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Poó - Espabila chaval

Aquí puedes leer online Poó - Espabila chaval texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2017, Editor: Grupo Planeta, Género: Ordenador. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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    Espabila chaval
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    Grupo Planeta
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    2017
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Espabila chaval: resumen, descripción y anotación

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Pablo Poó es un profesor de instituto que se ha hecho muy popular por una carta que escribió a sus alumnos, Carta para mis alumnos suspensos , que se hizo viral en las redes y de la que todos los medios de comunicación se han hecho eco. Con un mensaje muy sencillo, directo y que conecta con los jóvenes de ESO y Bachillerato, el autor explica en este libro las verdaderas dificultades de la vida y la importancia de los estudios.Un texto muy motivador para los jóvenes con el que los padres se verán muy identificados. Tratará el tema de la educación con un punto de vista muy cotidiano: por qué hay que estudiar, qué debe hacer un alumno para aprobar, la pereza de ir a clase y cómo superar las relaciones de alumno y profesor. Un libro que no dejará indiferentes ni a padres ni a docentes.

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Espabila chaval — leer online gratis el libro completo

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A todos (todos) mis alumnos.

De cada uno de vosotros he aprendido algo.

Pablo Poó es un profesor de instituto que se ha hecho muy popular por una carta que escribió a sus alumnos, «Carta para mis alumnos suspensos», que se hizo viral en las redes y de la que todos los medios de comunicación se han hecho eco.

Con un mensaje muy sencillo, directo y que conecta con los jóvenes de ESO y Bachillerato, el autor explica en este libro las verdaderas dificultades de la vida y la importancia de los estudios.

Un texto muy motivador para los jóvenes con el que los padres se verán muy identificados. Tratará el tema de la educación con un punto de vista muy cotidiano: por qué hay que estudiar, qué debe hacer un alumno para aprobar, la pereza de ir a clase y cómo superar las relaciones de alumno y profesor.

Un libro que no dejará indiferentes ni a padres ni a docentes.

P IENSA UN POCO…

Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres.

P ITÁGORAS

Mira, chaval, eres un privilegiado y no te das ni cuenta. ¿Sabes cuántos millones —sí, millones— de jóvenes de tu edad se cambiarían ahora mismo por ti? Hay países del mundo donde llegar a los quince sano y salvo ya es un logro; donde, cuando abren el grifo no es que no haya agua caliente, ¡es que ni siquiera hay agua! Es más, si me apuras, no hay ni grifo.

En otros sitios del planeta los chavales de tu edad van a la guerra mientras tú te permites el lujo de ir al instituto a calentar la silla. La única diferencia entre esos adolescentes y tú es que tú has tenido la suerte de nacer en un país del primer mundo. ¿No da un poco de miedo a que todo se reduzca a una cuestión de suerte?

Tranquilo, no voy a seguir rayándote mucho tiempo más. Con dos párrafos, para empezar, es suficiente. Pero date cuenta de que el mundo es una selva; de que la vida, en sí, es una putada. La vida no te comprende, la vida no te hace recuperaciones. Si crees que lo que te espera de adulto es la misma burbuja que estás viviendo ahora en la ESO es que no tienes ni pajolera idea de qué va esto. Y si no quieres que te coman con patatas ahí fuera, vas a tener que espabilar.

Piensa en tu vida:

√ Tus padres te pagan la comida: sí, abrir el frigorífico y que esté lleno no es como en MasterChef: ir, coger y cocinar. Antes hay que ganar dinero para poder gastarlo en alimentos. Cuanto más tengas, más caprichos podrás darte —como palomitas, refrescos…—. Cuanto menos tengas, deberás priorizar en lo básico.

√ Tus padres te pagan la ropa: es que es su obligación, ¿no? Hombre, su obligación, ciertamente, es vestirte. El tema de las marcas o el exceso de ropa que tenemos todos en los armarios es otra cosa. Quizá, el día de mañana, no puedas permitirte una sudadera de marca con tu sueldo.

Suma: alquiler o hipoteca, más llenar la nevera, más seguros —casa y coche como mínimo—, más impuestos —¿sabías que para poder circular cada año hay que pagar uno? Se llama impuesto sobre vehículos de tracción mecánica, IVTM—. Si hay que pagar hasta para eso, imagina la de impuestos que existen —los hay hasta para que nos recojan la basura—, más mensualidades —internet, luz, agua, gas…—, más gasolina, más……¿Sigo? Y hasta el momento solo he sumado gastos básicos de cualquier familia ¡sin incluir los que genera tener hijos!

√ Tus padres te pagan el móvil y sus facturas: es decir, no solo el aparatito, también los datos que gasta. Y duran más bien poco, ¿verdad?

Apuesto a que el 80 por 100 de los menores de veinte años que están leyendo esto tienen la pantalla rota. Apuesto también que el 90 por 100 de los mayores de cuarenta tienen un móvil peor que el de los hijos o heredado de ellos. Vaya, parece que vamos a tener que repartirnos las culpas.

√ Tus padres te pagan hasta el botellón. A ver, todos hemos pasado por ahí. Yo también lo he hecho, ¡faltaría más! Y me lo pagaban mis padres, claro. O directamente o con la paga mensual que me daban.

Y también he comprado alcohol del malo porque era el más barato, y las bolsas de hielo a última hora en el chino o la gasolinera, y los vasos de tubo; y he pasado mucho frío en las noches de invierno, y he meado en la calle y hemos dejado entre todos el sitio donde hacíamos botellón hecho un asco —de las resacas prefiero olvidarme—. No voy a venir de santo. Simplemente quiero que te des cuenta de que vives tan bien que hasta el botellón sale del dinero de tus padres.

En el instituto la cosa tampoco pinta mal:

√ Los exámenes cada vez cuentan menos: bueno, depende del profesor, vale. Pero el peso de la nota en la evaluación se ve compensado por el de las tareas, los trabajos, las intervenciones en clase, el comportamiento, etc.

Además, sabes que si suspendes un examen te harán una recuperación. Si no, a refuerzo, que allí dicen que no se hace nada mientras tú estás en Francés puteado. Y si no, fichitas —todos conocemos algún caso de alguno que, sin tener ni idea, ha terminado aprobando con ellas. Obviamente, excluyo de este ejemplo a los alumnos que tienen alguna enfermedad o problema—. Y si repites… sabes que al año siguiente pasarás de curso aun habiendo suspendido todas.

Yo, la verdad, no estoy demasiado a favor de los exámenes. Creo que hay mejores formas de medir lo que sabéis —no te vengas arriba, que para mí también es un latazo poner los exámenes, tanto como corregirlos—, pero en la vida adulta existe una cosa llamada «oposición» con la que, dependiendo de la orientación laboral, te vas a encontrar tarde o temprano. Si piensas que los exámenes del instituto son injustos, no te haces idea de lo que son las oposiciones. Más adelante hablaré un poco más de ellas. No hay que amargarse tan pronto.

√ Nos perdonan casi todo: ¿que tenía que entregar un trabajo ayer? Bah, seguro que hoy me lo coge también, o mañana. Total, le digo que no tenía impresora, que he tenido un problema con el pen, que no he podido quedar porque mis padres no me han podido llevar… Seguro que cuela. Con las excursiones, igual: ¿no conoces a nadie que haya llevado la autorización justo antes de montarse en el autobús?

En la vida que te espera más allá del instituto esto no es así. Es tan diferente que llega a ser hasta cruel. Si entregas una beca fuera de plazo, adiós beca. Y si quedarte sin ella significa que no vas a poder estudiar aquello que te gusta, te vas a quedar en tu casa y no le va a dar pena a nadie. Y quien dice una beca, dice cualquier solicitud que implique unos plazos de entrega: una matrícula para el grado o ciclo que quieras estudiar, una solicitud económica para pagar el audífono de tu abuelo, tus brackets o el bonobús que usarás a diario para ir a la facultad o al instituto donde sigas estudiando.

Aunque creas que ser adulto queda demasiado lejos cuando estás en la ESO, no, ¡la vida vuela! Cuando quieras darte cuenta estarás vendiendo mantecados para pagarte el viaje de estudios de 4.º. Y luego, ¿qué? ¿Bachiller? ¿Ciclo? ¿Nada? En ese momento empezarás a darte cuenta de que la vida va un poco en serio y de que la burbuja de la ESO, por fin, ha explotado.


Y YO… ¿PARA QUÉ ESTUDIO?

Todos me hacéis siempre la misma pregunta: «¿Yo para qué quiero estudiar Lengua si voy a ser…» —aquí añades la profesión que te gustaría desempeñar en el futuro para la que, obviamente, no hace falta saberse al dedillo todo lo que explicamos en Lengua—.

¿Te imaginas, de verdad, un mundo donde las personas solo estuvieran formadas en aquello relacionado con su trabajo? Sería una sociedad de gente incompleta, dependiente y manejable.

Piensa si no en ese médico, que sabría mucho de medicina, pero nada de matemáticas, yendo de rebajas y siendo engañado por el de la caja, que en vez de aplicarle el 30 por 100 de descuento que marca la etiqueta le estaría haciendo un 20 por 100 para quedarse con la diferencia.

Imagina, por qué no, una madre abogada que, como no sabe nada de biología —porque no le hace falta para su trabajo—, ignora que lo que le provoca el dolor de barriga a su hijo es un simple virus del que se ha contagiado en el colegio. Así que, en vez de darle antibióticos, lo lleva a un curandero porque piensa que es magia negra.

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