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Basañez Fernández Amaya - De hombres y langostas

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Basañez Fernández Amaya De hombres y langostas

De hombres y langostas: resumen, descripción y anotación

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De la autora deCome, reza, ama, una divertida y brillante novela sobre romances inesperados, lazos familiares y amistades sorprendentes.

En dos remotas islas de la costa de Maine, en Nueva Inglaterra, los pescadores de langosta han luchado ferozmente durante generaciones por los derechos de pesca en el mar que los separa. La joven Ruth Thomas, hija de uno de los más avariciosos langosteros de Nueva Inglaterra, nace en medio de estas disputas. A los dieciocho años, convertida en una joven despierta, inteligente e irremediablemente poco romántica, Ruth regresa del internado decidida a dejar a un lado su educación universitaria y unirse a los «lobos de mar».

A medida que el enfrentamiento se encarniza, Ruth trabajará en los barcos codo con codo con los langosteros, se endurecerá, luchará para que el oficio de sus antepasados sobreviva... y encontrará el amor. De hombres y langostas es una divertida ybrillante novela sobre romances...

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ÍNDICE

A Sarah Chalfant

Por todo

«En el verano de 1892, en el acuario de Woods Hole colocaron una caracola en el mismo tanque de agua que una langosta hembra, de aproximadamente diez pulgadas de largo y que había estado en cautividad unas ocho semanas. La caracola, de tamaño medio, permaneció ilesa varios días, pero al fin, acuciada por el hambre, la langosta la atacó, destrozando su concha, pedazo a pedazo, y rápidamente se apoderó de la parte blanda».

F RANCIS H OBART H ERRICK ,

La langosta americana: Un estudio acerca

de sus costumbres y su desarrollo, 1895

PRÓLOGO

A unos cuarenta kilómetros de la costa de Maine, se enfrentan las islas de Fort Niles y Courne Haven, dos viejas cabronas retándose a aguantar la mirada, cada una de ellas convencida de que es la única vigilante de la otra. No hay nada más en los alrededores. Están en tierra de nadie. Montañosas y con forma de patata, forman un archipiélago de dos. Encontrarse con estas dos islas gemelas en un mapa es un acontecimiento inesperado; es como encontrarse ciudades gemelas en una llanura, campamentos gemelos en un desierto, cabañas gemelas en una tundra. Apartadas como están del resto del mundo, Fort Niles y Courne Haven solo están separadas la una de la otra por una corriente de agua marina, conocida como el canal Worthy. El canal Worthy, de casi un kilómetro y medio de ancho, tiene muy poca profundidad en algunas partes con la marea baja, así que, a no ser que supieras lo que estabas haciendo —a no ser que realmente supieras lo que estabas haciendo—, dudarías en cruzarlo, aunque fuera con una piragua.

En esa geografía suya tan específica, Fort Niles y Courne Haven son tan asombrosamente similares que quien las creó debe haber sido o un papanatas o un bromista. Son copias casi idénticas. Las islas —las últimas cumbres de la misma antigua cordillera, ya sumergida— están compuestas de la misma veta de granito negro de buena calidad y se esconden bajo la misma cubierta de frondosos abetos. Cada isla tiene aproximadamente seis kilómetros de largo y tres de ancho. Cada una posee unas cuantas calas pequeñas, varios pozos de agua dulce, algunas playas pedregosas y dispersas, una sola playa de arena fina, una sola colina grande y un solo puerto, escondido posesivamente en la parte trasera, como un saco de dinero que se oculta.

En cada isla hay una iglesia y un colegio. Bajando hacia el puerto está la calle principal (que, en las dos islas, se llama Main Street), con los pocos edificios públicos que hay, agrupados: la oficina de correos, la tienda de ultramarinos, la taberna. No se encontrarán carreteras asfaltadas en ninguna de las dos islas. Las casas son muy parecidas en las dos, y los barcos que hay en los puertos son idénticos. Las islas comparten la misma meteorología peculiar, mucho más templada en invierno y fresca en verano que ningún otro pueblo costero, y a menudo se encuentran atrapadas por el mismo banco de niebla. Las mismas variedades de helechos, orquídeas, setas y escaramujos se pueden encontrar en ambas islas. Y, finalmente, estas islas están pobladas por la misma estirpe de pájaros, ranas, ciervos, ratas, zorros, serpientes y hombres.

Los indios Penobscot dejaron las primeras huellas humanas en Fort Niles y Courne Haven. Descubrieron que las islas eran un excelente lugar para recolectar los huevos de las aves marinas, y las antiguas armas de piedra de aquellos primitivos visitantes todavía salen a la luz en determinadas calas. Los Penobscot tampoco permanecieron mucho tiempo en medio del mar, pero utilizaron las islas como campamentos temporales para la pesca, una costumbre práctica con la que siguieron los franceses a principios del siglo diecisiete.

Los primeros residentes en Fort Niles y Courne Haven fueron dos hermanos holandeses, Andreas y Walter van Heuvel, quienes, después de trasladar a las islas a sus esposas, sus hijos y su ganado en junio de 1702, se atribuyeron una isla para cada familia. Llamaron a sus asentamientos Bethel y Canaan. Los cimientos de la casa de Walter van Heuvel todavía están ahí, un montón de piedras recubiertas de musgo, en una pradera de lo que él llamaba la isla Canaan; concretamente, el sitio exacto del asesinato de Walter a manos de su hermano, un año después de que hubiesen llegado. Andreas también mató a los hijos de Walter aquel día, y se llevó a la esposa de su hermano a la isla Bethel, para que viviese con su familia. Se dice que Andreas estaba frustrado porque su propia esposa no le proporcionaba hijos con la suficiente rapidez. Ansioso por conseguir más sucesores, fue a reclamar la única otra mujer que había por allí. Andreas van Heuvel se rompió la pierna unos cuantos meses más tarde, mientras construía una granja, y se murió debido a la infección subsiguiente. Las mujeres y los niños fueron rescatados por un patrullero inglés cercano, y les trasladaron al cercado de Fort Pernaquid. Ambas mujeres estaban embarazadas. Una de ellas parió un niño saludable, y le puso de nombre Niles. El hijo de la otra mujer murió durante el parto, pero la madre sobrevivió gracias a Thadeus Courne, un médico inglés. De alguna manera este suceso originó los nombres de las dos islas: Fort Niles y Courne Haven, dos lugares muy bonitos que no volverían a ser habitados hasta que hubieron pasado otros cincuenta años.

Los irlando-escoceses fueron los siguientes, y se quedaron allí. Un tal Archibald Boyd, junto con su esposa, sus hermanas y los esposos de estas, se adueñó de Courne Haven en 1758. En la siguiente década, se les unieron los Cobb, los Pommeroy y los Strachan. Duncan Wishnell y su familia pusieron en marcha una granja de ovejas en Fort Niles en 1761, y Wishnell pronto se encontró rodeado de vecinos que se llamaban Dalgleish, Thomas, Addams, Lyford, Cardoway y O’Donnell, además de algunos Cobb que se habían mudado desde Fort Niles. Las jovencitas de una isla se casaban con los muchachos de la otra, y los apellidos empezaron a cruzarse una y otra vez entre los dos sitios como boyas a la deriva. A mediados del siglo dieciocho, aparecieron nuevos apellidos, de la gente nueva que había llegado: Friend, Cashion, Yale y Cordin.

Esta gente compartía en gran medida el mismo estrato ancestral. Y dado que no había tantos, no es sorprendente que, con el tiempo, los que vivían allí empezaran a parecerse entre ellos cada vez más y más. La desenfrenada endogamia era la culpable. Fort Niles y Courne Haven, de alguna manera, habían conseguido evitar el destino de Malaga Island, cuya población era tan incestuosa que el Estado tuvo que intervenir finalmente y evacuarlos, pero los linajes igualmente estaban muy debilitados. Llegó un momento en que se desarrollaron de una forma muy característica (bajos, musculosos, recios), al igual que su cara (piel clara, cejas negras, barbilla pequeña), que llegó a ser asociada tanto a Courne Haven como a Fort Niles. Después de unas cuantas generaciones, se podría decir, con justicia, que todos los hombres se parecían a su vecino y que todas las mujeres podrían haber sido reconocidas por sus antepasados a primera vista.

Todos ellos eran granjeros y pescadores. Todos eran presbiterianos y congregacionalistas. Todos eran conservadores, políticamente hablando. Durante la guerra de la Independencia, todos fueron colonos patriotas; durante la guerra de Secesión, mandaron a muchachos con chaquetas azules para que lucharan a favor del Norte en la lejana Virginia. No les gustaba ser gobernados. No les gustaba pagar impuestos. No se fiaban de los expertos, y no les interesaban las opiniones ni el aspecto de los extraños. A lo largo de los años, en diferentes ocasiones y por unas cuantas razones, las islas fueron asimiladas a varios condados de tierra adentro, uno tras otro. Esas uniones políticas nunca terminaron bien. Cada uno de los acuerdos al final les parecía insuficiente a los isleños, y para 1900, a Courne Haven y a Fort Niles les dejaron formar un municipio independiente. Juntos, crearon el pequeño feudo de Skillet County. Pero eso también fue un acuerdo temporal. Al final, las islas se dividieron; los hombres de cada isla, o eso parecía, se sentían mejor, más seguros y más independientes cuando se les dejaba completamente a solas.

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