Candela
El pasado junio cumplí veinte años y estoy mejor que nunca. He acabado por fin el bachillerato y estoy pensando en qué hacer en el futuro. Lo que más me llama la atención es hacer algo con animales, quizá Veterinaria o algo así. De momento, como no lo tengo claro, le estoy dando vueltas a la idea de irme un año a trabajar al extranjero y mejorar mi inglés.
Visto con perspectiva, creo que lo que vivimos fue positivo. No voy a decir que me alegre, pero sí que estoy en paz con lo que sucedió. En muchos sentidos nos ha ido bien, pues ahora somos una familia mucho más unida. A diferencia de hace unos años, siento que tenemos un hogar y los tres hemos salido súperfortalecidos. Además, mi abuela se ha venido a vivir a temporadas con nosotros hace poco y nos llevamos muy bien. Ah, y tenemos dos perretes, Tembo y Kubwa, que en suajili significan «elefante» y «grande», respectivamente.
El primero en llegar a casa fue Tembo. Recuerdo que me sentía un poco sola y se me ocurrió tener un hurón. Mi madre bromeó: «Claro, como no te dejé tener ratas…». Pero luego me dijo: «Un hurón no, pero un perro sí». Así que empecé a buscar en perreras, a través de amigos… Tenía el WhatsApp lleno de fotos de cachorros preciosos. Pero antes de concretar nada, un día me llamó mi madre y me dijo que le habían ofrecido un ratonero bodeguero, que es una raza española de tamaño pequeño que proviene de Andalucía. «Te recojo en el insti y vamos a ver la camada». No me lo podía creer. Cuando los vimos, enseguida me fijé en Tembo. Lo vi y dije: «Este». Lo tenía clarísimo. Fue un voto de confianza de mi madre, porque el perro era mío y me tenía que encargar de sacarlo a pasear, de darle la comida y de todo.
Al cabo de un año me hablaron de otra camada y le dije a mi madre: «Mamá, ya tenemos la parejita». Gonzalo se resistió, opinaba que ya teníamos bastante con uno. Pero mi madre aceptó. Creo que, después de lo que había pasado, estaba tan contenta de tener un hogar y de que sus hijos estuviéramos bien que casi le daba igual tener un perro que diez.
En estos momentos de mi vida me siento con mucha más claridad que cuando fumaba. En los últimos años he leído muchos libros de autoayuda y soy mucho más consciente de los juegos de mi mente, de las trampas que a veces me tiende mi «ser pensante», que antes me hacía tener complejos y actuar de una manera más impulsiva, que me metía el dedo en la llaga. Antes lo tenía súperpotenciado, pero ahora soy más capaz de desactivarlo y de impedir que me haga daño. Tengo mucho más control emocional.
Alguna vez Gon y yo hemos quedado con Rulo para comer o tomar algo. Le estoy muy agradecida por seguir estando ahí, aunque ya no haga terapia. Siempre me repite que por mi forma de ser voy a sufrir más que Gon, pero que la madurez está en saber afrontar ese sufrimiento, en ser capaz de salir de él o de levantarse después de sufrir. Mi naturaleza es la que es y eso es muy difícil de cambiar.
Mientras decido qué estudiar o a qué dedicarme, en los últimos meses he ayudado a mi madre un par de veces con temas de su trabajo. Me ha pedido que hable con las hijas adolescentes de algunas de sus clientas que estaban mal. Está contenta porque dice que se me da bien e incluso me ha animado a estudiar Psicología.
Como digo, no sé lo que haré, pero estoy animada a estudiar y a seguir aprendiendo, porque he descubierto que todos los momentos de la vida, incluso los más difíciles, siempre te enseñan algo.
Gonzalo
Soy consciente de que las personas con TDAH tenemos que seguir trabajando en nuestra psicología toda la vida. La tendencia a saltar de una cosa a otra y buscar constantemente nuevos estímulos es tan fuerte que, aunque sepas que no debes hacerlo, vuelves a caer en comportamientos que a la larga te perjudican. Es como si perdieras la visión a largo plazo y te quedaras solo en la satisfacción inmediata. En algún lugar de tu cerebro sabes que esa satisfacción te va a traer más tarde problemas, pero no puedes evitar entregarte a ella.
Mi situación ahora, con veintiún años, no es tan grave como cuando tenía diecisiete o dieciocho. A base de terapia he conseguido algunos avances importantes. Uno de ellos, por ejemplo, es que estoy estudiando una diplomatura de Artes Gráficas y Animación. Casi he acabado segundo, aunque me he dejado algunas asignaturas porque no me veía capaz de aprobarlas. Ahora estoy pensando en dejarlo y hacer un curso de tatuador. El tema del tatuaje me gusta y creo que lo haría muy bien. Se lo he dicho a mi madre, pero ella insiste en que acabe la diplomatura. Dice que tengo que acostumbrarme a acabar las cosas que empiezo, que eso me ayudará luego en la vida. No sé qué hacer, ya veremos.