Y ahora queridos compañeros, voy a relataros algo tan vergonzoso que en mi vida de militante no había conocido nada semejante. Nunca pude pensar que tales cosas se dieran entre nosotros. Y hay que presenciar tales monstruosidades para poderlas creer.
Estoy completamente seguro que ningún militante de los que se encuentran en el interior de España, puede pensar que tales cosas puedan darse en este desaprensivo exilio.
No quepa la menor duda, queridos compañeros, que hay que ver las cosas para poderlas creer. He aquí los hechos a que me voy a referir:
El día primero de mayo, fecha que en nuestras luchas aprovechamos siempre para recordar a nuestros mártires de Chicago, y los que les siguieron en la senda, la Regional de Toulouse, organizó un mitin en el que intervinimos Ramón Liarte por las Juventudes, Doménech por la Departamental, y yo en nombre de la Regional.
Hubo compañeros que para poder asistir a este acto, se desplazaron de localidades cuyo viaje les costó más de 500 francos, haciendo tal esfuerzo con su propio trabajo. Pues bien, Liarte, el primero en intervenir, por cierto que muy bien preparado, no llevaba diez minutos cuando los “compañeros” que siguen a la Federica y compañía, empezaron a perturbar por medio de murmullos e intervenciones escandalosas hasta el extremo de serle imposible al orador continuar, produciéndose un escándalo infernal. Hubo patadas, puñetazos y algunas sillas por los aires. No había medio humano de mantener el orden. Gracias a que nuestros compañeros eran los más fuertes y pudieron echar del local a los perturbadores. Y digo “nuestros compañeros” porque no se pueden llamar compañeros a los (ilegible) que tiraron gases lacrimógenos para que se suspendiera el acto. Sí, tiraron gases lacrimógenos, en el acto que nuestra organización celebró…
Sería muy difícil explicaros lo que por mi cerebro pasó en aquellos momentos. No sabía dónde me encontraba… Solo sé que cuando me llegó el turno para hacer uso de la palabra, no podía hilvanar lo que pensaba decir, teniendo que ser por fuerza muy breve…
Mas al ver al compañero Liarte llorar de rabia y de dolor, y a los compañeros sujetándose para que no hubiera un día de luto provocado por unos jóvenes orientados por unos cobardes, pues no merecen otro calificativo, sufrí tal impresión que estuve todo el día con un nerviosismo inenarrable. No deseaba más que estar solo…
Anexos
ANEXOS
Apéndices
APÉNDICES
PRESO EN EL MARRUECOS ESPAÑOL
Pasé, pues, de manos de los gendarmes franceses a las del comisario civil del puesto fronterizo español. Este me tomó la filiación y me hizo varias preguntas. Una de ellas, nada nueva para mí, consistía en saber cómo siendo albañil antes de la guerra civil pude llegar a mandar todo un cuerpo de Ejército. Le contesté que las circunstancias obligaban a los hombres a desempeñar funciones en las que habitualmente no pensaban. El comisario me respondió que teníamos que perder fatalmente la guerra, puesto que los albañiles nunca podían actuar como buenos militares. Se me antojó un comentario bastante conformista, desmentido no pocas veces a lo largo de la historia. No era caso de entablar una polémica, pero sí consideré necesario decirle, después de haberle preguntado si podía hacerlo, lo siguiente:
—Un hombre puede nacer, señor comisario, con cualidades innatas para ser militar o artista, pero las exigencias sociales le obligan a ser albañil o zapatero u otra cosa cualquiera. Yo fui albañil por necesidad y no porque me encantara serlo. Además, sepa usted que los albañiles solemos tener una rara intuición, tal vez estimulada por la índole de nuestro trabajo, que puede servir para ejercer con cierta destreza otras profesiones.
Me mandó callar y me envió rápidamente al calabozo. Señalaré no obstante que fui tratado correctamente tanto por el comisario como por sus subordinados. Al día siguiente, se hizo cargo de mí una pareja de la Policía Armada, con orden de conducirme a Tetuán vía Tánger. A las siete de la mañana llegamos a la antigua Zona internacional, donde hubimos de aguardar un par de horas el autocar para Tetuán. Durante la espera, la pareja de grises me invitó a un doble café con leche y unos bollos, que me sentaron de mil maravillas. Una vez en Tetuán, ingresé en la Comisaría general, donde volvieron a tomarme mi filiación y me pidieron indicara todos los cargos militares que desempeñé durante la guerra, así como las operaciones en que había intervenido con las unidades a mi mando. Así lo hice sin ocultar nada. La misma pareja de la Policía Armada que me había traído desde el puesto fronterizo me llevó a la cárcel de Tetuán, en donde ambos acompañantes se despidieron de mí con señalado respeto, correspondiendo yo de la misma forma.
Permanecí un mes en la cárcel de Tetuán, recibiendo el mismo trato que el resto de los reclusos. Como carecía de medios económicos, algunos de aquellos compatriotas me ayudaron generosamente, haciendo que comiera con ellos, gracias a lo cual pude ir tirando sin pasar grandes necesidades. Durante este mes tuve dos conversaciones, una a mi demanda, con el director de la prisión el mismo día de mi ingreso y otra con un capitán de Regulares que pidió hablar conmigo.
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