La brutal represión impuesta por los militares sublevados durante y después de la Guerra Civil española sigue siendo una cuestión controvertida. Este libro examina las consecuencias que tuvo en Madrid la victoria de Franco en aquel conflicto fratricida. El análisis muestra que, entre 1939 y 1944, se efectuaron, como mínimo, un total de 3113 ejecuciones por sentencia judicial. El castigo infligido a los vencidos se fundó en una cruel ironía: se acusaba a los republicanos de haber iniciado la Guerra Civil. Los tribunales castrenses dictaron contra ellos sentencias condenatorias por el delito de «rebelión militar»; la mera pasividad ante el conflicto en España antes de 1939 no solo se consideró un delito conforme a la Ley de Responsabilidades Políticas, sino también un motivo potencial de despido laboral; y los masones y los comunistas, a los que señalaba como culpables de la contienda, fueron criminalizados por decreto en marzo de 1940. Miles de madrileños fueron ejecutados o castigados en pos de la España «una, grande y libre».
Julius Ruiz
La justicia de Franco
La represión en Madrid tras la Guerra Civil
Título original: Franco’s Justice
Julius Ruiz, 2005
Traducción: Albino Santos Mosquera
Prologo: Jorge M. Reverte
Prólogo
PRÓLOGO
LA SANGRÍA ESPAÑOLA
por
JORGE M. REVERTE
Julius Ruiz ha trabajado más de una década en la reconstrucción de algunas situaciones de la Guerra Civil Española. Lo ha hecho sumergiéndose a fondo en un importante aparato documental, lo que le ha servido para ayudar a desterrar algunos tópicos sobre lo sucedido en el período de 1936 a 1939 en la retaguardia republicana. En su anterior libro publicado en castellano, El terror rojo, su búsqueda ha servido en gran manera para desmantelar una tesis muy tranquilizadora para quienes todavía reivindicamos la República y su superioridad moral frente al golpe franquista. Junto a otros trabajos, como los desarrollados por Fernando del Rey y los realizados por mí mismo en torno a las acciones de Paracuellos de noviembre y diciembre de 1936, las conclusiones de Ruiz llevan a un terrible convencimiento: una parte importante de las organizaciones que respaldaron a la República, incluso una parte del gobierno, como el ministro de la Gobernación, el caballerista Ángel Galarza, y el ministro de Justicia, el anarquista García Oliver, tuvieron una participación activa en dar aliento a los asesinos que liquidaron a miles de personas en el Madrid asediado. No todo, ni mucho menos, fue obra de grupos incontrolados, sino que hubo una serie de decisiones, si no planificadas, al menos sí tomadas con frialdad y cálculo sobre la marcha, que se tradujeron en el asesinato de miles de personas consideradas una amenaza en la retaguardia republicana.
Ruiz ha desarrollado el libro que el lector tiene ahora en sus manos, dedicado a analizar la represión franquista en Madrid desde el final de la guerra hasta 1944. Su aportación documental es abrumadora. Ha realizado el seguimiento en profundidad de más de tres mil asesinatos cometidos después de acabada la guerra bajo la endeble cobertura de unas leyes siniestras. En Madrid, durante aquellos años de plomo y venganza, las descargas de fusilería que acababan con la vida de prisioneros políticos acompañaban cada noche el sueño de muchos vecinos.
El trabajo de Ruiz ha entrado en aspectos polémicos que le han granjeado la admiración de muchos historiadores españoles especializados en la época, pero también la animosidad de otros, que sostienen tesis contrarias.
En este libro Ruiz hace una descripción detallada, documentada y precisa sobre la venganza franquista, cruel y fría y con pocos elementos de comparación con la justicia impartida en otros lugares de Europa tras, por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial. La «justicia» de Franco mató más que nadie, si exceptuamos a Stalin, en aquellos años. Esto se desprende claramente del trabajo de nuestro autor. Pero Ruiz introduce un factor que provoca la polémica: según sus conclusiones, la bestial acción franquista no estuvo guiada por criterios solo ni fundamentalmente políticos e ideológicos, sino que tuvo un componente justiciero y de venganza contra aquellos que habían participado en crímenes durante la etapa republicana, esencialmente entre julio y diciembre de 1936. La falta de garantías durante la instrucción de los procesos, las torturas practicadas para obtener confesiones, la falta de profesionalidad de los tribunales militares, los testimonios empujados por venganzas particulares, la misma crueldad de las propias leyes, no son óbice para considerar que hay una abundante carga de prueba en lo que Ruiz aporta, y que hace muy consistente su polémica tesis: Franco no buscaba el exterminio de quienes habían plantado cara a su sanguinario golpe, sino la liquidación física de todos aquellos que, desde la percepción de los vencedores, habían tenido que ver con la represión republicana, aunque solo fuera porque habían ocupado cargos políticos mientras los crímenes se cometieron, y por más que su implicación en los mismos en muchos casos no se correspondiera con la realidad.
De hecho, la tesis de Ruiz no esconde el otro impulso asesino franquista, que se muestra en los fusilamientos inmisericordes de responsables políticos que no tuvieron participación en la represión. Pero desplaza el peso de la intención de los juicios sumarios militares al del ánimo de revancha, al del ojo por ojo y diente por diente.
Para algunos historiadores españoles esa posición de Ruiz es prácticamente un dislate justificador del franquismo. Nada más lejos de la verdad: la simple comparación con la represión en Francia o en Alemania contra los responsables de millones de muertes indica el grado de crueldad de un régimen, bendecido por la Iglesia, que fue capaz de convertir el crimen de Estado en una norma. Hasta que el final de la Segunda Guerra Mundial obligó a amortiguar las acciones vengadoras de los millares de hombres que participaron en la represión.
Cualquier lector desprejuiciado que se zambulla en este libro estará de acuerdo en considerarlo imprescindible para seguir profundizando en un acontecimiento histórico tan trascendental como la Guerra Civil Española y el régimen franquista. Un libro que va a ser polémico, pero que se basa en una trama argumental y en una reconstrucción documental impresionante.
J. M. R.
MAPA I. Madrid, centro urbano
Prefacio a la edición española
PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
Me alegro mucho de que mi estudio de la represión franquista en Madrid al término de la Guerra Civil aparezca ahora en español. Cuando inicié mi investigación sobre el tema a finales de los años noventa del pasado siglo, el nivel de información existente fuera de España acerca de las consecuencias de la victoria incondicional de Franco en marzo de 1939 era ciertamente pobre. En demasiados de los libros y artículos publicados en lengua inglesa al respecto se lamentaba que los españoles no hubieran conseguido aún afrontar su pasado y se aseguraba que era imposible investigar el primer franquismo porque los archivos estaban cerrados o habían sido destruidos. Como consecuencia de ello, allende las fronteras españolas, la represión de la posguerra estaba envuelta en el mito: algunos historiadores anglosajones continuaban afirmando que hasta 200 000 personas habían sido fusiladas por el régimen de Franco tras la conclusión del conflicto. Tengo que confesar que, en mis años de estudiante de doctorado inexperto, yo también compartí inicialmente algunas de esas concepciones equivocadas. Por fortuna, no tardé en salir de mi error tras conocer a un extraordinario grupo de jóvenes investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares. Se lo debí (y sigo debiéndoselo) especialmente a Pedro Barruso, quien me enseñó la ruta para desenvolverme entre los laberínticos catálogos del Archivo General de la Administración, ubicado en esa misma ciudad. Allí pasé horas y horas leyendo cantidades ingentes de material que, poco tiempo atrás, me habían dicho que ya no existía.