Jeffrey J. Froh y Giacomo Bono
EDUCAR
EN LA GRATITUD
Cómo enseñar a apreciar
lo positivo de la vida
PALABRA
Título original: Making Grateful Kids. The Science of Building Character
© Ediciones Palabra, S.A., 2016
Paseo de la Castellana, 210 – 28046 MADRID (España)
Telf.: (34) 91 350 77 20 – (34) 91 350 77 39
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© Traducción: María José López Cebrián
Diseño de cubierta: Raúl Ostos
Diseño de ePub: Erick Castillo Avila
ISBN: 978-84-9061-421-1
Todos los derechos reservados
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Para mi esposa, Cara,
y mis hijos, James y Julianne,
mis grandes fuentes de gratitud.
Jeffrey Froh
Para las grandes alegrías de mi vida:
mi esposa, Kate, y mis hijos, Dario y Alex.
Giacomo Bono
Introducción
¿Qué hace que un niño progrese?
M ATTHEW, un chico de doce años, estudiante de secundaria, que vivía en un barrio acomodado, tenía una vida familiar bastante distinta a la de sus compañeros: él y su madre acabaron en una vivienda social a causa de un revés económico. Matthew tenía que desplazarse hasta el colegio en autobús de línea, no como sus amigos, a los que los llevaban sus padres en unos coches impresionantes. Se acercaba el invierno, y Matthew seguía llevando vaqueros y una camiseta, solo tenía una delgada sudadera como prenda de abrigo. Por eso, una profesora, la Sra. Riebe, le dio una chaqueta de lana que había recogido en la parroquia. Fue un gesto amable, pero un chico de secundaria que lleva una chaqueta de lana en un colegio público de una buena zona suele ser víctima del acoso escolar. Sin embargo, a Matthew no le hicieron bullying, ni le daba vergüenza llevar una chaqueta que no era de su talla. Al contrario, sonreía de oreja a oreja mientras decía a sus amigos y a otros profesores: «Mira qué chaqueta tan guay me ha dado la Sra. Riebe, me encanta. Le estoy muy agradecido». Su optimismo era tan contagioso y atractivo que incluso sus compañeros lo admitían y lo respetaban.
Las condiciones de vida de Matthew podían haber provocado la envidia en otros chicos, o un sentimiento de fracaso, enfado y resentimiento. Sin embargo, Matthew estaba profundamente agradecido a sus profesores y amigos porque su madre, a pesar de su escasez de tiempo e ingresos, había inculcado en Matthew esta actitud que había configurado su visión de la vida. Hemos recopilado casi dos mil redacciones sobre lo que significa la gratitud para los adolescentes. La de Matthew decía: «Mi vida no sería la misma sin todos los que me han ayudado a conseguir mis objetivos. Estoy agradecido a Dios, a mi familia, a mis amigos, e incluso a mis profesores, por ayudarme a mejorar mi vida».
La historia de un adolescente que vive por debajo de las posibilidades materiales de sus compañeros, y que tiene que hacer mucho más esfuerzo por llegar al colegio y participar en las actividades extraescolares, es un pequeño pero edificante ejemplo del poder que puede tener la gratitud en el bienestar emocional de los jóvenes, en sus relaciones, en su espiritualidad y en la consecución de sus objetivos. Nuestra experiencia como investigadores y como asesores de niños y adolescentes en riesgo refuerza esta idea. Pero Matthew no es un chico cualquiera, porque ha aprendido a sacar partido a una virtud que ha sido muy reverenciada pero que se ha despreciado a lo largo de la historia: la gratitud.
¿Qué es la gratitud?
La gratitud es el aprecio que sentimos cuando alguien ha hecho algo agradable o útil por nosotros, o cuando reconocemos las buenas cosas y las personas buenas que ha habido en nuestra vida. Robert Emmons la define como «un sentimiento de agradecimiento y alegría por recibir un regalo, ya sea un beneficio tangible de una persona específica o un momento de gozo evocado por algo bello». La gratitud se puede considerar una emoción, un estado de ánimo o un rasgo de la personalidad. Como rasgo de la personalidad, constituye una orientación de la vida que nos lleva a apreciar lo positivo que hay en ella. La gratitud ayuda a forjar caracteres que armonizan las acciones con los sentimientos morales, las creencias a corto y a largo plazo y las relaciones sociales.
Cuando las personas son agradecidas, normalmente lo expresan verbal o físicamente (con un abrazo, un beso, estrechando la mano o con lágrimas) a aquellos a los que tienen algo que agradecer. La gratitud hace que apreciemos las relaciones valiosas que hay en nuestra vida, fomenta la amabilidad de nuestros benefactores y nos motiva para ser agradecidos con ellos e incluso con todos los demás. Experimentar la gratitud y llevarla a la práctica promueve relaciones sociales positivas y alimenta el trato confiado con los demás. A la larga, beneficia a la sociedad.
A pesar del papel fundamental de la gratitud en el éxito y bienestar de las personas, se ha investigado poco sobre cómo conseguir que se desarrolle y crezca en los niños. Las teorías del psicoanálisis –según las cuales, los individuos deben reprimir sus propios impulsos, ansiedades y conflictos internos para liberar la energía psíquica y poder madurar– fueron las primeras que trataron de explicar el desarrollo de la gratitud en los niños. Melanie Klein, psicóloga británica nacida en Austria, escribió en su memorable libro de 1957 –Envidia y gratitud– que la gratitud surgía en los primeros estadios de la infancia, pero solo si la envidia no impedía su desarrollo. Sin embargo, las últimas investigaciones no han corroborado las afirmaciones de Klein. Los estudios lingüísticos de los años 70 y 80 descubrieron que las expresiones espontáneas de agradecimiento aumentan en los niños a medida que maduran y van cumpliendo años.
A pesar de las lagunas, la escasa –aunque pionera– investigación sobre la gratitud ha abierto la brecha para los investigadores contemporáneos como nosotros. Después de leer diversos estudios psicológicos sobre la gratitud en los jóvenes, encontramos algunos huecos que había que rellenar. Uno de ellos era la falta de investigación en los primeros años de vida. Hasta 2005 no tuvimos noticias sobre estudios acerca de la gratitud y el bienestar de los niños pequeños. Entonces, en 2006, algunos profesores de psicología y los investigadores Nansook Park y Christopher Peterson dirigieron un análisis de contenidos sobre cómo describían algunos padres las cualidades más destacadas del carácter de sus hijos. Una de ellas era la gratitud. Vieron que, de los veinticuatro valores examinados, este era el más relacionado con la satisfacción de la vida.
Entusiasmado por este hallazgo, Jeff contactó con la mayor autoridad del mundo sobre este tema: Robert Emmons, profesor de psicología de la Universidad de California en Davis, para ver si le podría interesar replicar un experimento que él y su colega Michael McCullough –director del Laboratorio de Evolución y Comportamiento Humano de la Universidad de Miami– habían dirigido en 2003 sobre los efectos beneficiosos de la gratitud en los adultos que escribían un «diario sobre actos de gratitud». Excepto que, en esta ocasión, los participantes de la investigación serían adolescentes. Aunque es verdad que algunas personas son intrínsecamente más agradecidas que otras, estábamos convencidos de que, cualquiera que fuera el punto de gratitud en que nos encontráramos, podíamos mejorar, porque la gratitud se puede aumentar. Emmons accedió, y la réplica se llevó a cabo para demostrar que escribir un «diario de gratitud» y contar los beneficios que se reciben también ayuda a los niños. Poco después, Emmons le presentó a Jeff a Giacomo (que había colaborado con él). Los dos descubrimos nuestra pasión por comprender la ciencia que subyace en la tarea de ayudar a que los niños sean más agradecidos; consideramos que el esfuerzo valía la pena, dado que la gratitud comporta beneficios psicológicos y sociales de larga duración para las personas, que llegan hasta la madurez.
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