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Raquel Martos - No pasa nada y si pasa, se le saluda

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Raquel Martos No pasa nada y si pasa, se le saluda
  • Libro:
    No pasa nada y si pasa, se le saluda
  • Autor:
  • Editor:
    Grupo Planeta
  • Genre:
  • Año:
    2013
  • Índice:
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No pasa nada y si pasa, se le saluda: resumen, descripción y anotación

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Luz

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Índice

One morning soon

You will find

Some wings on my mind

To take me high

So if you hear a sound

From down here on the ground

My friends

It’s only me

Trying to fly

Trying to fly

I would love to fly

Because I’m tired of being

Down here on the ground

Una mañana de estas

encontraréis

unas alas en mi mente

que me llevarán lejos.

Así que, si escucháis algo

desde aquí abajo, desde el suelo,

amigos míos,

solo soy yo

tratando de volar,

tratando de volar.

Me encantaría volar

porque estoy harto de estar

aquí abajo, en el suelo.

Down here on the ground,

de Lalo Schifrin y Gale Garnett.

A Carmen Ángela, mi madre.

P RIMERA SEMANA

Portami via da qui

se vuoi

e vengo con te

con la tua voce.

(Llévame lejos de aquí

si quieres

y me voy contigo

con tu voz).

La tua voce, Gianmaria Testa.

¿Se puede tener frío y calor a la vez? Sí, se puede, a mí me está pasando ahora mismo. Nunca me había sentido así. Es mi primera vez y tengo miedo, mucho. Tumbada, desnuda, tapada tan solo con una sábana y esperando a que llegue él, el corazón me late a mil. Estoy muy asustada.

Ayer traté de mantenerme ocupada para no pensar en ello y me pasé el día fuera de casa. Por la mañana fui a correr y de ahí a clase de Pilates. Después me acerqué a Etam para comprar ropa interior y a mediodía comí con Marián. Ella es la única que consigue calmarme cuando entro en pánico. Pero esta vez ni siquiera sus superpoderes consiguieron tranquilizarme, no se lo dije por no preocuparla, pero salí de la comida tan acojonada como cuando entré al restaurante.

Por la tarde me di una sesión de láser para asegurarme de que no tengo en el cuerpo ni un solo pelo que no quiera tener y después me hice la pedicura. Estaba tan nerviosa que no paré de hablar con Débora, mi esteticista, cosa bastante extraña; normalmente, en el terreno de juego de la conversación, ella tiene el mayor porcentaje de posesión de la palabra.

Solo pudo abrir la boca para ofrecerme una nueva laca de uñas rojo cereza, que queda espectacular. Débora utiliza este adjetivo para todo: para ella puede ser espectacular una máscara de pestañas, el polvo que echó el fin de semana o el dolor menstrual de cada mes: «tengo un dolor de ovarios espectacular, cariño», suele decir. Débora es una tía adorable, una sufridora disfrutadora que lleva tatuados, alrededor de los ojos, los mil palos que le ha dado la vida, pero que jamás pierde la oportunidad de darse un homenaje: «Comer, beber, follar y reírse, cariño, no hay más, todo lo demás es una mierda espectacular».

Yo siempre me dejo aconsejar por Débora, nadie como ella sabe tanto de la vida y de las lacas de uñas, pero esta vez, con todo el dolor de mi corazón, le dije que no. Él fue muy claro el último día que nos vimos:

—Nada de esmalte en las uñas, nada de maquillaje, ni pendientes, ni anillos.

Y he obedecido, en esto y en todo lo demás, a él no puedo llevarle la contraria, estoy en sus manos. Qué agobio, por Dios.

Tengo que reconocer que es guapo. Bueno, guapo o atractivo, no sé. Como diría Marián, tiene un «oye». Puede que sea su voz, la seguridad que proyecta, el modo en que mueve las manos... No está nada mal para la edad que le calculo.

Me gusta, me gusta en el sentido literal de gustar, sin más. Que quede claro: no me casaría con él; en realidad, a estas alturas de mi vida no me casaría ni con él ni con nadie, ni con Clive Owen aunque me lo pidiera de rodillas en un programa de testimonios de la tele. Bueno, es que si Clive hiciera eso, lo mandaría a la mierda: pedir matrimonio en público es causa de divorcio.

Este tío tiene carisma, tiene algo que le hace especial, lo cual no me tranquiliza demasiado, pero ya que va a ser él... mejor que esté bueno, a nadie le amarga un bombón.

Me va a estallar la cabeza de pensar en tonterías para evadirme. Debe de estar a punto de llegar y yo estoy temblando como una adolescente antes del examen de selectividad. Soy boba, lo sé, no soy ni la primera ni la última que pasa por esto y además lo necesito urgentemente. Es imprescindible que lo haga, pero acojona, me aterra saber que dentro de unos minutos él decidirá sobre mi cuerpo y yo no podré hablar, ni moverme, ni defenderme. Mierda, estaba muy segura hasta hoy, hasta hace un minuto, pero ahora no sé si quiero, empiezo a arrepentirme.

—¿Qué tal? ¿Nerviosa?

—¡Qué susto...! Un poco.

—Ja, ja, ja. No muerdo, mujer.

—Ya.

—Tranquila. Lo voy a hacer muy bien. Relájate y confía en mí. Enseguida vengo y empezamos...

Es la voz, es eso lo que le hace atractivo. La voz y... la firmeza con la que habla. Me abruma, él de pie, yo tumbada, estoy en clara inferioridad de condiciones, me siento indefensa, vulnerable.

No puedo, no puedo. ¿Y si le digo que no quiero seguir adelante, que me voy? Quedaré como una estúpida, como una niña acojonada, como una inmadura. ¿Y qué? Me importa un pito lo que piense este tío de mí, solo quiero irme a casa, abrazar a mi chico... en el supuesto caso de que tuviera chico, la verdad es que estoy más sola que un juez de pista. Mierda, mierda, mierda. ¡Qué cojones hago aquí!

—All you need is love... all you need is love...

El que tararea es otro, uno al que nunca había visto antes. Lo que me faltaba, que me canten.

—¿Qué tal, guapa?

—Bueno, regular.

—Tranquila, ya verás qué bien. ¿Qué vas a hacer cuándo acabemos?

—Irme a casa. —Estoy a punto de llorar—. A mi casa.

—Muy bien. ¿Cuántos años tienes?

—Treinta y... ¿Me va...? ¿Me va a anestesiar ya?

—Ya te he anestesiado, reina mora. Dulces sueños.

Me duele, me duele mucho la garganta y estoy mareada, como si me hubiera tomado cuatro copas y me hubiera fumado dos porros. Tengo ganas de vomitar.

—¿Qué tal, guapa? ¿Cómo estás?

—Mal...

—No, no hables, no puedes hablar. Te han quitado dos buenos nódulos de las cuerdas vocales...

Vamos a ver, si no puedo hablar, ¿para qué coño me pregunta?

—Soy la enfermera de esta zona. Acabo de ponerte un Nolotil en la vía, para el dolor. Esto es reanimación, vas a estar aquí unas horitas hasta que te espabiles y luego te pasamos a la habitación. Cualquier cosa, me llamas.

Sí, te llamo, claro, con una vuvuzela. Que no puedo hablar, esta tía es tonta...

—Aquí tienes un timbre.

Vale, la tonta soy yo, hay un timbre.

—Hala, quédate aquí tranquilita.

Sí, tranquilísima, en este sitio horrible. En la sala de reanimación hay otras personas recién operadas. En medio del globo que llevo, por culpa de la anestesia, veo camillas, goteros con suero y monitores que marcan constantes vitales. Me siento como un marine esperando en el hospital de campaña a que venga alguien a amputarme una pierna. «¡Salvad a la soldado Díaz, por Dios!».

Estoy aquí porque me casqué la voz a fuerza de utilizarla mal. Poco a poco fui perdiendo brillo, timbre, fuerza... Mi amigo Juan dice que últimamente tenía la voz como la de un granjero de Oklahoma y que me reía como Lindo Pulgoso. Es que él se lo toma todo a coña; a mí no me hacía ninguna gracia el asunto, la voz es mi herramienta de trabajo, soy locutora. Es como si un futbolista de primera división se lesiona y se pierde una liga. Claro que yo ni soy futbolista ni estoy en primera división.

Dicen que antes de quedar atrapado definitivamente en las redes de la anestesia conviene pensar en algo bello, concentrarse en una imagen agradable o en un bonito recuerdo, porque de eso depende que tu despertar sea más o menos traumático. Así que cuando el anestesista cantante me ha avisado de que estaba a punto de desaparecer del mundo consciente, he intentado volver corriendo a alguna de mis mejores noches de lujuria y desenfreno —que alguna ha habido—, pero nada, no he podido, mi último pensamiento ha sido para el curro, me he dormido preocupada pensando en cómo se las van a apañar sin mí en estos días de convalecencia. Yo saco tanto trabajo adelante... Por eso me encuentro tan mal, seguro, es pensar en la empresa y me entran sudores...

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