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SINOPSIS
Todo sobre el amor ofrece nuevas formas radicales de pensar sobre el amor al mostrar su interconexión en nuestra vida privada y pública. En once capítulos concisos, hooks explica cómo nuestras nociones cotidianas de lo que significa dar y recibir amor a menudo nos fallan, y cómo estos ideales se establecen en la primera infancia. Ofrece un replanteamiento del amor propio (sin narcisismo) que aporta paz y compasión a nuestra vida personal y profesional, y defiende la importancia del amor para poner fin a las luchas entre individuos, comunidades y sociedades. Pasando de lo cultural a lo íntimo, hooks explica la relación que existe entre el amor y la pérdida y desafía la noción predominante de que el amor romántico es el amor más importante de todos. Además, hooks denuncia el paradigma cultural de que el amor ideal está impregnado de sexo y deseo y propone un nuevo camino hacia el amor más pleno, compasivo y libre de vergüenza.
Para aquellos que no conozcan la obra de bell hooks, Todo sobre el amor es una lectura esencial y un libro brillante que cambiará la forma de pensar el amor, la cultura y la sociedad.
bell hooks
TODO SOBRE
EL AMOR
Nuevas perspectivas
Traducción de María José Viejo
la primera carta de amor que escribí te la envié a ti,
anthony. y este libro también lo he escrito para
hablarte a ti de todo lo relativo al amor. tú has sido
mi oyente más íntimo, anthony, y siempre te querré.
en el cantar de los cantares hay un pasaje que dice:
«encontré a aquel a quien mi alma ama. me así a él
y no lo dejé marchar». se trata de no rendirse,
de volver a conocer ese momento de arrebato, de
reconocimiento en el que podemos estar frente a
frente como realmente somos, despojados de todo
artificio y falsedad, desnudos y sin vergüenza.
PREFACIO
De niña estaba convencida de que una vida sin amor no valía la pena. Ojalá pudiera decir que llegué a esa conclusión porque tenía amor a raudales, pero fue precisamente la carencia de amor lo que hizo que me percatara de lo importante que era. Para mi padre, yo fui su primera hija. Cuando nací me trataron con cariño, con un profundo afecto, y eso me hizo sentir que mi presencia era importante en este mundo y en mi hogar. No recuerdo cuándo dejé de sentirme amada. Todo lo que sé es que un día dejé de ser apreciada y valorada. Las personas que al principio me habían querido se alejaron de mí. La pérdida de su reconocimiento y de su consideración me rompió el corazón, y esa herida tan profunda me dejó aniquilada.
Me sentía abrumada por el dolor y la tristeza. No sabía qué había hecho mal. Y ninguna de mis tentativas por arreglarlo surtió efecto. No existía en mi vida ninguna otra conexión que pudiera curar la herida de ese primer abandono, de esa expulsión del paraíso del amor. Durante años viví en un estado de parálisis, atrapada por el pasado, incapaz de avanzar hacia el futuro. Como todos los niños que han sufrido algún daño, lo único que quería era regresar al paraíso de mis recuerdos, para volver al momento en el que me había sentido amada y había experimentado un sentido de pertenencia.
No hay forma de volver atrás. Ahora lo sé. Lo único que podemos hacer es seguir adelante. Podemos encontrar el amor que anhelamos, pero antes es preciso haber dejado de sufrir por el amor que perdimos hace tiempo, cuando éramos pequeños y no teníamos aún voz para expresar los deseos de nuestro corazón. Al mirar al pasado, me doy cuenta de que todos los años que viví pensando que buscaba el amor los dediqué a tratar de recuperar lo que había perdido, para volver al seno materno, a la dicha del primer amor. No estaba preparada para amar y ser amada en el presente. Todavía lloraba por el paraíso que había perdido, todavía me aferraba a los sueños rotos de mi infancia, a los lazos que se habían disuelto. Solo pude volver a amar cuando ese duelo terminó.
Al despertar de ese estado de trance, me sorprendió descubrir que el mundo en el que vivía, el mundo del presente, ya no era un mundo abierto al amor. Todo lo que el entorno me comunicaba parecía confirmar que la ausencia de amor estaba a la orden del día. Tengo la impresión de que nuestro país le está dando la espalda al amor, y eso me provoca un sufrimiento tan intenso como el que me provocó la pérdida del amor en mi niñez. Al actuar de este modo nos arriesgamos a entrar en algo semejante a un desierto del espíritu, y puede que nunca encontremos el camino de vuelta. Escribo sobre el amor para llamar la atención sobre los riesgos de esta actitud, pero también para reivindicar un retorno al amor. Una vez situado en el lugar que le corresponde, el amor nos devuelve la promesa de la vida eterna. Cuando amamos, podemos dejar que hable nuestro corazón.
INTRODUCCIÓN
Amor: estado de gracia
Podemos hablarle directamente a nuestro corazón. Las culturas antiguas lo saben. Podemos conversar con el corazón como si fuera un buen amigo. En la vida moderna estamos tan ocupados con los quehaceres y pensamientos de cada día que hemos perdido ese arte esencial y ya no somos capaces de encontrar tiempo para charlar con nuestro corazón.
J ACK K ORNFIELD
En la pared de la cocina tengo colgadas cuatro fotografías. Son imágenes de un grafiti que vi hace años en un edificio en construcción cuando me dirigía a la Universidad de Yale, donde enseñaba por aquel entonces. Aquella inscripción, pintada en colores brillantes, decía: «Seguimos buscando el amor aun cuando todo parezca perdido». En esa época me acababa de separar de un compañero al que había estado unida durante casi quince años y a menudo una pena infinita me embargaba, como si un inmenso océano de sufrimiento me anegara el corazón y el alma. Sentía continuamente que algo me arrastraba hacia el fondo, que me estaba ahogando, y buscaba algún punto de apoyo que me ayudara a mantenerme a flote, que me permitiera volver a la orilla sana y salva. La frase pintada en aquella pared, acompañada de un dibujo infantil de unos animales de aspecto indefinido, siempre me levantó el ánimo. Cada vez que pasaba por delante del edificio, la afirmación de la posibilidad de amar y ser amado que emanaba de aquella sentencia me infundía esperanza.