Budismo para estar en la oficina
A la memoria de mi padre, Carl Rinzler
PREFACIO
A veces los compañeros de trabajo se portan como unos patanes. A veces tú también. Este libro trata acerca de cómo no ser un patán —pensándolo bien, ése habría sido un mejor título— y cómo trabajar con otras personas en la oficina para que florezcan la empatía y la conciencia plenas.
Después de publicar mi primer libro, Buda entra en un bar, descubrí que la gente me veía como el George W. Bush de los escritores budistas. No soy partidario de ese señor, pero recuerdo claramente que, cuando era candidato a la presidencia, a la gente le llamaba la atención porque se imaginaba tomando una cerveza con él.
Por la razón que sea, esto me pasó. No pretendía escribir en un tono coloquial, pero hay que admitirlo: no soy el maestro más sabio ni el más viejo del monasterio. Soy un tipo que se sienta a meditar más horas de las que estaría dispuesto a aceptar, alguien que ha reflexionado sobre cómo la práctica de la meditación afecta su vida. Y también soy bueno para tomar cerveza. Después de leer mi primer libro, la gente se me acercaba y me decía que la siguiente vez que estuviera en su ciudad, saliéramos a tomar algo.
Casi siempre, cuando sales por una cerveza, acabas hablando de trabajo. Si salgo con amigos más jóvenes, platicamos sobre el significado de ser un joven en busca de su camino y sobre cómo ganarnos la vida haciendo algo que nos haga sentir bien. Si me tomo una cerveza con amigos no tan jóvenes, conversamos sobre lo difícil que resulta aplicar los principios de la meditación en nuestra vida laboral.
Me di cuenta de que, además del bar, estaban los trayectos de la mañana. La gente con que comparto el automóvil quería hablar conmigo respecto a cómo aplicar el budismo en el trabajo y me pareció que la conversación surgía de manera natural.
Esta obra es una continuación de mis primeros libros y, de hecho, está más aterrizada. No haré un refrito de Buda entra en un bar ni abordaré tantos temas como en Camina como un Buda. Más bien trataré de llegar al meollo del trabajo. ¿Cómo podemos sacar del cojín de la meditación a la conciencia plena, la compasión y el acto de estar siempre presentes, a modo de llevarlos al lugar donde pasamos la mayor parte del día? Para los ya familiarizados con las vueltas de la rueda del dharma o las enseñanzas de Buda, este libro habla específicamente sobre el mahayana, es decir, las enseñanzas que nos dicen cómo llevar la mente y el corazón abiertos a nuestras interacciones con el mundo. Ésta es una guía para convertirse en el auténtico líder que el mundo necesita.
He sido practicante e instructor de meditación más tiempo del que he sido un empleado; por lo tanto, mis interacciones en el trabajo se encuentran impregnadas de la filosofía del budismo. Finalmente esto me llevó a fundar el Institute for Compassionate Leadership (Instituto para un Liderazgo Compasivo), un programa de entrenamiento de seis meses que combina la filosofía que presento en este libro con otras metodologías a fin de crear una nueva generación de individuos auténticos y abiertos de corazón. La sabiduría en este libro es lo poco que he logrado asimilar durante los años de estudio con mis maestros budistas y consejeros profesionales. El resto se basa en el hecho de que, si hay errores por cometer en el camino del budismo —o en la oficina—, es probable que yo los haya cometido y de seguro aprendí de ellos.
Dicho lo anterior, cuéntame qué efecto te produce el libro. Tal como ocurrió con mis libros anteriores, la parte más importante es la conversación que surge después de leerlo. Lo escribí para ti y aquí estoy para lo que necesites, así que, por favor, contáctame. Nos tomaremos una cerveza mientras hablamos de trabajo.
LODRO RINZLER
PRIMERA PARTE
Hinayana:
Vive con un propósito
1. FIJAR UNA INTENCIÓN
L a mayoría de nosotros pasa una buena parte del día en el trabajo. Muchos ni siquiera disfrutamos nuestra labor diaria o la vemos como un medio para financiar nuestro tiempo libre. Creo con firmeza que, con la perspectiva correcta —si estamos más atentos a cuanto ocurre en la vida cotidiana, si sabemos por qué hacemos lo que hacemos—, es posible tener una vida más plena y feliz, dentro y fuera del trabajo. Puedes vivir una vida basada en las cualidades que deseas cultivar en ti, así como en las cualidades que quieres mirar florecer en el mundo.
Después de publicar mi primer libro, viajé mucho para promoverlo. Organicé eventos en centros de meditación, librerías y universidades. Al inicio de la gira promocional di una conferencia en la Universidad de Yale. Allí conocí a dos chicas a punto de graduarse. La primera de ellas —la llamaré Jess— me dio un recorrido por el campus y me llevó al Starbucks por un café. Para hacer conversación, le pregunté, casual:
—¿Qué quieres hacer después de titularte? —siempre tengo el cuidado de preguntarle a la gente qué desea hacer o dónde quiere vivir, en lugar de formular la pregunta angustiosa: “¿Qué harás cuando seas grande?”
—Qué curioso que me preguntes eso justo aquí —dijo Jess—, porque quiero ser la jefa de mercadotecnia de Starbucks.
Luego describió que su felicidad dependía mucho de alcanzar esa meta. Pensé que era una opción interesante: de todas las industrias del mundo, ella ya había escogido una, y no sólo eso: había elegido una compañía en particular dentro de esa industria y aspiraba a ocupar un puesto específico en esa empresa. A mis veintipocos años, no recuerdo haber estado tan de seguro de mi camino profesional —ni de ninguna otra cosa—. Además, conozco a muchas personas que, por la manera en que las educaron, jamás considerarían la posibilidad de aspirar a un puesto tan alto. Aun así, le deseé buena suerte a Jess y conversé un poco con ella para saber por qué le interesaba seguir ese camino.
Esa misma noche conocí a otra joven —a quien llamaré Christine— y le hice la misma pregunta.
—¿Yo? —preguntó—. No tengo idea de lo que quiero hacer. Y eso me asusta.
Me pareció una respuesta auténtica, más cercana a mi propia experiencia 10 años atrás: no tenía idea respecto a lo que deseaba hacer aunque, por más incierta que resultara la experiencia, estaba dispuesto a explorar mis opciones.
Mientras seguía con la gira de promoción del libro, empecé a ver que ése es un sentimiento común entre los jóvenes que están a punto de ingresar al “mundo real”. Muy pocos lo tenían resuelto por completo y, aunque parezca atemorizante, es una etapa llena de posibilidades.
No creo que Christine esté mejor o peor que Jess. En mi opinión, nada hay de malo en querer triunfar en la vida. Es lindo aspirar a ejercer una influencia positiva en el mundo. También puedes aspirar a las comodidades materiales, como una casa y ropa. En el canon budista nada dice que no debas tenerlas, sólo que no debes apegarte a éstas.
Sin embargo, si depositamos toda nuestra felicidad en obtener algo tan específico como un puesto en una compañía, tal vez acabemos decepcionados. Jess, que aspira a ser la jefa de mercadotecnia de Starbucks, podría pasar muchos años trabajando para alcanzar esa meta, pero en la búsqueda descuidaría otros aspectos de su vida. Se haría de la vista gorda frente a otras opciones profesionales interesantes, rechazaría relaciones románticas para enfocarse en su carrera y perdería oportunidades para divertirse o conectarse con otras personas. Si al final no consigue el puesto de jefa de mercadotecnia de Starbucks, será infeliz.