AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a los amigos y colegas que leyeron el manuscrito y ofrecieron sugerencias y crítica. Un agradecimiento especial a Gerald Gross, por leer parte del manuscrito y por sus útiles sugerencias; a Claudia Gabel, nuestra editora, cuya paciencia y útiles sugerencias han hecho que el proceso de publicación fuera tan fácil y tan agradable; a Betsy Rapoport, quien vio el beneficio de reeditar este libro; a Theodore Cohn, por su paciencia, su ayuda y sus valiosos comentarios editoriales; a nuestros hijos y a los suyos, quienes nos ayudaron a apreciar la importancia de la comunicación afectuosa; a Nancy Goddard, que ha sido un modelo de madre comprensiva; a Emily, Andy y Sara, que nos han enseñado lecciones que no tienen precio. Y, sobre todo, nuestro mayor reconocimiento a todos aquellos padres que compartieron con nosotros sus sentimientos y experiencias.
H AIM G. G INOTT
A LICE G INOTT
H. W ALLACE G ODDARD
ÍNDICE DE MATERIAS
PRÓLOGO
A mi muerte llórenme así:
Hubo un hombre –y vean: no existe más;
antes de tiempo ese hombre murió,
y el canto de su vida en el medio se truncó;
¡qué dolor! Un canto más tenía
y ese canto por siempre se perdió,
por siempre se perdió.
A mi muert
H AIM N AJMAN B IALIK ,
El doctor Haim Ginott murió el 4 de noviembre de 1973, después de una larga y dolorosa enfermedad. Tenía cincuenta y un años. Unas semanas antes de que muriera miraba el primer libro que había escrito, Entre padres e hijos, y me dijo: «Alice, ya verás, este libro será un clásico». Su predicción se ha cumplido.
Haim Ginott fue psicólogo clínico, terapeuta infantil y educador de padres, y sus libros –Psicoterapia en grupo con niños, Entre padres e hijos, Entre padres y adolescentes y Maestro y alumno–revolucionaron la forma en que padres y maestros se relacionaban con los niños. Los libros fueron éxitos de ventas por más de un año consecutivo y se tradujeron a 30 idiomas. En The Authoritative Guide to Self-Help Books (una guía comprensiva de libros de autoayuda), de John W. Santrock, Ann M. Minnett y Barbara D. Campbell, los libros de Ginott recibieron la más alta valoración («fuertemente recomendado». También figuraron en la lista de los mejores libros de autoayuda).
Fue el primer psicólogo permanente en el programa televisivo Today; escribió una columna semanal, sindicada internacionalmente por King Features, y una columna mensual para la revista McCall’s. También ejerció como profesor adjunto de psicología en la Graduate School de la New York University y en el programa posdoctoral de la Adelphi University.
Las técnicas de comunicación que recomienda en sus libros ayudan a los adultos a entrar en el mundo de los niños de una manera comprensiva y afectuosa y les enseñan cómo enterarse de los sentimientos y responder a ellos.
Tal como dijo en uno de sus discursos: «Soy psicoterapeuta infantil. Trato a niños trastornados. Supongamos que yo veo a los niños en terapia una hora por semana durante un año. Sus síntomas desaparecen, aumenta su autoestima, se llevan bien con los demás, incluso están más tranquilos en la escuela. ¿Qué es lo que yo hago para ayudarles? Me comunico con ellos de manera afectuosa. Aprovecho cada oportunidad de ayudarles a desarrollar la autoconfianza. Si la comunicación afectuosa puede volver sanos a los niños enfermos, sus principios y prácticas pertenecen a padres y maestros. Aunque los psicoterapeutas quizá puedan curar, sólo aquellos que están en contacto diario con los niños pueden ayudarles a curarse psicológicamente».
Así que puso en marcha grupos de educación y orientación para padres a fin de ayudarles a aprender a ser más afectuosos y eficaces con sus hijos, a darse cuenta de sus propias percepciones y a llegar a ser más comprensivos con los sentimientos de sus hijos. Quiso que aprendieran cómo disciplinar sin humillar, cómo criticar sin menoscabar, cómo alabar sin juzgar, cómo expresar el enojo sin herir, cómo reconocer los sentimientos, las percepciones y las opiniones en lugar de discutirlos: cómo responder para que los niños puedan aprender a confiar en su realidad interna y desarrollar la confianza en sí mismos.
Antes de ejercer como psicólogo, el doctor Haim Ginott fue maestro en Israel. Se graduó en el David Yellin Teachers’ College de Jerusalén. Después de enseñar durante unos años, se dio cuenta de que no estaba suficientemente preparado para tratar con niños en el aula. Entonces decidió ir a la Columbia University Teachers College de Nueva York, donde se doctoró.
Aunque Haim Ginott murió joven, disfrutó de una creativa y lograda vida intelectual. Sus ideas innovadoras sobre la comunicación con los niños, que divulgó a través de libros, conferencias y artículos, resonaron no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo. Influyó en el desarrollo de talleres para padres, donde padres y maestros aprenden a tratar con niños de una manera sensible y afectuosa.
Aunque el inglés no era su lengua materna, Haim Ginott lo amaba. Lo amaba como poeta, utilizándolo con medida y precisión. Como los sabios de antaño, dispensaba su sabiduría en parábolas, alegorías y epigramas: «No seas padre, sé un ser humano que es padre».
Se cuenta una historia sobre un rabino que murió a la edad de cincuenta años. Cuando la familia volvió del entierro, el hijo mayor dijo: «Nuestro padre tuvo una larga vida». Todos quedaron estupefactos. «¿Cómo puedes decir eso de un hombre que murió tan joven?», preguntaron. «Porque su vida fue llena: escribió muchos libros importantes, e influyó en muchas vidas.»
Ése es mi consuelo.
A LICE G INOTT ,
doctora en Psicología infantil
Niño, dame la mano
que yo pueda caminar en la luz
de tu fe en mí.
H ANNAH K AHN
INTRODUCCIÓN
Ningún padre o madre se despierta por la mañana con la intención de amargarle la vida a su hijo. Ni uno ni otro dirían: «Hoy gritaré, regañaré y humillaré a mi hijo siempre que pueda». Por el contrario, al levantarse muchos padres se dicen con convicción: «Hoy será un día pacífico. Ni gritos, ni discusiones, ni enfrentamientos»; pero a pesar de las buenas intenciones, la guerra no deseada estalla de nuevo.
La paternidad es una serie interminable de pequeños eventos, conflictos periódicos y crisis súbitas que requieren respuestas, y éstas no carecen de consecuencias: afectan a la personalidad y al amor propio para bien o para mal.
Nos gustaría creer que sólo un padre perturbado puede responder de forma perjudicial a un hijo. Desafortunadamente, incluso los padres cariñosos y bienintencionados reprochan, avergüenzan, acusan, ridiculizan, amenazan, sobornan, etiquetan, castigan, predican y moralizan.
¿Por qué? Porque la mayoría de los padres no son conscientes del poder destructivo de las palabras. De repente se encuentran diciendo cosas que ellos oyeron de sus padres, cosas no intencionadas, en un tono que no les gusta. La tragedia de tal comunicación se debe, a menudo, no a la falta de cariño, sino a la falta de comprensión; no a la falta de inteligencia, sino a la falta de conocimiento.