dreyer, vista desde todos los ángulos posibles. Por ello es importante que se recuerde a la gente que no es necesario ser estudiante para disfrutar de las películas de Dreyer. Por supuesto, se pueden ver desde distintos puntos de vista, pero sus mejores películas pueden ser consideradas simplemente como obras de arte universales que comunican experiencias humanas, explorando el alma de los humanos tal como se refleja en el rostro.
Carl Th. Dreyer trabajando como periodista con gorro de lana en la llegada a Copenhague del profesor Cook, tras su expedición al Polo Norte.
Dreyer era hijo ilegítimo. Nació el 3 de febrero de 1889 en Copenhague, hijo de Josefina Nilsson, sirvienta sueca, y Jens Christian Torp, terrateniente danés. Fue adoptado por el tipógrafo Carl Th. Dreyer y su mujer, Marie. Josefina Nilsson murió en 1891, víctima de un envenenamiento producido por un aborto provocado por ella misma. Dreyer se enteró de lo ocurrido a su madre cuando tenía 18 años. Nunca conoció a su padre, que murió en 1928.
Estudios de la “Nordisk Films Kompagni” en Valby (arrabales de Copenhague), donde trabajó Dreyer como asesor y guionista.
Dreyer no tuvo una infancia muy feliz y se marchó de casa a los 17 años. El primer trabajo que desempeñó fue en una oficina de telégrafos, pero en 1909 empezó a trabajar como periodista. Fue enviado especial de dos periódicos de Copenhague y en 1912 hizo de periodista para un tercero. Entre otras cosas, escribió una serie de artículos retratando de forma satírica, y a veces sarcástica, a personas célebres de aquella época, lo cual le llevó a su primer contacto con el mundo del cine.
Empezó a escribir guiones de películas en 1912. En el año siguiente se incorporó a la mayor compañía productora danesa, la Nordisk Films Kompagni, a tiempo parcial, y a partir de 1915 ya trabajó para la Nordisk, con horario completo, como asesor y escritor de guiones.
El Presidente (1918-19), primer film de Carl Th. Dreyer.
En 1919, Dreyer tuvo su primera oportunidad para dirigir una película. Presidente. Aunque la primera obra de este director de 29 años es un melodrama en el estilo tradicional de la Nordisk, que los críticos contemporáneos recibieron con indiferencia, está claro que ya tiene el típico “toque Dreyer”. Como todas sus películas, no se hizo partiendo de un guión original. Dreyer trabajó sobre una novela de 1883 de Karl Emil Franzos, que se había traducido al danés aquel año.
Era característico de Dreyer tomar la obra de un autor de 2 o 3 generaciones anteriores a la suya. Aparte de algunas excepciones (Holger Drachmann, Herman Bang, Kaj Munk y Hjalmar Soderberg), también prefirió basar sus guiones en autores de segunda o tercera categoría. Comparándola con la novela de Franzos, la película está marcada por una mayor simplicidad. En esta obra inicial se puede observar que Dreyer tiende a la abstracción en su esfuerzo por llegar más allá del naturalismo que formó su gusto literario.
La influencia pictórica en Dreyer. De arriba abajo: V. Hammershoi (“Joven cosiendo”, 1887, e “Interior con mujer sentada en una silla blanca”, 1900), y J. Vermeer (“Oficial y joven riendo”, 1657 aprox., y “Joven mujer leyendo una carta”, 1665 aprox.).
También se puede reconocer a Dreyer en los temas de la película, relacionados con la culpa y la mujer atormentada; en el estilo pictórico, en los decorados, en la composición… y en los primeros planos de los rostros. Una de las fuentes de inspiración de Dreyer fue el gran pintor danés Vilhelm Hammershoi, con sus cuadros de tono gris y de interiores. Como la de muchos grandes artistas, la obra de Dreyer está caracterizada por la cantidad relativamente reducida de temas en torno a los cuales se desarrollan siempre sus películas. Una de las características de su obra es el sufrimiento del hombre —o más bien de la mujer—, y su mundo está lleno de mártires. Sin embargo, el sufrimiento y los martirios no son elementos fundamentales: son sólo manifestaciones o consecuencias del mal. Y es la maldad y su influencia sobre las personas lo que él retrata a lo largo de toda su obra. En su segunda película,