¿Por qué
nuestra relación
no funciona
si nos queremos
tanto?
Ricardo Cariaga Guillot
¿Por qué nuestra relación no funciona si nos queremos tanto?
© Ricardo Cariaga Guillot
© Pehoé Ediciones, mayo 2017
ISBN edición impresa: 978-956-9946-03-5
ISBN edición digital: 978-956-9946-02-8
Edición : Segunda
Arte de Portada: Mihaela Cocea – http://www.canny.ro
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
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Índice
Agradecimientos
A mis padres, Manuel y Mary, que lograron cumplir la promesa de trabajar por ser felices en su relación “hasta que la muerte los separó”.
A mis hijas, Camila y Fernanda, por el cariño, la comprensión, la compañía y por su extraordinaria generosidad para adaptarse a cada situación ideada por su siempre impredecible padre.
Pero, por sobre todo, a Mónica, que es a la persona que más amo y admiro; por su inteligencia, su generosidad, su integridad, su tenacidad, por el amor incondicional que me ha entregado durante todos estos años y por haberme hecho el regalo de elegirme para compartir su vida.
El matrimonio es un combate a ultranza,
antes del cual los esposos piden la bendición
de Dios, porque amarse para siempre es la
más temeraria de las empresas.
Honoré de Balzac
Novelista y dramaturgo francés
Introducción
Al poco tiempo de estar casado comencé a sentir que algo en mi relación de pareja no estaba funcionando. Tenía una mujer inteligente, atractiva y que, además, me quería mucho, un buen trabajo, unas hijas maravillosas y buena salud. En resumen, una vida normal. Parecía que todo estaba bien. Pero, ¿estaba todo bien realmente? Yo sentía que no. Faltaba algo. Sentía que la relación ya no vibraba como antes y esta inconformidad nos hacía discutir bastante. Era como si nos hubiésemos desconectado como pareja, aunque no como padres ni como compañeros de ruta.
Ella y yo nos conocemos desde los nueve años y fuimos pololos o novios desde los quince hasta que nos casamos, siete años después. Entonces, yo me preguntaba permanentemente: “¿por qué no funciona conociéndonos y queriéndonos tanto?”. “Quizás la vida en pareja no sea más que esto”, me decía a mí mismo. Pero, en el fondo, sentía que estábamos siendo mediocres al conformarnos con una relación que se había transformado en un ente insípido, en donde claramente ya no había entusiasmo ni complicidad.
Después de mucho pensarlo, se lo planteé a Mónica, mi mujer, y fuimos a ver a un psicólogo. La verdad es que fuimos a ver a tres. Pero ninguno de ellos nos supo dar una solución. Sus respuestas fueron más o menos así: “es que mi labor no es darles una solución sino que...” o “bueno claramente con el tiempo las relaciones de pareja van desgastándose y la pasión inicial...”, y otras razones por el estilo. O sea, el mensaje era que con el tiempo la relación se volvía así, no tenía solución. Pero yo sentía que tenía que haber una solución porque, además, las consecuencias eran devastadoras para este proyecto mutuo que habíamos soñado tantas veces desde que éramos adolescentes.
Entonces me obsesioné y comencé a investigar qué pasaba con las otras parejas. Cada vez que iba una pareja de amigos a nuestra casa, esperaba que Mónica se parara a buscar algo a la cocina para aprovechar de poner el tema sobre la mesa: “oigan, chicos. Me gustaría preguntarles algo: ¿después de estos años de matrimonio, se sienten amigos como al inicio?, ¿son cómplices?, ¿sienten que actualmente su relación es rica, entretenida, intima, afectiva?, ¿sienten que lo pasan bien?, ¿se dan besos ricos?, ¿se llaman durante el día?, ¿sienten que el otro los desea?...”.
En ese tiempo perdimos muchos amigos.
Por otro lado, rogué en solitario para que se me develara alguna ruta a seguir que me permitiera encontrar la solución a esto que me atormentaba. Devoré cuanto libro de relaciones de pareja se había publicado, me interioricé sobre las distintas formas de ser pareja que existen en el mundo según las diversas creencias y culturas y conversé con quien se cruzara en mi camino, especialista o no, por si por ahí surgía una luz de esperanza. Viajé mucho, me pasaron cosas, algunas buenas y otras muy difíciles, incluso, de contar. Hasta que un día, el cosmos, Dios o mis antepasados, da lo mismo quién haya sido, se apiado de mí y en mi mente comenzaron a reordenarse “los datos”: las situaciones vividas, los estudios, las conversaciones, los diferentes puntos de vista sobre la naturaleza de las personas y, de repente, con una claridad absoluta, ¡ahí estaba la solución!
Pero, ¿era realmente la solución o un espejismo solamente?
Entonces, con mucho entusiasmo, le pedí a Mónica que desde su experiencia como psicóloga me ayudara a estructurar esta visión, con el propósito de aplicarla a nuestra relación. Lo hicimos y dio resultado. Fue entonces que comenzamos a contárselo a las parejas de nuestro entorno familiar y, luego, a nuestras parejas de amigos. Así es como desde el año 1998, tenemos un centro de ayuda para parejas en conflicto, en donde todos los meses ingresan muchas parejas con el propósito de terminar con el antiguo matrimonio y comenzar uno nuevo, pero con la misma persona.
Este libro es una recopilación de todas aquellas conversaciones, vivencias y aprendizajes que fui recogiendo y atesorando a lo largo de mi viaje en busca de la solución y que afortunadamente para mí, un día se ordenaron y conectaron entre sí para salvar nuestra relación de pareja.
El amor es de todas las pasiones
la más fuerte, ya que ataca al mismo
tiempo la cabeza, el corazón y los sentidos.
Lao Tsé
Filósofo chino
¿Estoy realmente enamorado?
Es rico estar enamorado, sentirse flotando sobre los demás. Que te emocione la cercanía de la persona amada, que te angustie su ausencia; sentir ese miedo permanente a que no sea para siempre. Que los sentimientos y las emociones no solo las sientas en tu mente como polillas cerca de la luz, sino que también en tu cuerpo, como el agua fría en el momento del chapuzón.
Es casi como una obsesión, necesitar que sea tuya como uno más de tus sentidos o ser todo de ella, pertenecer completamente, como una gota de mar al mar. Depender completamente y encontrarle sentido a las cosas solo si es con ella: lo cotidiano, los proyectos, los sueños… Pero este estado dura poco, entre dieciciocho y treinta y seis meses como máximo, dicen los especialistas.
Entonces, ¿qué viene después de ese estado? Muchas veces me hice esta pregunta y llegué a la conclusión de que el amor es un conjunto de sentimientos, deseos y pensamientos que se mezclan y que al ser experimentados al mismo tiempo, te producen un determinado efecto emocional.
Investigando me encontré con Robert Sternberg, un famoso psicólogo estadounidense que llegó a ser presidente de la American Psychological Association, y que desarrollo la teoría del “triángulo del amor”, hoy muy conocida y aceptada en los círculos académicos. Según su teoría, el verdadero amor de pareja está conformado por tres componentes y la falta de alguno de ellos define las otras “clases” de amor.
Fui chequeando entonces cada componente para ver si se daba en nuestra relación.
El primero de ellos es el la INTIMIDAD, que Sternberg define como afecto y cariño.
“Bien”, pensé, ese componente lo tenemos, porque ¿cómo no la voy a querer? Nos conocemos desde los nueve años. Todo lo que aprendimos de la vida, lo hicimos juntos. Todo lo que descubrimos de la vida, lo experimentamos juntos. El cariño surge del conocimiento. Leí por ahí que uno solo quiere a la gente que conoce y me hizo sentido. Sin embargo, el cariño no es algo tan diferenciador, porque uno siente cariño por mucha gente. Por los padres, los hermanos, los amigos, los compañeros de trabajo, en fin... ¡uno siente cariño hasta por el perro! Entonces había que pasar a un segundo componente.