Marcelo Canizalez - En Esencia. Una relación sana.

Copyright 2019 Marcelo Canizalez

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A mi esposa, mi inspiración.

A mis padres, un gran modelo.

Es curioso como recordamos algunas cosas y otras no, tengo pocos recuerdos de mi niñez que solo vienen cuando un evento los activa como una plática con algún amigo de la infancia, objeto, comida, olor o sabor entre otras cosas, sin embargo, muchas veces me he puesto a pensar si sería un momento en específico lo que creó la idea de cómo es una relación “perfecta” para mí o si ese modelo se fue construyendo poco a poco hasta cierta edad. Siempre he sido una persona un poco más racional que sentimental, que piensa y planea su futuro, así que de vez en cuando me gusta detenerme a pensar en que es lo que quiero y me enfoco en dos puntos que considero en general los importantes: sentimental y financiero. Estos puntos siempre los he considerado importantes y a cada uno los abordo por separado, aunque para mí están relacionados de cierta forma entre sí, no es bueno hacer negocios involucrando demasiado los sentimientos ni en una relación estar constantemente con problemas económicos ya que esto deteriora poco a poco ambas. Me enfocaré completamente en lo sentimental por esta ocasión; siempre al pensar en mi futuro, me visualizaba al lado de la persona perfecta para mí por el resto de mis días y a lo largo de los años le fui agregando, eliminando o cambiando virtudes, defectos, hábitos y manías. Cada que me dedicaba a pensar en cómo sería el amor de mi vida, imaginaba una persona relativamente diferente a la que había imaginado la vez anterior, todo dependía de muchos factores que influían en la persona que creía necesitar en ese momento, por lo que con el tiempo se hacía un poco más difícil llegar a una conclusión concreta de lo que era en verdad ese “amor de mi vida”. Esto pasaba una y otra vez, año tras año hasta que un día sin pensarlo demasiado simplemente lo supe, ¡finalmente!, encontré el amor de mi vida, pero… ¿es como lo que había imaginado? ¿fue tal y como lo imaginé la última vez o como la primera, segunda, tercera vez… etc.? ¿fue una relación perfecta? Claro que no, es mucho mejor de lo que alguna vez me había imaginado, aunque no fue así siempre y es que solo cuando encontré al amor de mi vida fue que me di cuenta de lo que implica estar en una relación, sobre todo, que es lo que hay que ser y hacer para tener “la relación perfecta” que yo había imaginado.

Todo comenzó cuando tenía alrededor de veintiún años de edad, yo me encontraba iniciando mis prácticas profesionales en una empresa de la industria automotriz y ella estaba comenzando su carrera en la universidad. No recuerdo bien quien fue el que dio el primer paso (posiblemente yo) pero siempre bromeamos al respecto e implicamos que fue el otro quien mandó el primer mensaje, somos una relación moderna que se conoció gracias a las redes sociales. A pesar de que ambos somos de la misma ciudad, nunca habíamos coincidido en persona, pero de alguna manera el logaritmo de esa red social hizo su conexión de amigos y conocidos para sugerirnos esa amistad, al principio solo compartíamos uno que otro saludo o conversación esporádica sin gran importancia, pero poco a poco las conversaciones se fueron alargando e incluso llegó el momento en que esperaba la hora en que de manera inconsciente usábamos para platicar. Para esa fecha ya me habían contratado en aquella fabrica después de haber terminado mis estudios y debido a una creciente demanda de producción nos encontrábamos trabajando turnos de doce hasta dieciséis horas diarias rotando cada cuatro a seis meses de turno matutino a vespertino o nocturno por lo que no me quedaba ni tiempo libre ni energía cuando salía de trabajar, sin embargo, de alguna manera siempre estábamos en contacto platicando de cualquier cosa que el otro necesitara. Un fin de semana que me encontraba disfrutando de unos días de descanso en mi ciudad natal, a la hora habitual en nuestra plática se me ocurrió preguntarle donde estaba a lo que me contestó que también estaba en la ciudad en un evento de una amiga y me preguntó si me gustaría ir para por fin conocernos en persona, me encantaba la idea e inmediatamente le contesté que sí, pero para ser sincero sentí un poco de miedo, vinieron a mi tantas dudas y sentimientos encontrados que hasta comencé a sudar un poco. Hasta ese día solo habíamos estado en contacto por medio de las redes sociales y esa barrera te da un poco de valentía además de que existe la posibilidad de ver las oraciones e incluso borrarlas antes de enviarlas así que hay menos posibilidad de echarlo a perder de esa manera, en todo caso aquella noche recuerdo haberle mandado un mensaje a unos metros de llegar para que se acercara a la entrada y poder saber que era ella. Es como si de pronto algo en mí se hubiera activado, como si un pequeño rayo me hubiera alcanzado en ese momento y despertara mis sentidos para que ese momento se quedara grabado en mi mente para siempre, ahí estaba ella sonriendo en su vestido de noche luciendo hermosa y espectacular. Nunca me había sentido así, estaba tan nervioso que no sabía cómo saludarla, no sabía que decir ni que hacer, creo que debí verme como un tonto frente a ella que se conmovió y me ayudo llevándome del brazo. Solo estuvimos unos minutos juntos aquel día, pero a partir de ese momento ya nada fue igual, aprovechaba cada momento libre para salir con ella y la verdad es que era un poco bochornoso el hecho de que a veces me quedaba dormido a media función en el cine o que al visitarla en su departamento ella me sugería que descansara un rato antes de ir a cualquier lugar, todo esto debido al cansancio por tantas horas de trabajo. De alguna manera ella desde el inicio fue un gran apoyo para mí e incluso me impulsaba en momentos difíciles y aunque yo también intentaba ser el apoyo de ella creo que simplemente no era en aquél momento lo suficientemente maduro para poder con toda la situación, milagrosamente y creo que mucho fue gracias a ella, duramos poco más de dos años de noviazgo hasta que un día no se pudo más. La había perdido, otra vez sentí algo que nunca había sentido antes, era un dolor indescriptible por haber perdido al amor de mi vida y es que lo peor de todo es darme cuenta que no había dado todo lo que podía dar, no había sido la mejor versión de mí, no había pensado a futuro ni disfrutado el presente y ya solo me quedaba el pasado para lamentarme, fue entonces que decidí tomar todo eso malo que hice en mi relación, todo lo que me faltó hacer, también por supuesto todo lo bueno y crear una nueva versión de mí mejorada, aquí entraba mi imaginación otra vez pero ahora lo único que pensaba era en ser la persona ideal por si nuestros caminos se volvían a cruzar, yo sabía que era algo muy difícil, siempre pensé que mi oportunidad ya había pasado y que la desaproveché pero finalmente no se pierde nada con soñar. Después de que nos separamos rompí todo contacto con ella, sentía que no merecía ni intentar hablarle, sabía que si no cambiaba yo nada en nuestra relación lo haría y así pasaron varios años sin saber el uno del otro, yo siempre la tuve en mi mente pero no sabía si ella pensaba también en mí. Un día que iba a viajar de regreso a la ciudad donde ambos estudiamos y donde habíamos compartido nuestra historia, justo en la sala de espera del aeropuerto pensé nuevamente en ella, la curiosidad me invadía y no pude aguantarlo más hasta que le mandé el primer mensaje después de más de cuatro años.