Jennifer Greene
Matrimonio por Honor
Matrimonio por honor (1999)
Título Original: The honor bound groom
Seriemultiautor: 1º Los Fortune de Texas
La boda era un error. A Kelly Sinclair le había parecido una idea estupenda casarse dos semanas antes, y también la semana anterior, e incluso cuando se había despertado aquella mañana. Pero en ese momento, no podía decir lo mismo. Ya que había comenzado a darse cuenta, con una brillante lucidez, de que iba a ser muy duro pasar por todo aquello.
El ramo de gardenias blancas que sostenía en sus manos comenzó a temblar sin que lo pudiera remediar. Notó un nudo de ansiedad en el estómago. Puede que la mayoría de las novias estuvieran muy nerviosas el día de su boda, pero la mayoría no estaban, además, embarazadas de siete meses. De manera, que no sólo sentía miedo, también se sentía fea y gorda; lo cual era una combinación terrible.
Buscó en la memoria algún momento de su vida en que se hubiera sentido tan terriblemente asustada…, pero no encontró ninguno. No había nada que pudiera compararse al nivel de terror que sentía en ese instante. A los veintisiete años, Kelly había pasado por algunas situaciones duras y difíciles, pero nunca se había sentido tan atrapada, con esa sensación de miedo que la hacía temblar de pies a cabeza.
La puerta del cuarto de baño se abrió y Kate Fortune, la cabeza del imperio de Fortune Cosmetics, se asomó y se dirigió hacia la novia. La mujer, de setenta años, colocó el velo sobre los mechones rubios de Kelly.
– Todo el mundo está sentado. Les he dicho que comiencen la marcha nupcial dentro de dos minutos. Creí que ibas a necesitar ayuda, pero veo que estás preparada y guapísima.
Kelly miró fijamente a los ojos de la anciana en el espejo.
– Parezco un melón pegado a un palillo.
– Sí, hija, pero me das envidia. No hay nada que haga más bella a una mujer que el embarazo.
Kate retrocedió para mirarse por última vez en el espejo, y la puerta se abrió de nuevo.
Mollie Shaw, con una sonrisa amplia en el rostro y el pelo rojizo cayéndole sobre la espalda entró.
– ¡Aquí está nuestra novia! Me imaginé que estarías nerviosa y vine a decirte que todo está preparado, que no hay ningún problema. Hola, señora Fortune… Me encanta ese traje azul que lleva. Es muy elegante y le sienta muy bien. Y Kel, tú estás preciosa…
Mollie tiró del velo de Kelly ligeramente hacia la derecha.
– Ahora estás perfecta. La música va a empezar en seguida. ¿Recuerdas lo que te dije de respirar profundamente tres veces?
– Sí.
– De acuerdo. Ahora me voy, pero ya sabes que estaré cerca para ayudarte en la fiesta. Todo va a Salir bien. Confía en mí, Kel.
Nada iba a salir bien, pero Mollie salió por la puerta antes de que Kelly pudiera decir nada… Y mucho menos se había atrevido a anunciarle sus planes de huida.
– La cara de esa chica me resulta conocida -dijo Kate.
El comentario distrajo a Kelly unos segundos.
– Claro que te resulta conocida, ya conocías a Mollie de antes, Kate.
– Sí, y ha sido una suerte tenerla con nosotros. Es muy joven y tiene mucha energía. No sé cómo podríamos haber preparado todo esto en sólo dos semanas sin su ayuda. Pero no me refería a eso. Es que su cabello pelirrojo y sus ojos verdes son muy peculiares y cada vez que la veo creo que la conozco de otra parte, aunque no recuerdo de dónde. Bien… de todas maneras, eso ahora no importa. Sobre todo porque tenemos sólo unos segundos y hay algo que quiero decirte.
¡Kate colocó el velo una vez más. Y si notó la palidez de la novia, o la alarma en sus ojos, no dijo nada.
– Kelly… Es un honor para mí que me dejes estar contigo hasta el final. Siento mucho que tu madre no esté aquí, se sentiría muy orgullosa. Pero quiero que sepas que yo no podría estar más emocionada si fuera mi hija la que se casara.
Las palabras de Kate la hicieron sentirse culpable. Tenía que decirle que estaba decidida; que la boda no iba a celebrarse, que no soportaría pasar por todo ello. Pero, de alguna manera, no encontraba las palabras para decirlo.
Esa mujer había hecho mucho por ella. Cuatro años antes, cuando Kate le había dado trabajo como secretaria personal, su vida había cambiado irrevocablemente. La mayoría de la gente pensaba que ¡Cate era una persona cruel y dominante, incluso con su propia familia. Pero nunca lo fue con Kelly. La relación de trabajo de ambas había sido diferente. ¡Cate había sido quien había elegido el traje de satén de color crema con perlas engarzadas en el cuello y los puños. El estilo sencillo, con unos pliegues que escondían sutilmente el tamaño abultado de su vientre, era uno de los vestidos más bonitos que había tenido jamás. Y no sólo el traje, Kate también había pagado todos los gastos de la ceremonia y la fiesta, y había dispuesto que se celebrara en el edificio de la empresa familiar. Lugar donde podían estar perfectamente protegidos y aislados de los medios de comunicación.
Kate tenía razones importantes para querer que esa boda se celebrara. Aunque eso no significaba que Kelly debiera de estarle menos agradecida.
– Kate, no sabía que iba a ser todo tan caro y complicado.
– Tonterías. Tu amiga Mollie se ocupó de todos los trámites legales. Yo sólo ayudé un poco en la organización. Además, me divertí mucho y no me supuso ningún trabajo.
Kelly lo sabía bien. Nunca había pedido nada, pero cada detalle, desde las gardenias hasta el diseño del traje o la fiesta, delataban la mano de la anciana. Tampoco se había dado cuenta de lo mucho que Mollie y Kate habían trabajado a sus espaldas hasta que todo estuvo listo. De nuevo la invadió la sensación de culpabilidad. Las dos se habían portado de un modo maravilloso. Y ella no quería quedar como una desagradecida, pero su mente no paraba de repetir una palabra: ¡Escápate!
De repente, escuchó las primeras notas de la marcha nupcial y notó cómo le subía la adrenalina. No podía soportar la presión; era imposible.
– Vamos -ordenó Kate, tomándola de un brazo-. Sólo tienes que estar tranquila y sonreír. No te preocupes por nada. Todo va a salir bien.
Nada iba a salir bien y a Kate le pareció que no pasaba el tiempo mientras caminaba hacia el pasillo. Pudo ver a Sterling, el marido de Kate, al lado de las dos puertas de madera. También a Renee Riley, su dama de honor, que le guiñó un ojo. Mientras, Kate seguía agarrando su brazo con fuerza.
Kelly miró, por encima de su hombro, hacia la salida. Desde allí no podía verla, pero sí las ventanas del vestíbulo. Divisó los adornos de Navidad y la nieve, cayendo con fuerza. Eso era lo normal en Minesota en vísperas de Año Nuevo. El viento soplaba con furia. La tormenta de nieve había sido constante desde media mañana, como si el tiempo hubiera querido reflejar el estado de confusión de su mente.
Aunque no era exacto decir que su mente estaba confusa. Había decidido no casarse.
Sólo que en esos momentos, Kate la había acercado hasta donde estaban esperando todos los invitados. El lugar no era reconocible como sala de reuniones. De un vistazo, Kelly vio la alfombra roja, las cintas de satén que adornaban las sillas y el estrado totalmente transformado con floreros de gardenias y rosas rojas. También vio a todos los invitados levantarse, en señal de respeto por la novia y pensó que todo iba a cambiar cuando saliera corriendo.
El sacerdote esbozó una sonrisa desde el estrado. Kelly pensó que la sonrisa iba a desaparecer tan pronto como se agarrara la falda y desapareciera a toda velocidad.
Parecía que había mucha gente porque todas las sillas estaban ocupadas, pero aún así, no pasaban de la treintena. Kelly vio a todos. Todos eran miembros de la familia Fortune, no había nadie de su propia familia. De hecho ella ya no tenía familia propia, aunque todos sabían que los Fortune la habían acogido como si fuera del clan. El hecho de que la familia prácticamente al completo asistiera a la boda era una prueba más de ese apoyo.
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