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Adela Cortina Orts e Ignasi Carreras Fisas - Consumo… luego existo

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Adela Cortina Orts e Ignasi Carreras Fisas Consumo… luego existo

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La primera parte de este cuaderno, escrita por Adela Cortina, nos habla del consumo desde su vertiente ética, desde la era del consumo hasta la denominada era neoliberal, y desglosa nuestra sociedad y su relación con esta nueva idolatría. Se trata de una apretadísima síntesis de lo que expone con profundidad en sus libros «Por una ética del consumo» y «Ciudadanos del mundo: hacia una teoría de la ciudadanía», especialmente del primero, En cuanto al segundo capítulo, escrito por Ignasi Carreras, se ofrecen diversas opciones para un consumo responsable haciendo hincapié en el comercio justo. Para finalizar, y como es costumbre en esta colección, «Cristianisme i Justicia» aporta un apéndice con dos cuestionarios de trabajo personales y grupales, uno específico para cristianos y otro para cualquier lector.

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La primera parte de este cuaderno, escrita por Adela Cortina, nos habla del consumo desde su vertiente ética, desde la era del consumo hasta la denominada era neoliberal, y desglosa nuestra sociedad y su relación con esta nueva idolatría. Se trata de una apretadísima síntesis de lo que expone con profundidad en sus libros «Por una ética del consumo» y «Ciudadanos del mundo: hacia una teoría de la ciudadanía», especialmente del primero, En cuanto al segundo capítulo, escrito por Ignasi Carreras, se ofrecen diversas opciones para un consumo responsable haciendo hincapié en el comercio justo. Para finalizar, y como es costumbre en esta colección, «Cristianisme i Justicia» aporta un apéndice con dos cuestionarios de trabajo personales y grupales, uno específico para cristianos y otro para cualquier lector.


Adela Cortina Orts e Ignasi Carreras Fisas

Consumo… luego existo


Título original: Consumo… luego existo

Adela Cortina Orts e Ignasi Carreras Fisas, 2004


El presente Cuaderno recoge

las intervenciones transcritas de Adela Cortina e Ignasi Carreras

en una mesa redonda que sobre el tema del consumo

organizó Cristianisme i Justícia en mayo de 2003.

El Consejo Directivo de Cristianisme i Justícia pensó que,

aun con el tono coloquial propio de su origen,

estos textos podrían ayudar al menos

a hacer un cierto «examen de conciencia»

sobre esta dimensión de nuestra vida,

tan ostentosamente visible en las pasadas Navidades.


1. QUIÉN, QUÉ, POR QUÉ CONSUMIR
— Adela Cortina —

La reflexión que hoy presento acerca de la ética y el consumo, que he desarrollado ampliamente en el libro «Por una ética del consumo», está ligada a otro libro que escribí en 1997 y que se titula: «Ciudadanos del mundo» (cf. CORTINA, A. Por una ética del consumo . Taurus, Madrid 2003 y CORTINA, A. Ciudadanos del mundo: hacia una teoría de la ciudadanía . Alianza, Madrid 1997.). En este libro se trataba de plantear la necesidad de que las personas seamos ciudadanos de nuestra propia comunidad, ciudadanos de nuestra propia tierra. Ciudadano es aquel que es su propio señor, junto a sus iguales. Ciudadano es el que no es súbdito, el que no es vasallo, el que es dueño de su vida. Ciudadano es el que hace su vida pero la hace con los que son iguales que él en el seno de la ciudad. La idea de ciudadanía significa siempre ser ciudadano con otros y con otros que son iguales. Se entiende que en la ciudad todos deben ser iguales. Así, el ciudadano es señor propio pero con otros.

El siglo XXI debiera ser el siglo de la ciudadanía, en el que tenemos que ser nuestros propios señores. Pero hay una dimensión de la ciudadanía que me parece que es fundamental; se trata de la ciudadanía económica. La verdad es que la economía no la hacemos sino que nos la hacen y, mientras ocurre esto, no somos nuestros propios ciudadanos, porque a fin de cuentas somos siervos y vasallos de esa economía que «se nos hace».

Dentro de la dimensión económica existe un ciclo formado por la producción, el intercambio y el consumo. Las cosas primero se producen, después se intercambian y finalmente se consumen. Dicen los economistas que normalmente las grandes preguntas de la economía son: ¿qué se produce?, ¿para quién se produce?, y ¿quién decide lo que se produce? Pero a mí me parece que hay otras cuestiones también muy importantes en el terreno de la economía que son: ¿qué se consume?, ¿quién consume?, y ¿quién decide lo que se consume? Es decir, que las famosas preguntas de la economía sobre la producción, se pueden trasladar, tal cual, al consumo.

Creo que, para que las personas podamos ser ciudadanos económicos, tenemos que ser también ciudadanos del consumo. Es decir, tenemos que ser nosotros los que decidamos lo que se consume y, desde ahí, ser nosotros mismos quienes decidamos lo que se produce, porque, al fin y al cabo, el empresario acaba produciendo lo que nosotros consumimos. Si se consumen masivamente una serie de cosas, se acaban produciendo. Si queremos ser protagonistas de nuestra vida tenemos que acabar siendo protagonistas de la producción. Desde el consumo de una serie de cosas se producirá lo que nosotros consumamos y, entonces, seremos verdaderamente nuestros propios dueños.

1.1. La era del consumo

Empecemos situándonos en el momento actual que, a mi juicio, puede ser llamado «era del consumo». ¿Por qué «era del consumo»? Porque en ella se ha aumentado el consumo rapidísimamente. En nuestras sociedades no se trata de consumir bienes básicos y necesarios, sino que lo característico es el consumo de bienes superfluos.

Se habla de la sociedad consumista. Todos hemos dicho cien veces: «estamos en una sociedad consumista». Pero hablar de una sociedad consumista no es lo mismo que hablar de una sociedad en la que todo el mundo consume, porque es lógico y evidente que todo el mundo tiene que consumir siempre algo para poder sobrevivir. Una sociedad consumista es aquella en la que las gentes consumen bienes fundamentalmente superfluos. Es decir, es una sociedad en la que las gentes consumen no lo necesario para la vida sino lo superfluo, yen la que además el consumo legitima la política y legitima la economía.

¿Qué quiere decir que legitima la política? Pues sencillamente, que si hay un político que quiere no ganar unas elecciones en su vida, lo que puede hacer es decir es su campaña electoral lo siguiente: «si nosotros ganamos, vamos a bajar los niveles de consumo». Si hay alguien a quien se le ocurre decir esto no logrará, ni por casualidad, un solo voto. Todo el mundo sabe que lo que hay que decir es lo contrario: «va a subir el nivel de consumo; va a subir la riqueza» y entonces, al oír esto la gente dirá: «a éste es al que hay que votar».

¿Qué es lo que les toca hacer a los economistas? Conseguir que haya crecimiento. El crecimiento es acogido por la gente con gran entusiasmo. Si hay crecimiento cunde el entusiasmo. Si no hay crecimiento todo es un desastre, una debacle. A la gente le aterra pensar en bajar el nivel, esto está comprobado empíricamente. En cambio, cuando se trata de subirlo todo el mundo se acostumbra. Cuando una persona se ha acostumbrado a vivir en un barrio maravilloso, lo de bajar el nivel se puede hacer por solidaridad o por un compromiso de fe, pero cuando se ha llegado a un determinado nivel, a todo el mundo le cuesta muchísimo cambiar hacia abajo. En este sentido puede decirse que se legitima la política. La política se legitima si los políticos son capaces de conseguir para las gentes un crecimiento económico.

Por otro lado, la economía se legitima si cada vez se fabrican unos productos más sofisticados. Cuando una persona va a comprar un coche se le ofrece elegir entre una inmensa gama de variedades, de modo que la persona puede hacer su coche a la carta: se le ofrece para elegir el modelo de coche, los últimos adelantos en sistema de navegación, ordenador de a bordo, y una multitud de prestaciones como ventanillas eléctricas, retrovisores, aire acondicionado y… ¡qué nadie más tenga un coche igual! Porque aunque la personalidad se manifiesta en otras cosas que no son el coche que llevamos, el caso es que la gente al final cree que su personalidad se muestra en el coche que lleva, en el atuendo que viste… y ocurre que, efectivamente, el truco funciona: la gente se compra un coche porque así demuestra cuál es su personalidad. La economía se legitima desde esta perspectiva y los ciudadanos están encantados.

Así, pues, una sociedad consumista es aquella cuya dinámica central está constituida por los bienes de consumo superfluos; y en la que, además, la gente cifra su éxito y su felicidad en ese consumo. Esto es lo que ocurre en nuestras sociedades, en las que las gentes están convencidas de que tener éxito es poder lucir coches, vestidos, etc. Y esto es además lo que les proporciona felicidad. No es que la gente piense esto demasiado reflexivamente, pero es lo que realmente tienen en la mente. Por eso podemos decir que estamos en una sociedad consumista. Estamos en la era del consumo porque el consumo está en la médula de nuestras sociedades. En ese consumo «vivimos, nos movemos y somos». Nos parece que es lo natural y que lo artificial es cambiar ese estilo. Lo natural es que uno sale y se toma un refresco y entonces uno se compra esto, y se compra lo otro… ¡es lo natural!

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