Elena Garralón - Doble Realidad
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- Libro:Doble Realidad
- Autor:
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- Año:2014
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Doble Realidad: resumen, descripción y anotación
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DOBLE
REALIDAD
Elena Garralón
Doble Realidad
© Fotografía de portada: Daniel Gil (www.flickr.com/dagilmar)
© 2014 Elena Garralón Torres.
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción, total o parcial.
Contacto: .
http://elenagarralon.blogspot.com
www.facebook.com/elenagarralon
Para Aston
ÍNDICE
INTRODUCCION
Dicen que cada vez que tomamos una decisión se crea una realidad paralela distinta. Si partimos de la base de que en la vida tomamos infinitas decisiones, por pequeñas que éstas sean, llegamos a la conclusión de que existen también infinitas realidades paralelas, infinitos yoes nuestros pululando por el universo, de los que no sabemos nada. Es posible que en esas otras realidades nuestros yoes sean lo opuesto a lo que somos en ésta. O quizá son fieles reflejos del yo que ahora conocemos.
PRIMERA PARTE: IMPACTO
Antes de
―Venga, tío ―oigo que me dice Víctor a voces, intentando hacerse escuchar por encima de la música atronadora que resuena en nuestros oídos―. Está buenísima, acércate a ella.
Doy un trago largo a mi cerveza y observo a mi alrededor. Estamos en un pub abarrotado de gente que bebe, ríe, charla a grito pelado y unos pocos se han animado a bailar. Empiezan a escocerme los ojos, y mi mente da un salto hacia atrás, recordando la época en la que estaba permitido fumar en lugares cerrados, y me pregunto cómo la gente era capaz de permanecer allí sin que les empezasen a llorar los ojos.
Un codazo en las costillas me saca de mis pensamientos.
―¡Vamos, Nacho! ―insiste mi amigo―. Joder, si no para de mirarte, es una clara invitación.
He coincidido con esa chica en un par de ocasiones, siempre por la noche y siempre en este mismo pub. Es una diosa. Tiene una melena encantadora, larga hasta la cintura, rizada y oscura, y una cara pálida con unos ojos enormes que hacen que el corazón me retumbe en el pecho. No distingo bien el color con estas luces, pero parecen claros. Y luego está su figura. Tiene una figura espectacular, es delgada pero no demasiado, y está totalmente proporcionada.
El caso es que no me atrevo a acercarme a ella, porque si me rechazara perdería la ilusión que he estado persiguiendo estos dos últimos meses.
―¡Venga! ―me anima Víctor por tercera vez―. Hemos venido aquí para que la vieras. Ya la has visto. ¡Ahora ataca!
Le miro un momento y apuro de un trago el resto de la cerveza para armarme de valor.
Después de
Realidad Alpha.
―¡Papá! ¡Papá! ―es lo primero que oigo mientras me desperezo lentamente.
Las fuertes sacudidas en la cama que acompañan a los gritos me avisan de que ya es hora de levantarse. El sol entra tímidamente por la ventana, así que no puede ser muy tarde.
Finjo seguir durmiendo mientras siento los dos terremotos que aterrizan en mi cama, poniéndolo todo patas arriba. Unas manitas se aferran a mis axilas y empiezan a hacerme cosquillas. Yo me río e imploro:
―¡Noooooooo! ¡Nave estelar llamando a base, necesitamos refuerzos! ¡Nos atacan los marcianos!
Oigo sus risitas infantiles y me siento henchido de amor. Estas dos criaturas son las más hermosas que ha creado el mundo. Aparte de Ana, por supuesto.
Abro los ojos y les miro. Arturo, con el pelo negro y alborotado, su sonrisa desdentada, las mejillas arreboladas por la emoción, a juego con su pijama rojo de Spiderman. Y Paula, fiel reflejo de su madre, con el pelo negro y rizado, los ojos azules y la carita pálida. Será amor de padre, pero son dos pequeños seres humanos perfectos.
—¡Venga, papi, dice mami que te levantes! ―exclama Paula con los ojos muy abiertos―. Vamos a desayunar tortitas con nata ―explica con un cuchicheo, como si se tratase de una información delicada.
―”Dice mami, dice mami”… ―se mofa de ella Arturo, “Arti”, como le gusta que le llamen. ―¡Eres una niña pequeña!
―¡No lo soy!
―¡Sí que lo eres!
―¡Tengo cinco años!
―¡Vaya cosa! ¡Yo tengo siete!
―Haya paz ―intervengo, y para distraerles cojo a cada uno con un brazo, los tumbo en la cama y ahora les hago cosquillas yo―. ¡Guerra de cosquillas!
Las carcajadas de los niños quedan interrumpidas por la voz de Ana, que ha entrado en la habitación sin que nos diéramos cuenta.
―¿Quién quiere tortitas? El que llegue el primero rebaña el cuenco de la nata.
Y los dos pequeños desaparecen de mi cama como por arte de magia. Casi me parece ver que dejan un reguero de polvo a su paso.
Ana se ríe y me mira.
―Son tremendos ―dice mientras se inclina para darme un beso.
―Buenos días, preciosa.
Me coge de las manos y tira de mí hacia arriba para levantarme.
―Vamos, vago, hoy tenemos visita al zoo.
―Mierda ―digo entre dientes―. Se me ha olvidado empollarme el “Naturaleza para tontos: enseñe a sus hijos las costumbres de los animales aunque no tenga ni idea”.
Ella se ríe con esa voz melodiosa que adoro.
―Creo que te seguirán queriendo igual ―declara mientras se dirige a la puerta, presionándome para que me dé prisa.
―Como yo a ti.
―Y como yo a ti― sonríe ella, y me tira un beso.
Realidad Beta.
Estoy tomando unas cervezas con Víctor. Maldigo entre dientes. Me he perdido la visita al zoo. Mierda. Con amargura, apuro la botella y le hago una seña al camarero para que nos sirva otra ronda.
―Eh, amigo, vas muy rápido hoy ―dice Víctor, que tiene su botella a medias aún.
Asiento con la cabeza y él me mira comprensivo.
―Vaya, te has vuelto a perder algo importante, ¿no?
―La primera visita al zoo de los niños.
Veo en la cara de mi amigo que no le parece una cuestión tan crucial, pero no me lo discute. Sabe lo quemado que ando con todo este asunto.
―Lo siento, colega ―Y sé que lo dice de verdad.
El camarero se acerca con la nueva ronda, y en cuanto tengo la cerveza en la mesa, la cojo y le empiezo a dar vueltas, pensativo. Entonces, una mano la atrapa y me la quita. Levanto la vista y veo a Ana de pie, junto a nuestra mesa. Por un lado mi corazón empieza a galopar con alegría. Por otro, la tristeza que me acompaña se hace más acuciante.
―¡Hola, chicos! ―saluda ella, ajena a todo lo que se me pasa por la mente. Se agacha para darle dos besos a Víctor, y a mí, como siempre, me da un beso en la mejilla a la vez que me revuelve el pelo.
Ana no sabe que estoy enamorado de ella. Es mi mejor amiga y sé que me quiere mucho, pero no es suficiente para mí. Hablo de esta realidad paralela, claro. En la otra, Ana es mi mujer y madre de mis hijos. En esta realidad Arti y Paula no existen.
Pero rebobinemos un poco.
La noche del pub sucedieron dos cosas contrapuestas. Una es que reuní valor y fui a saludar a Ana. La otra es que no lo hice.
A partir de entonces, vivo en dos realidades distintas. Cambio de una a otra sin orden ni concierto y muchas veces, como hoy, aparezco en la otra realidad de repente, lo que hace que deje muchas cosas a medias en la otra. Por supuesto, de esto sólo me doy cuenta yo, puesto que mi cuerpo siempre está presente en ambas realidades, pero mi consciencia, mi “yo”, mi esencia, se halla dividida entre las dos. De ahí que me haya perdido la primera visita al zoo de mis hijos, así como me perdí el cuarto cumpleaños de Paula y el séptimo aniversario de boda con Ana. Y, sin embargo, los recuerdos están en mi cabeza. Puedes preguntarme cualquier cosa que haya ocurrido en un momento en el que mi esencia estuviera en esta realidad, que responderé correctamente. Pero son recuerdos falsos para mí, como si alguien los hubiera implantado allí para poder ganar en un concurso de preguntas sobre mi propia vida. Me falta la experiencia en sí.
La noche que fui a saludar a Ana fue maravillosa. En cuanto sus carnosos labios rozaron mis mejillas para darme los dos besos de rigor, supe que aquélla era la mujer con la que quería compartir mi vida. A partir de ese momento, no nos separamos jamás, nos casamos enseguida, tuvimos a los niños pronto, y somos un matrimonio de esos de los que causan envidia en la gente.
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