GARY CHAPMAN (Winston-Salem, Carolina del Norte; 10 de enero de 1938) es un pastor bautista, consejero matrimonial y escritor estadounidense.
Chapman se licenció en el Moody Bible Institute en artes, y tiene una licenciatura en antropología por la Wheaton College. También tiene un máster en Educación religiosa y es doctor en filosofía por el Southwest Baptist Theological Seminary. Es pastor asociado de la Calvary Baptist Church en Winston-Salem en Carolina del Norte. De modo que combina sus múltiples conferencias internacionales sobre relaciones familiares con el pastorado en su iglesia.
Además de los cinco lenguajes del amor, libro que le llevó a un reconocimiento mundial, ha escrito más de 40 libros, la mayoría de ellos relacionados con la familia.
CAPÍTULO UNO
¿Qué le pasa al amor después de la boda?
A treinta mil pies de altura, en algún lugar entre Buffalo y Dallas, puso su revista en el bolsillo de su asiento, se volvió hacia mí y me preguntó:
—¿En qué trabaja usted?
—Hago consejería matrimonial y dirijo seminarios para el enriquecimiento del matrimonio —dije prosaicamente.
—Siempre he querido preguntar esto a alguien —dijo—. ¿Qué pasa con el amor después que uno se casa?
Renunciando a mis esperanzas de echar una siesta, le dije:
—¿Qué quiere decir?
—Bueno —dijo—. He estado casado tres veces, y cada vez era maravilloso antes de que nos casáramos, pero de alguna manera después de la boda todo se derrumbaba. Todo el amor que pensaba que tenía hacia ella y el amor que ella parecía tenerme se esfumaba. Soy una persona medianamente inteligente, dirijo un buen negocio, pero no lo entiendo.
—¿Por cuánto tiempo ha estado casado? —le pregunté.
—La primera vez más o menos diez años. La segunda vez estuvimos casados tres años, y la última casi seis.
—¿Su amor se esfumaba inmediatamente después de la boda, o era una pérdida gradual? —inquirí.
—Bueno, la segunda vez, todo fue mal desde el principio. No sé lo que pasó. En realidad pensaba que nos amábamos, pero la luna de miel fue un desastre y nunca nos recuperamos. Nos conocimos solamente seis meses. Fue un romance rápido. ¡Fue verdaderamente emocionante! Pero después del matrimonio fue una batalla desde el principio.
—En mi primer matrimonio tuvimos tres o cuatro años antes de que naciera el niño. Después que el niño nació, ella le dio toda su atención, y yo ya no le importaba. Era como si su única meta en la vida hubiera sido tener un niño; después de eso ya no me necesitaba más.
—¿Le dijo eso a ella? —pregunté.
—Oh, sí. Me dijo que estaba loco. Me dijo que no entendía lo que significaba ser una enfermera veinte y cuatro horas diarias. Me dijo que debería ser más comprensivo y ayudarla más. Procuré hacerlo, pero parece que no causó ninguna diferencia en nuestra relación. Después de eso nos fuimos apartando cada vez más. Luego de un tiempo ya no había nada de amor, solamente muerte. Los dos convinimos en que el matrimonio se había terminado… ¿Mi último matrimonio? En realidad pensé que ese hubiera sido diferente. Había estado divorciado por tres años. Tuvimos un noviazgo de dos años. Realmente creí que sabíamos lo que estábamos haciendo y pensé que tal vez, por primera vez, conocía lo que significaba amar a alguien. Creí sinceramente que ella me amaba. Después de la boda, no creo que cambié. Continué demostrándole mi amor como antes del matrimonio. Le decía cuán hermosa era, cuánto la amaba, que estaba orgulloso de ser su esposo, etc. Pero pocos meses después del matrimonio comenzó a quejarse. Al comienzo por pequeñas cosas, como el no sacar la basura o no colgar mi ropa. Luego atacando mi carácter y diciéndome que no podía confiar en mí, acusándome de no serle fiel. Se volvió una persona totalmente negativa. Antes del matrimonio no era así. Era una de las personas más positivas que había conocido jamás. Eso era lo que más me atraía de ella. Nunca se quejaba de nada: todo lo que yo hacía era maravilloso, pero una vez que nos casamos nada me salía bien. Honestamente no sé qué pasó. Con el tiempo, perdí mi amor por ella y comencé a sentirme ofendido. Obviamente ella no me amaba. Reconocimos que no sacábamos nada viviendo juntos. Así es que nos separamos… Eso fue hace un año. Mi pregunta es: ¿Qué pasa con el amor después de casarse? ¿Es mi experiencia normal? ¿Es por eso que tenemos tantos divorcios en nuestro país? No puedo creer que me haya sucedido tres veces. Y los que no se divorcian, ¿aprenden a vivir sin amor, o es que el amor en verdad permanece vivo en algunos matrimonios? Y si es así, ¿cómo hacen?
Las preguntas que me hacía mi compañero de viaje, sentado en el asiento 5A, son las preguntas que miles de personas casadas y divorciadas se hacen hoy en día. Algunos preguntan a los amigos, otros a los consejeros y a los clérigos, y otros se preguntan a sí mismos. A veces las respuestas son dadas en la jerga de la investigación sicológica, lo cual es casi incomprensible. Otras veces se expresan de manera humorística y folclórica. La mayoría de las bromas y de las frases de condolencia tienen algo de verdad, pero son como darle una aspirina a una persona que tiene cáncer.
El deseo de amor romántico en el matrimonio está profundamente enraizado en nuestra estructura sicológica. Casi todas las revistas populares tienen por lo menos un artículo en cada número sobre cómo mantener vivo el amor en el matrimonio. Abundan los libros sobre el tema. Las charlas de radio y televisión tratan de eso. Mantener vivo el amor en nuestro matrimonio es un asunto muy serio.
Con todos los libros, revistas, y toda la ayuda disponible, ¿por qué es que tan pocas parejas parecen haber encontrado el secreto para mantener vivo el amor después de la boda? ¿Por qué es que una pareja puede asistir a un taller de comunicaciones, oír ideas maravillosas sobre cómo mejorar la comunicación, regresar a casa y encontrarse totalmente incapacitadas para poner en práctica los patrones de comunicación demostrados? ¿Cómo es que leemos el artículo de una revista sobre «Las 101 formas de expresar amor a su cónyuge», seleccionamos dos o tres de ellas que nos parecen especialmente buenas para nosotros, las probamos, y nuestro cónyuge ni siquiera reconoce nuestro esfuerzo? Renunciamos a las otras 98 formas y regresamos a la vida de costumbre.
S i queremos ser efectivos comunicadores de amor, debemos estar dispuestos a aprender el lenguaje amoroso más importante de nuestro cónyuge.
La respuesta a estas preguntas es el propósito de este libro. Esto no significa que los libros y artículos ya publicados no sean de valor. El problema es que hemos pasado por alto una verdad fundamental: las personas hablan diferentes lenguajes de amor.
En el área de la lingüística hay idiomas principales, tales como el japonés, chino, español, inglés, portugués, griego, alemán, francés, etcétera. La mayoría de nosotros crecimos aprendiendo el idioma de nuestros padres y parientes, el cual viene a ser nuestra primera y principal lengua, la nativa. Más tarde podemos aprender otros idiomas, pero por lo general con mucho esfuerzo. Estos vienen a ser nuestros idiomas secundarios. Hablamos y entendemos mejor nuestro idioma nativo; nos sentimos más cómodos hablando ese idioma. Mientras más usamos un idioma secundario, mejor nos sentiremos conversando en él. Si hablamos solamente nuestro idioma principal y nos encontramos con alguien que habla solamente su idioma principal, que es diferente del nuestro, nuestra comunicación será limitada. Debemos ayudarnos con señales, gruñidos, dibujos o representaciones de nuestras ideas. Podemos comunicarnos, pero es difícil. Las diferencias de idioma han separado y dividido a la cultura humana. Si queremos comunicarnos en forma efectiva entre las diferentes culturas, debemos aprender el idioma de aquellos con quienes deseamos comunicarnos.