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Amelia Robin - Si pudiera odiarte

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Amelia Robin Si pudiera odiarte

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DisPareja Vol. I
Si Pudiera Odiarte

Amelia Robin

Si Pudiera Odiarte -2014 Amelia Robin

Portada: RoMax

Todos los derechos reservados

Para mamá y mi hermana, por su amor incondicional y apoyo. Estamos juntas en esto.

A mi papá.

P ara mis queridas lectoras de Wattpad, mi eterna gratitud.

Índice de contenido

Capítulo 1 Atrapada con él

Es la broma más cruel del destino, el profesor Miranda forma los equipos de trabajo como se le pega la gana. Y en lugar de ponerme con mi amiga del alma Clara, lo hace con ese monstruoso de Alex.

Se llama Alejandro en realidad, pero quiere hacerse el interesante porque odia su nombre.

Clara, la muy boba no vino a clases, y a pesar de mis súplicas al profesor y por más que le explico que nosotras dos siempre hacemos equipo, sigue diciendo que no. Y yo sigo convencida de que lo ha hecho a propósito porque me odia.

Escucho las risitas en todo el salón. Todo el mundo sabe que Alex es un malviviente, hace payasadas y cuando no, es un bravucón.

No sólo es el hecho de que llegue golpeado a la escuela, o que se ofenda cuando le dicen miedoso (igualito que Marty McFly cuando lo llaman gallina), sino que además, escupe en el suelo y sus eructos resuenan por toda la plaza cívica.En pocas palabras no es un príncipe azul.

De acuerdo, sé que no existen, pero una chica puede soñar ¿no lo hacemos todas?

Recuerdo que cuando pasé a segundo año, o sea el curso anterior; estaba segura de que tarde o temprano me tocaría hacer equipo con Daniel, el chico más guapo del mundo. Sería mi oportunidad perfecta para hablar con él y que viera en mi interior y descubriera que yo era su alma gemela.

Parece exagerado, pero era la única manera. No iba a llegar a hablarle de la nada cuando nunca habíamos cruzado palabra ¿verdad? Seguro que se burlaban de mí y quizá él me miraría como si me hubiera equivocado de persona o algo así. Era un riesgo que no podía correr. Y ahora, teniendo esta mínima oportunidad, el encuentro de nuestras almas está cada vez más lejano.

¡Claro que el profesor Miranda no podía ponerme con Daniel, tenía que ser el adefesio mal hecho de Alex!

Es la clase de cosas a las que estoy acostumbrada.

Por ejemplo si voy por un pasillo, junto con digamos otras diez chicas alrededor y un grupo de chicos juega con un balón, yo soy la que ruega que por todos los cielos no me vayan a golpear con el. Y siempre soy la golpeada, en el trasero o la cabeza, donde sea más humillante.

Si al maestro se le ocurre preguntar qué vimos la clase anterior, el primer nombre que escoge de la lista es el mío, y por su puesto, aunque yo haya estado presente, me quedo completamente en blanco.

También soy la última a la que escogen en los equipos de baloncesto, pero supongo que eso no es por mala suerte, sino porque soy pésima en deportes. Qué se le va a hacer.

A estas alturas ya quedó claro que no soy la dicha y la felicidad andando. No como Vanesa la reina de la fortuna.

Tiene que serlo, porque si no no se explica que su cabello siempre huele a lavanda aún después de un día caluroso y ni un sólo pelo está fuera de lugar. Su cara sigue perfectamente lisa y maquillada de forma sutil para el final de las clases, mientras que yo termino sudada como cerdo y luchando por acomodar mi greñero. Además tengo esta cara de susto perpetuo.

Pero no sólo es su apariencia, válgame tampoco soy tan superficial. Me refiero a que su vida parece una comedia musical. Saca buenas calificaciones sin esforzarse, le cae bien a todos y hasta los maestros la adoran. Cuando cumple años, su papito querido le envía flores y globos al salón, y todos la alaban por ello.

―” Ay, Vanesa qué lindo arreglo.”

―” Eres la consentida de todos.”

Si eso me pasara a mí seguro que los demás me tacharían de mimada.

Claro que no tengo qué preocuparme. Mi papá sólo se da cuenta de que existo cuando saco malas calificaciones o cuando derramo algo en la mesa.

― Cuando quieras Anabel...―dice el profe, esperando que yo vaya junto a Alex o Alex junto a mí para seguir formando los equipos.

No me puedo mover.Comprendo que las esperanzas de que sea un error se han esfumado. Escucho el chirrido de la banca de Alex al fondo del salón y conforme se dirige hacia mi lugar vuelven a oírse las risitas tontas.

Quisiera poder echarme a llorar porque esto no es justo. Ahora nunca podré hablar con Daniel ni se fijará en mí. Ya no verá quien soy yo realmente.

¿De verdad se puede sufrir tanto por un chico al que ni le hablo? Pues si, pero lo más frustrante es que nunca me toca lo bueno a mí.Tenía que estar condenada con el delicuente del salón.

Tenía qué ser, no debería de sorprenderme.

Capítulo 2: Reina del drama

Cuando siento que Alex jala la banca contigua y se deja caer a mi lado no me atrevo a voltear. Su figura es una mancha borrosa en la esquina de mi ojo y espero que así se quede por el resto de la clase. Siento el leve roce de su codo y me pongo muy tiesa. Luego estira las piernas por debajo de la banca invadiendo mi espacio personal. Subo los pies en la rejilla donde van los cuadernos.

― Rápido, rápido, Godínez a su equipo, fájese la camisa Rojas, Zavala, escupa ese chicle.

El salón es un revuelo de voces y sonidos metálicos. Pero yo lo escucho muy lejos. Me siento como en el primer día de clases cuando no conocía a nadie.Gracias a Dios que Clara y yo nos hicimos amigas muy rápido en aquel entonces ¿pero ahora?

― Bueno, ahora pongan atención y anoten porque no voy a repetir.

― ¿Eh? ¿Qué dijo profe?―dice Rojas que esta muy ocupado derritiendo un bolígrafo con un encendedor.

Sin esperar a Rojas, ni a nadie más, el profesor se pone a dictar las indicaciones para el trabajo. Y yo intento que no se me escape ni una palabra.

De pronto siento un leve tirón en uno de los mechones de mi cabello. Es Alex, que sólo hace un ademán alrededor de su lapiz para que le preste un sacapuntas. Esta todo despatarrado en el asiento. Me mira con sus ojos grandes, son casi bonitos, sin embargo sus cejas pobladas le dan el aspecto de un maníatico.

Con manos temblorosas rebusco en mi estuche de lápices y se lo dejo encima de la banca, luego me hundo en mi cuaderno. Suelta aire por la nariz cuando se ríe por lo bajo.

― Psst Ana ¿Qué dijo al principio?―dice dándome un suave codazo mientras mordisquea la goma gastada de su lapiz.

― Te lo paso a la salida―susurro.

― Callados ustedes dos―suelta el profesor y pronto los gritos de tono pícaro me ensordecen

Yo no quería esto.

Ser emparejada en la imaginación de mis compañeros con semajante troglodita es lo más humillante que ha podido pasarme. Mi amado Daniel ¿qué estará pensando de mí en este momento?

Sin embargo Alex sonríe de oreja a oreja. Voltea hacia sus amigos dispersos y guiña un ojo, lo que provoca las risas de los demás.

No comprendo cómo el profesor está siempre listo para hacer silencio, pero ahora parece no darse cuenta.

La bendición llega cuando suena el timbre de salida. Alex se levanta cuando el maestro da las últimas indicaciones y yo guardo mis libros con ganas de salir corriendo.

En el corredor está Alex recargado en la pared con su grupo de amigos. Lo quiera o no tengo que ponerme de acuerdo con él para hacer el trabajo.Saco mi celular dispuesta a pedir su número y hacer todo por mensaje de texto.

Conforme me aproximo los escucho hablar.

― Qué mala suerte, te tocó con una fea, rara y sonsa―dice uno.

― Mejor una rara sonsa que una nerd―contesta.

Desearía haberme dado la vuelta y ahorrarme la vergüenza pero en lugar de eso me quedo parada un segundo más de la cuenta.

Siento cómo me hierve la sangre y quiero soltarme a llorar.Pero paso saliva y respiro.

― Ni que tú estuvieras tan guapo―le contesto sin un temblor en la voz, tanto que al principio me sorprende ser yo la que habla.

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