La culpa es de la vaca
© Jaime Lopera, 2021
© Marta Inés Bernal, 2021
© Editorial Planeta Colombiana S. A., 2021
Calle 73 n.º 7-60, Bogotá
www.planetadelibros.com.co
Ilustración de cubierta: iStock Photo Ayutaka
Diseño de cubierta:
Departamento de Diseño Planeta
Primera edición (Colombia): junio de 2021
ISBN 13: 978-958-42-9459-3
ISBN 10: 958-42-9458-X
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
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Prólogo
E l presente volumen de La culpa es de la vaca es fruto de la realidad actual. La incertidumbre de la pandemia ocasionada por el Covid-19 ha provocado temores y ha paralizado acciones: hay una confusión de mensajes sobre lo que debe hacerse y, al parecer, casi siempre estamos tratando de ver algún camino.
No somos ese camino, pero creemos probable que un grupo de nuevas sugerencias proactivas ayuden a pasar el mal rato. Hemos tenido suerte en las preferencias: en todos estos años vimos que nuestra primera compilación de historias y anécdotas recibió buena acogida porque proporcionaba reflexiones serenas para estimular actitudes favorecedoras. Por eso son muchos los correos que hemos recibido en abono del servicio que una historia oportuna le ha prestado a un individuo, a una familia o a un grupo de personas. Muchos mensajes, de diferentes lugares y países, nos comparten dicha evidencia.
Estas lecturas que ustedes verán adelante no distraen las consecuencias de la situación, pero tal vez ofrecen alternativas para habilitarnos a mirar otras lecciones. Muchos jóvenes quieren conocer modelos de comportamiento que no necesiten de sermones complejos sino de ejemplos que muestren la variedad del mundo y creemos darles aquí esa porción que reclaman.
Por ejemplo, sentir la compasión puede ser más útil a través de una historia que la revele, en vez de un grueso tomo de enseñanzas imprecisas y complejas. Las veces que una persona se ha sentido impactada por la historia del soldado que rechazaron en su casa es una demostración de que una narrativa suele expresar mejor las condiciones morales en que un determinado episodio ocurre.
La experiencia con nuestros primeros libros nos permite ser optimistas con este nuevo intento de acercarnos a los múltiples lectores en esta época crucial de la humanidad. Creemos que no será en vano y que algo quedará como una forma de refuerzo para que nuestro trabajo haya valido la pena.
LOS COMPILADORES
La culpa es de la vaca
Este texto, cuyo resumen fue publicado originalmente en El Tiempo de Bogotá, es una excelente demostración de una conducta muy frecuente relacionada con la ramificación de la culpa. La pandemia que ha enfrentado la humanidad es totalmente desconocida para los habitantes del globo. Ni el más osado director de cine de ficción o el novelista de vanguardia más arriesgado la imaginó en las dimensiones que ha tomado. Pero todos los días estamos buscando a quién echarle la culpa de la situación. Todos queremos responsabilizar a alguien o a algo de lo que nos está ocurriendo y de los efectos para nuestras vidas, familias, estabilidad económica y o futuro. Importante hacer esta lectura para darnos cuenta de la manera como encontramos siempre a los culpables.
S e estaba promoviendo la exportación colombiana de artículos de cuero hacia los Estados Unidos y un investigador de la firma Monitor decidió entrevistar a los representantes de los dos mil almacenes que vendían estos productos en el exterior. La conclusión de la encuesta fue determinante: los precios de tales productos eran muy altos y la calidad baja, por eso habían dejado de exportar los cueros colombianos y estaban reemplazándolos por los de otros países.
El investigador se dirigió entonces a los fabricantes de esos productos (entre los cuales estaban bolsos, chaquetas, sillas de montar y muchos más) para preguntarles sobre dicha conclusión y recibió esta respuesta: “eso no es culpa nuestra; las curtiembres tienen una tarifa arancelaria de protección del quince por ciento para impedir que lleguen los cueros argentinos”.
A continuación, les preguntó a los propietarios de las curtiembres y ellos contestaron: “no es culpa nuestra. El problema radica en los mataderos porque allí sacan cueros de mala calidad, sin ningún cuidado en dañarlos o partirlos. Como la venta de carne les reporta mayores ganancias con menor esfuerzo, los cueros les importan muy poco, solo les interesa el beneficio de la carne para los frigoríficos”.
Entonces el investigador, armado con toda su paciencia, se fue a un matadero. Allí le dijeron: “no es culpa nuestra; el problema de la calidad de los cueros es que los ganaderos gastan muy poco en venenos contra las garrapatas y los nuches, además, marcan por todas partes a las reses para evitar que se las roben. Esto prácticamente destruye los cueros”.
Finalmente, el investigador decidió visitar a los ganaderos. Ellos también dijeron: “no es culpa nuestra; esas vacas insensatas se restriegan contra los alambres de púas para rascarse las picaduras, por eso los cueros están llenos de rayaduras y cicatrices”.
La conclusión del consultor extranjero fue muy simple: los productores colombianos de cuero no pueden competir en el mercado de Estados Unidos “¡porque sus vacas son unas estúpidas!”. En conclusión, la exportación de cueros es deficiente debido a que las vacas colombianas son unas majaderas.
Dicho por una firma internacional esto tiene su importancia. Pero los seres humanos hemos sacado conclusiones parecidas todo el tiempo. Si se cae un puente o un edificio o una carretera suele oírse: “eso no es problema mío, pregúntele al constructor, yo solo financié la obra”. “¿Yo? Pregúntele al diseñador”. “No tengo nada que ver —dice el diseñador— eso es problema de los materiales”. Y así sucesivamente hasta que le echan la culpa a un pedazo de roca, a la lluvia, a la mala suerte o a la divina Providencia…
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Michael Fairbanks, “Cultural Matters: How Values Shape Human Progress”, en Lawrence E. Harrison y Samuel P. Huntington (eds.), Changing the Mind of a Nation. Elements in a Process for Creating Prosperity. New York, Basic Books, 2000. Contribución inicial del profesor de Uniandes Fernando Cepeda Ulloa. El 23 de octubre de 2000, Jaime Lopera publicó su columna habitual en el diario Portafolio con el título original que le dio nombre a este libro.
La virtud de escuchar
Aquietar el espíritu y sintonizarnos con los latidos del corazón nuestro y de los demás es una forma de adquirir la virtud de saber oír.
C uentan que un rey de un antiguo reino chino envió a su primogénito a estudiar donde el gran maestro Pan Ku con el objeto de prepararlo para la sucesión en el trono.
El sabio lo remitió enseguida con sus ayudantes a escuchar los sonidos de un bosque solitario. El Príncipe T’ai regresó del bosque al cabo de unos meses y describió la entonación de las lechuzas, el rugido de las fieras, el susurro del viento, el zumbido de las abejas, el rumor de los arroyos, el llamado de los pichones, el gorjeo de los pájaros, el serpentear de las culebras.