A aquellos que luchan por completar sus sueños.
A los que caminan de su mano para alentarlos.
A los que siempre estarán ahí, pase lo que pase.
PRELUDIO: PALABRAS
Cierra los ojos. Escucha. Que tus oídos puedan sentir el crujir del metal bajo tus pies, la gravedad que nos envuelve y la lenta rotación de todo el complejo de estructuras y armazones. Ya lo tienes. Espera. Mantenlo ahí. Ahora, imagina. Entre toda la negrura infinita, rodeando lo que antaño fue llamado "hogar" por nuestros padres, se encuentra la mayor construcción jamás soñada por el hombre. El "Anillo".
No, libera tu mente de preguntas y haz callar los sonidos que tratan de abrirse paso hasta tu garganta; las respuestas son complicadas y en muchos casos se pierden entre marañas de mentiras. No estamos aquí libremente, nos expulsaron. Esta prisión de decadencia humana donde coexistimos con nuestros miedos y fantasmas, demonios y pecados, fue nuestro único y posible éxodo, un lugar donde lamernos las heridas y mirar el final que habíamos desencadenado porque, apréndete bien estas palabras, el fin del ser humano fue provocado únicamente por el ser humano.
Muchos iluminados te dirán que tienen la verdad en su poder, que los secretos que tratan de ocultarnos están al alcance de cualquiera. No es así. El embaucador ha corrompido tanto nuestra humanidad que apenas podríamos distinguir una verdad entre un mar en calma. La única verdad es que sobrevivimos con la eterna condena de saber que nunca jamás volveremos a pisar nuestra tierra, de respirar el aire puro de sus cielos o bañarnos entre sus aguas cristalinas. Sé que no tienes ni idea de lo que te estoy hablando, tú no eres terrestre, tú naciste aquí, como tantos otros, encerrado en incubadoras y criado bajo la estrecha protección de las paredes de acero, respirando este viciado aire reutilizado y en una gravedad tan artificial como la comida que ingerimos para sobrevivir. ¿Ves en tu mente el planeta que tenemos justo abajo?: Esa era la Tierra.
Quizá piensas que sería muy fácil bajar; coger una lanzadera y aterrizar en cualquier lugar, fuera de la Federación y su control oligárquico. Si pudieras sobrevivir hasta alcanzar uno de esos trastos, salir de los hangares y pilotarlo fuera del área de control para descender a la atmósfera sólo habríamos conseguido una ínfima parte de tu odisea. Allí abajo no queda sitio para el ser humano, ni terrestres ni "cocinados". No sería la radiación de los intensos bombardeos nucleares que hemos realizado, ni tan siquiera los efectos climáticos provocados por la destrucción de la "Purga", esas cosas apenas te darían un segundo para pisar el suelo y antes de que te dieses cuenta estarías muerto... o infectado... ¿cómo saberlo?
Ah, ya sé lo que te ronda: el Servicio de Inteligencia baja allá y regresa, sus hombres conocen la verdad y luchan cada día por reconquistar nuestro mundo. No es cierto. Si quieres sobrevivir en este universo sin piedad debes recordarlo siempre: no puedes creer en nadie más que en ti. Nadie más se preocupará por tu seguridad, por tu vida, por tus intereses. Estás solo.
Tras el final de las "Guerras del Ocaso" y el comienzo de la "Segunda Edad" la Federación ha aprendido de los errores al igual que el Servicio y se ha llegado a un equilibrio tenso que nos proporciona cierta tranquilidad, pero ahora, con la certeza de una vida fuera de casa y dos perros de presa luchando por nuestros pedazos es cuando más urgente se hace la necesidad de la libertad. Tú, como yo, tendrás que elegir tu camino, no hay mucho donde elegir. Puedes creer en el orden y la seguridad de un sistema decadente bajo el yugo de la Federación, sus trabajadores y sus soldados. Puedes intentar entrar en los cuerpos especiales del Servicio de Inteligencia y, quien sabe si aprender de los misterios que aún guardan en su mano; no es algo fácil y sólo se quedan con los mejores... desconozco qué hacen con el resto pero nunca lo he preguntado...
Finalmente puedes emprender el camino más duro y probar fortuna como Agente Libre; en ese caso te unirás a lo más decadente del universo, los más oscuros y siniestros agujeros de mierda de la humanidad para luchar, día tras día, por algo que llevarte a la boca sin depender de nadie más, sin que te digan qué debes hacer con tu miserable existencia... aunque tampoco tendrás demasiados amigos. Sólo hay una regla... o quizá ni siquiera eso.
Sea como fuere, pequeño "cocinado", te puedo asegurar que elijas el camino que elijas nunca dejarás de sorprenderte, de huir, de luchar y, si tienes mucha suerte, podrás transmitir alguno de tus consejos de veterano a otros desarrapados como tú. Admítelo pequeño bastardo, tu y yo sabemos que tendrás mucha suerte si logras ver otro amanecer...
CAPÍTULO I – UN MAL PASO.
Aún puedo recordar las palabras del viejo, su mirada ausente y su cuerpo maltrecho lleno de cicatrices. El "Predicador" no era agradable; un viejo cabrón sí, pero nada agradable. La vida aquí no lo era y al menos él nunca mintió en ese aspecto. Han pasado casi veinte años y todavía me parece escucharle en mi cabeza cuando quedo en silencio en mi camarote. Hijo de la gran puta. No sé dónde cojones se habrá metido pero espero que haya dejado de dar sermones.
Aún con los ojos cerrados, acerco las rodillas a mi pecho y respiro profundamente antes de levantarme y desenfundar mis dos preciosas "niñas". No me hace falta ver para sentir como los tambores de ambos revólveres giran al apretar el gatillo y las balas surgen con un rugido ensordecedor. Ando despacio mientras las balas salen disparadas una tras otra y los silbidos de proyectiles pasan a escasos centímetros de mi cabeza. No estoy nervioso, ni tenso, no hay preocupación en este alma ahogada por la maldad humana, sólo muerte.
Mi ropa se mueve con el aire provocado por los disparos, no los míos, los suyos. Sigo andando hasta que los revólveres callan y el silencio vuelve a formar parte del exterior de mi ser; cuando abro los ojos y me giro no puedo evitar sonreír. Como me gusta esto, joder.
La compuerta se aparta de mi camino y salgo del antro sin mostrar ningún tipo de prisa. Ya puedo oír el ruido de los Marines llegando a la zona y cómo los trabajadores y transeúntes se apartan para evitar complicaciones. Siempre llegan tarde, así es el sistema de leyes y seguridad de la Federación.
Cojo el primer elevador y respiro pausadamente, como me enseñaron. No es bueno forzar las sinapsis cerebrales; aún siento el E2 recorriendo mis venas, seguramente necesite otra dosis antes de salir del Anillo. Ahora sólo puedo pensar en el trabajo y esperar que el resto haya hecho su parte. Ya de por sí no puedo quedarme demasiado tiempo entre estos hierrajos pero si algo ha salido mal tendremos que darnos más prisa de la habitual para retomar rumbo y buscar un puerto seguro.
Cuando nos detenemos salgo al nivel de cubierta 426 y comienzo a andar hacia los hangares de carga del sector Bravo-8. Será por esta mierda sintética que corre por mis venas o tal vez por mis facultades pero algo me dice que Toro se ha vuelto a meter en problemas... y no sólo con escoria como la del bar (fácil de distinguir y aún más fácil de eliminar de tu camino) sino algo más serio. Creo que ya saben donde estoy.
Cuando llego al punto de reunión todo cuadra. Cómo me jode no equivocarme nunca.
Toro se encuentra de rodillas, ensangrentado y atado como un cerdo de doscientos kilos. Nunca ha sido un lumbreras pero al menos tiene aspecto de poder abrir una compuerta con la cabeza y eso siempre suma dinero a los trabajos.
Alrededor de él hay cuatro soldados: Marines de la Federación, armados con rifles automáticos y bien equipados. Con ellos está su oficial aunque no parece un hombre de campo, sólo otro oficinista con uniforme planchado y muchas medallas de lo bien que se toma el café en su despacho. Aun matando a los cuatro soldados Toro moriría y no es algo que me moleste si sacase algo de valor a su sacrificio pero creo que, en este caso, hay más de lo que aparenta en el exterior.
Página siguiente