Martes, 8 de septiembre
Primer día de cole. Este año, lo del colegio de los niños lo voy a clavar al cien por cien. ¡Yo puedo con lo que sea! Durante este curso me organizaré así:
06:00: Levantarme, ducharme, ponerme la moderna y elegante ropa sacada de mi minimalista vestuario básico que dejé preparada anoche; aplicar un maquillaje ligero a la par que sofisticado, tal y como aconsejan en Pinterest, que remataré con un lápiz de ojos elegante y ligero; secar el pelo y, siguiendo de nuevo los dictados de Pinterest, recogerlo en un moño de esos que parecen fáciles para crear en conjunto una imagen moderna a la vez que clásica y con un toque personal. Una vez que esté perfecta, arreglaré la casa para que al final de la jornada podamos regresar a un entorno sereno y acogedor.
07:00: Despertar a mis adorados muñequitos y ofrecerles un surtido de saludables desayunos caseros; contestar sonriente que claro que pueden ayudarme a preparar las tortitas o los gofres o los huevos revueltos; sonreír con amor maternal al ver la concentración que se refleja en sus caritas llenas de entusiasmo mientras colaboran en armonía para elaborar sus deliciosas creaciones mientras yo, por mi parte, preparo una cena para chuparse los dedos en la olla de cocción lenta.
07:45: Mandar a mis adorables hijitos a que se laven y se vistan, lo que huelga decir que es una actividad rápida y sencilla porque sus uniformes quedaron preparados la noche anterior.
Mientras ellos se visten yo puedo meter rápidamente los platos del desayuno en el lavavajillas, y después solo tengo que sacar de la nevera las fiambreras que les dejé preparadas con la nutritiva comida del mediodía, que incluirá bocadillos decorados con caras graciosas y una amplia selección de fruta natural cortada en formas divertidas.
08:00: Cepillarle el pelo a Jane y hacerle unas trenzas o algo similar; pasar un peine por el pelo de Peter, dispondré entonces de diez minutos para contarles un bello cuento antes de dedicar cinco minutillos a unos últimos retoques finales; llega la hora de ponerse los zapatos y los abrigos.
08:25: Salir rumbo al cole, entonando quizás entusiastas canciones, y pasar por el parque para que el perro pueda correr un poco por el camino; ver a mis queridos querubines correteando entre las hojas caídas, ver cómo juegan juntos y con mi precioso perrito; sentirme satisfecha sabiendo que respirar el aire fresco y hacer ejercicio antes de entrar a clase habrá estimulado sus jóvenes cerebros y estarán listos para absorber información como esponjas.
8:50: Despedirme amorosa de mis preciosos retoños en el patio del colegio con un montón de abrazos y besos antes de regresar a casa a paso brioso con el perro y entonces, una vez que el animalito se aposente en su canasta para esperar relajado a que la chica que lo saca a pasear llegue al mediodía, montarme en mi coche recién lavado y poner rumbo al trabajo.
15:15: Recoger del cole a los dulces muñequitos. Charlar cordialmente con las otras madres en el patio sobre temas inocuos y neutrales.
15:30: Darles a los niños un tentempié nutritivo, a poder ser debería incluir granola casera; mientras ellos comen, revisar ambas mochilas y leer con detenimiento cada carta y tomar nota de todas las actividades/salidas/solicitudes. Estaría bien tener carpetas de distintos colores para cada niño donde guardar esas cartas y poder encontrarlas fácilmente cuando sea necesario. Revisar las agendas para ver los deberes que les han puesto, elaborar un horario equilibrado para que cada noche puedan completarse varias tareas.
15:45: Mandar a los niños a que se cambien de ropa para las obligadas actividades extraescolares típicas de la clase media.
16:00: Llevar a los niños a natación/música/tenis/baile/ jiu-jitsu , tal y como debe ser; en caso de que solo uno de ellos esté haciendo alguna actividad, pasar ese rato estrechando lazos con el otro y conversar con él sobre cómo le ha ido el día o sobre sus esperanzas/sueños/ambiciones. Si los dos están practicando alguna actividad, ponerme al día con los correos electrónicos del trabajo que tenga pendientes, tal y como debe hacer una eficiente mujer trabajadora del siglo veintiuno.
17:00: Supervisar las tareas que se hayan seleccionado del horario que habrá sido planeado con tanto esmero.
17:30: Servir una cena casera que estará deliciosa y que habré preparado sin esfuerzo alguno en la olla de cocción lenta. Tomarme un breve momento para sentirme satisfecha de mí misma por lo excelente madre que soy, y sentir lástima por quienes carecen de mi aguda capacidad de organización y de mis incomparables instintos maternales.
18:00: Supervisar las prácticas de piano y repasar la ortografía y las tablas de multiplicar.
18:45: Permitir media hora de tele.
19:15: Hora del baño.
19:45: Hora de acostarse. Leer otro capítulo del educativo libro que hayan elegido los niños.
20:00: Premiarme a mí misma por mi productiva jornada con una reconfortante taza de té verde.
Este año no se va a repetir ni por asomo lo del año pasado, en el que los días acababan por ir así la mayoría de las veces:
05:00: Despertar por el ruido de un crío bajando la escalera como una tromba; bajar medio dormida y trastabillante para ver qué pasa y encontrarme al crío en cuestión encorvado en el sofá y pegado al iPad; ordenarle airada a ese endiablado monstruo malcriado que vuelva a la jodida cama de inmediato; acostarme de nuevo hirviendo de furia; dormirme de nuevo por fin justo antes de que suene la alarma del despertador.
06:00: Apagar de un manotazo la alarma del despertador.
06:10: Darle otro manotazo al despertador.
07:10: Despertarme de golpe, meterme en la ducha a toda prisa, vestirme con lo primero que tengo a mano, sufrir un pequeño sofocón porque el trasero se me ha expandido a tope y no puedo subirme las bragas más allá de las rodillas, darme cuenta de que al vestirme con tanta prisa no me he dado cuenta de que había unas bragas de Jane en mi cajón y estoy intentando ponérmelas; sollozar de alivio porque, aunque no tenga el más firme y respingón de los traseros, desafío a cualquier mujer adulta a que consiga enfundar el suyo en las bragas de una niña de ocho años. Bajar la cabeza y poner el secador al máximo, contemplar con desaliento el desmelenado pelo tipo puercoespín y recogerlo en una coleta con una goma de Hello Kitty; intentar fingir que en realidad quiero llevar una goma de Hello Kitty como reflejo de mi individualidad única y poco convencional. No lo logro ni por asomo.