El amor es la piedra angular de nuestra vida personal y social. Se le han dedicado miles de reflexiones literarias y artísticas, pero conocemos muy poco de sus bases científicas. Sin embargo, la ciencia tiene muchísimo que decirnos sobre el amor, el proceso de enamoramiento, la ruptura o cómo reavivar una relación.
Sin amor nuestra vida no tendría sentido, pues estamos programados para encontrar a una persona, establecer vínculos con ella e intentar tener una vida juntos. Cuanto más sabes sobre un tema, más lo disfrutas. Conociendo los mecanismos neuronales del amor, entenderemos mejor cómo funciona para paliar frustraciones y fracasos, para hacer las cosas mejor cada día y tratar de alcanzar la plenitud en nuestra vida, también en nuestra vida amorosa.
Presentación
Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?
F ERNANDO P ESSOA
El amor —y todo lo que entraña: el deseo, el sexo, el vínculo, la ruptura o la pérdida— es una de las cosas más importantes de nuestra vida. No en vano marca la diferencia entre ser feliz y no serlo, entre que nuestra vida nos parezca rica y plena o nos sintamos en medio de un naufragio, sin apenas fuerzas para luchar. El amor determina los momentos y las personas que nos abren el camino a la alegría o a la tristeza. Altera el curso de la historia, inspira las obras de arte más maravillosas, vertebra la primera conjugación que aprendemos cuando estudiamos latín, ilumina y apaga vidas. También reporta millones de euros a los grandes almacenes, para qué negarlo; ¡si san Valentín levantara la cabeza!
Llevamos siglos dibujando corazoncitos para expresar nuestros sentimientos amorosos, pero ahora la neurociencia nos dice que el órgano del amor no es el corazón sino el cerebro. Sabemos que transmitimos amor con la mirada, con las palabras, con el lenguaje corporal, y resulta que todo ello está regido por las funciones cerebrales. Nos sorprendemos de lo que sentimos y de que una sola persona en el mundo provoque esas reacciones físicas que nos son tan familiares: rubor, latidos acelerados, manos sudorosas… Las responsables son nuestras neuronas, que fabrican una batería de sustancias químicas, un auténtico almacén de drogas; lanzan corrientes eléctricas en miles de direcciones, como un castillo de fuegos artificiales; hacen saltar una mezcla de chispas, activando hormonas, neurotransmisores y receptores proteicos que encierran lo más íntimo y genuino de nuestros sentimientos. Nuestro cerebro crea el amor, vive el amor, rige el amor. No olvidemos que cada uno de nosotros es su propio cerebro.
El amor ha sido un terreno privilegiado, casi exclusivo, de la literatura y el arte. La ciencia tiene muchísimo que decirnos en este ámbito, pero apenas le prestamos atención. Y, sin embargo, es nuestra principal herramienta para avanzar, una estrategia clave de conocimiento para comprender las cosas y explicar el mundo y a nosotros mismos. Cada vez sabemos más sobre el amor. La ciencia nos ayuda a entenderlo, a saber por qué nos enamoramos, a cuidar el amor que tenemos y a reavivar una relación. No parece mal negocio a cambio de leer este libro.
Vamos a descifrar qué es el amor. Estamos convencidos de que eso no le quita un ápice de magia, sino que lo vuelve más comprensible y pone la realidad de nuestro lado. Las técnicas de neuroimagen nos permiten ver el cerebro enamorado; la neurofarmacología, tratar el mal de amores; la neurofisiología, estimular las neuronas implicadas y quizá reforzar el amor saludable y desactivar el amor patológico; la combinación del análisis del comportamiento y el análisis bioquímico, comprender las distintas etapas de atracción, deseo, romance, amor, sexo, vínculo y ruptura o pérdida. ¿Acaso no es eso la vida?
Ya no tiene sentido la falsa dicotomía entre cuerpo y mente. El cuerpo enamorado produce una mente enamorada y lleva esa pasión a todas las células. El cerebro enamorado hace que la piel se vuelva más suave y los ojos más brillantes, que los receptores de los dedos y los labios pidan tocar y besar, y que busquemos algo mucho más allá del contacto físico: una unión corporal y espiritual plena; hacer de los dos, uno.
Hablaremos del amor, de qué es y cómo surge, de cuántos tipos hay, de si somos la única especie capaz de amar, de si el amor a la pareja es comparable al amor a los hijos, a la patria o a Dios; hablaremos del sexo como expresión del amor, de por qué algunos amores son fugaces y otros son eternos, de por qué nos enamoramos de una persona concreta y qué es lo que nos atrae de ella, de si existe el amor a primera vista, de cómo enamorar, de cómo vivir el amor sin perder nada de su poder y sorteando sus trampas. Hablaremos también de los procesos patológicos asociados al amor, que alteran la vida de quienes los sufren —y que, por tanto, deben tratarse como una enfermedad—, del amor como adicción, de los celos y el mal de amores.
Este libro se basa en la idea de que sin amor nuestra vida no tendría sentido, pues estamos programados para encontrar a una persona, establecer vínculos con ella e intentar tener una vida juntos. El amor es la piedra angular de la familia, la amistad y la vida personal y social. Somos lo que somos porque amamos.
La ciencia del amor
El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
S AN P ABLO, Primera Carta
a los Corintios 13, 4-7
EL ORIGEN DEL AMOR
El amor no deja restos que fosilicen como ocurre con muchos otros vestigios de nuestro pasado. Para conocer su origen, disponemos de dos fuentes principales de información: por un lado, el comportamiento de los seres humanos actuales (con un ojo puesto en los grupos culturales más primitivos, los cazadores-recolectores) y, por otro, el de nuestros parientes más cercanos, los simios. Si un chimpancé o un gorila hicieran una tesis doctoral sobre nosotros, les pareceríamos de lo más extraños. No solo somos unos primates cabezones y sin apenas pelo, sino que nuestras relaciones de pareja son extremadamente raras. Explorémoslas un poco.