Nicola Yoon es autora de literatura juvenil, nacida en Jamaica y criada en Brooklyn (Nueva York). Su primera novela, Todo todo, debutó en el número uno de la lista de los libros más vendidos de The New York Times, y su adaptación cinematográfica ha sido todo un éxito. Su segunda novela, El Sol también es una estrella, ha seguido la estela de la primera. A Nicola le gusta escribir a mano los primeros borradores de sus historias y tiene la curiosa manía de guardar todos los bolígrafos vacíos que ha usado. En la actualidad vive en Los Ángeles, junto a su marido y su hija.
Título original: Instructions for Dancing
Edición en formato digital: septiembre de 2021
© 2021, Nicola Yoon
© 2021, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© Jyotirmayee Patra, por el lettering de la portada
Diseño de portada: © Neil Swaab
Ilustración de portada: © Renike
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ISBN: 978-84-17605-93-3
Composición digital: leerendigital.com
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Un libro para enamorarse, incluso para los que ya no creen en el amor.
Evie Thomas ya no cree en el amor.
Cuando sus padres se separaron, todos sus ideales sobre el amor se esfumaron. Sin embargo, las casualidades de la vida la llevan a aprender a bailar en la Escuela de Baile La Brea, donde conoce a un enigmático chico. X es completamente opuesto a Evie: atrevido, pasional, sin miedo. El tipo de persona que dice sí a todo, incluso a apuntarse a una competición de bailes de salón con una chica que acaba de conocer.
Enamorarse de X no es lo que Evie tenía en mente. Si su experiencia le ha enseñado algo, es que nadie escapa del amor sin resultar herido. Pero mientras Evie y X bailan y se conocen más, la magia del amor arrasa con todo.
Instrucciones para enamorarse es la nueva novela de Nicola Yoon, la autora bestseller de las novelas Todo todo y El sol también es una estrella. Un libro perfecto para amantes del romance, y para fans de Todo este tiempo o Bajo la misma estrella.
Índice
Para mi madre,
que sigue sonriendo a pesar de todo
Y para mi suegro,
que no paró nunca de sonreír
El libro del amor es largo y aburrido.
Nadie es capaz ni de levantarlo,
está lleno de gráficos, datos, cifras
e instrucciones para bailar.
Pero yo
disfruto cuando me lo lees,
y tú
puedes leerme lo que quieras.
P ETER G ABRIEL ,
The Book of Love
Casi nadie sale vivo del amor.
H ELEN F ISHER
Una mejor versión de mí misma
Los libros ya no ejercen sobre mí la misma magia que antes. Cuando estaba de bajón o me encontraba en ese árido desierto que existe entre la tristeza y el enfado, siempre tenía la posibilidad de sacar cualquier volumen del estante de mis libros favoritos y acomodarme en mi mullida butaca de color rosa a pasar un buen rato con la lectura. Al llegar al capítulo tres (como máximo al capítulo cuatro), ya me sentía mucho mejor.
Ahora, en cambio, los libros no son más que un conjunto de letras ordenadas en palabras ortográficamente correctas, ordenadas en frases gramaticalmente correctas y en párrafos claramente estructurados y en capítulos temáticamente coherentes. Han dejado de ser mágicos y evocadores.
En una vida pasada debí de ser bibliotecaria, porque tengo los libros ordenados por géneros. Hasta que empecé a deshacerme de ellos, la sección de novelas románticas contemporáneas era la más nutrida. Mi favorita de todos los tiempos es Magdalenas y besos . La saco de la estantería y hojeo sus páginas por enésima vez, para darle una última oportunidad de ser mágica. Mi escena preferida es aquella en que la chef protagonista, normalmente sensata, y su guapísimo cocinero, siempre melancólico y de pasado misterioso, se pelean lanzándose comida en la cocina. Ambos terminan cubiertos de harina y glaseado. Hay un montón de besos y de juegos de palabras relacionados con los postres:
«Labios de azúcar».
«Bollito dulce».
«Situaciones pegajosas».
No hace más de seis meses esta escena me habría derretido por dentro. (¿Lo pilláis?)
¿Pero ahora? Nada de nada.
Y comoquiera que las frases y las palabras no han cambiado desde la última vez que las leí, tendré que asumir que el problema no es el libro.
El problema soy yo.
Cierro la novela y la amontono sobre las otras de las que voy a desprenderme. Mañana haré una última excursión a la biblioteca, y ya me habré despedido de toda mi colección de novelas románticas.
Justo cuando estoy metiéndolas en la mochila, mi madre asoma la cabeza por la puerta de mi habitación. Sus ojos trazan un recorrido que empieza por mi cara, pasa por la torre de libros y por las cuatro hileras vacías de la estantería, y termina nuevamente en mi cara.
Frunce el ceño y parece que está a punto de decir algo, pero no lo hace. Se limita a alargar la mano y tenderme el teléfono.
—Es tu padre —dice.
Sacudo la cabeza con tanta fuerza que las trenzas me golpean la cara como si fueran látigos.
Ella insiste.
—Cógelo. Cógelo —gesticula con la boca.
—No, no, no —gesticulo a mi vez.
Nunca he visto a dos mimos discutiendo, pero supongo que la escena se parecerá bastante a esta.
Mi madre se separa del umbral y entra en la habitación. Aprovechando el pequeño hueco que deja, la rodeo a toda prisa para salir. Hago un esprint por el corto pasillo y me encierro en el cuarto de baño.
La llamada inevitable de mi madre llega diez segundos más tarde.
Abro la puerta.
Ella me mira y suspira.
Yo suspiro también.
Últimamente, nos comunicamos sobre todo mediante estas breves exhalaciones. Las suyas denotan frustración, sufrimiento, exasperación, impaciencia y decepción.
Las mías son producto del desconcierto.
—Yvette Antoinette Thomas —dice—. ¿Cuánto tiempo vas a seguir en este plan?
La respuesta a su pregunta (que me parece muy pertinente) es «eternamente».
Estaré eternamente enfadada con mi padre.
Aunque, en realidad, una pregunta más adecuada es: ¿cómo es posible que ella no lo esté?
Mi madre guarda el teléfono en el bolsillo del delantal. Tiene rastros de harina en la frente y también en el pelo, corto y afro, que parece que se le haya encanecido de repente.
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