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Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
¿Por qué mamá está siempre cabreada? El día a día de una madre desesperada
Título original: Why Mummy Swears. The Struggles of an Exasperated Mum
© 2018, Gill Sims
© 2022, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.
Publicado por HarperCollins Publishers Limited, UK
© Traductor: Sonia Figueroa Martínez
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Esta edición ha sido publicada con autorización de HarperCollins Publishers Limited, UK.
Diseño de cubierta: © HarperCollins Publishers Ltd 2018
Ilustración de cubierta: © Tom Gauld/Heart Agency
Maquetación: MT Color & Diseño
ISBN: 978-84-9139-746-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Para AE y AT
Lunes, 18 de julio
Me queda una semana hasta que comiencen las vacaciones de verano, y no puedo evitar sentir una envidia enorme de los padres de los famosos Cinco de Enid Blyton: en primer lugar, papi y mami se limitaban a enviar a Julián, Dick y Ana a casa de la tía Fanny y el tío Quintín a la mínima oportunidad; acto seguido, la mentada tía los mandaba a islas y cerros y acantilados PLAGADOS DE CRIMINALES, MATONES Y CONTRABANDISTAS para que su tío pudiera trabajar tranquilo en sus inventos. Me he preguntado a menudo si yo podría hacer algo similar; al fin y al cabo, en una ocasión inventé una fabulosa aplicación con la que gané ingentes cantidades de dinero durante un tiempo, aunque el mundo de las aplicaciones es cambiante como una veleta y el éxito de hoy queda en el olvido mañana y ya no lo compra nadie. Estoy segura de que podría conseguir otro exitazo como ese si tuviera forma de mandar a los niños a pasar este verano al campo, donde vivirían en plan salvaje rodeados de naturaleza (y dejarían de pasarse el día holgazaneando y comiendo galletas). Si mal no recuerdo, los inventos del tío Quintín nunca generaban dinero y ese era el motivo de que la tía Fanny y él fueran pobres y tuvieran que cuidar a los asilvestrados primos. Por eso me parece doblemente injusto que hoy en día esté tan mal visto que, en el primer día de vacaciones, les des a tus hijos una bici y unos bocatas y les digas que no vuelvan a casa hasta que llegue la vuelta al cole. A ver, es que Jane tiene once años, edad de sobra para lanzarse a veranear al estilo de los Cinco; de hecho, en una ocasión le sugerí esperanzada la idea cuando estábamos en medio de una de nuestras frecuentes discusiones sobre los motivos por los que todavía no se le permite tener una cuenta de Instagram, y ella señaló que ese plan estaba plagado de ilegalidades y amenazó con llamar por teléfono a los de Protección de Menores como se me ocurriera volver a sacar el tema.
Me fastidia especialmente lo de los gastos asociados a las vacaciones de verano. He estado leyéndole los libros de los Cinco a Peter, aunque podría decirse que es más o menos en contra de su voluntad porque, según se me informa cada noche, él preferiría mil veces ver los vídeos del youtuber de videojuegos DanTDM a aguantar otro capítulo más de ese maravilloso universo blytoniano repleto de chanzas, travesuras y pérfidos delincuentes comunes que ven frustrados sus planes. En cuanto a Jane, huelga decir que eso de que le leyeran un relato cada noche le pareció una actividad muy infantil en la que no estaba dispuesta a parti cipar, así que acordamos que leería algo por su cuenta. Me pare cía una oferta muy razonable hasta que, después de leer dos capítulos de Ana de las Tejas Verdes , anunció que era una estupidez y un aburrimiento y que no entendía por qué Ana se pasaba el día divagando sobre la imaginación, y yo le grité que no tenía alma y que estaba claro que me habían dado el cambiazo en el hospital porque ninguna hija mía hablaría así de Ana Shirley. De modo que ahora finjo no darme cuenta de que se dedica a ver tutoriales de maquillaje en YouTube en vez de pasear por los cautivadores senderos de Avonlea junto a Gilbert Blythe (que todavía me tiene loquita, por cierto).
Peter, por su parte, no ha llegado al punto de quebrantar mi espíritu como su hermana, y sigo obligándole a sentarse conmigo para recorrer la isla de Kirrin, pero me parece que ha decidi do recurrir a la guerra química para librarse de nuestras sesiones de lectura porque yo juraría que se tira muchos más pedos que de costumbre cuando nos sentamos a leer (y eso ya es mucho decir, teniendo en cuenta que se trata de un niño que una vez anunció con orgullo que sus flatulencias habían hecho que una profesora se sintiera descompuesta). En una o dos ocasiones hemos tenido que terminar el capítulo antes de tiempo por los lagrimones que me empañaban los ojos.
En teoría, este verano debería resultarme menos pesado que los anteriores porque hace tres meses tomé la (puede que bastante cuestionable) decisión de darme de baja voluntaria en el trabajo. Albergaba ambiciosos planes de convertirme en una gran desarrolladora de juegos y aplicaciones, planes que se sustentaban en el hecho de que dos años atrás creé un juego que bauticé Un gin-tonic para mamá . Causar baja voluntaria me pareció una oportunidad brillante para tener un colchoncito económico hasta que se me ocurriera el siguiente juego de éxito. Cuando dejé mi antiguo trabajo, tenía en mente una plétora de ideas brillantes y estaba convencida de que tan solo necesitaba algo de tiempo para convertirlas en algo espléndidamente lucrativo, pero, cuando llegaba el momento de transformarlas en un juego o una aplicación, digamos que eran un poco…, en fin, son un asquete. Por otra parte, el hecho de que sea muy pero que muy desastrosa a la hora de trabajar en casa y gestionar bien mi tiempo puede que tenga algo que ver con mi escasa productividad; además, después de pasar años soñando con huir de la oficina, he descubierto que puedes sentirte muy sola cuando trabajas en casa y no tienes a nadie con quien hablar (he llegado al punto de echar de menos a Jean, que trabajaba en la sección de Envíos y tenía por costumbre dar largas y detalladas explicaciones sobre el estado de su vesícula). Ah, y cuando te pasas el día entero sola en casa terminas comiéndote una cantidad espectacular de galletas de chocolate, así que, además de sentirme sola y de estar fracasando en mi empeño de lograr grandes cosas, resulta que he engordado y que ahora me alarmo con el tamaño de mi trasero cada vez que lo veo por casualidad en algún espejo. Me siento como uno de esos libros infantiles de cartón tipo Ese no es mi trasero, es demasiado enorme …
En fin, ahora que se avecina el verano, he estado reservando plazas en campamentos deportivos y acordando horarios con cui dadoras infantiles. Y también estoy haciendo complejos tratos con mis amistades para ir quedándonos a los niños por turnos, con el fin de que todos podamos intentar sacar adelante algo de traba jo y, al mismo tiempo, tener a nuestros respectivos retoños vigilados sin gastar ingentes cantidades de dinero. Obviamente, terminaremos gastando un pastón de todas formas, ya que habrá que proporcionarles actividades con las que los niños puedan entretenerse durante el verano, y también hay que alimentarles a intervalos alarmantemente frecuentes (cabe preguntarse cómo se las arreglan cuando están en el cole y no pueden graznar constantemente pidiendo algo de picar cual hambrientas crías de estornino, que, con el pico abierto, exigen que se las alimente una y otra vez).