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No tengo miedo a las tormentas porque estoy
aprendiendo a navegar mi barco.
Louisa May Alcott
Introducción
Cuando escribí mi primer libro, Los claroscuros del amor, busqué abordar no sólo los temas más comunes que afectan a las parejas en el curso de una relación romántica, sino los factores que ayudan a fortalecerla y algunos errores con el fin del evitarlos. En este segundo libro mi intención es adentrarme más en el mundo de las parejas que tienen ya una relación de convivencia cotidiana, casadas o no, y complementar temas de mi libro anterior.
Y esto porque hoy sabemos, de acuerdo con los estudios realizados por la renombrada antropóloga norteamericana, Helen Fisher, que no es lo mismo la atracción o el romance de las primeras etapas, que estar con alguien de manera permanente y por algún tiempo. Pensemos que tras cuatro años, quizá más, de vivir con una persona, ambos están compartiendo no sólo ilusiones, sino realidades tan cotidianas y prácticas como las labores domésticas, la convivencia con la familia política, temas de dinero y los hijos, cuando se decide o se puede tenerlos. Para estas alturas, si no es que sucedió tiempo atrás, la etapa romántica de su relación se ha transformado en una menos idealizada y más realista. No es que yo diga que el romance desaparezca, por supuesto que no, pero suele pasar que por razones evolutivas la relación de pareja cambia a lo largo del tiempo. Pasa de un inicio llamativo de “fuegos artificiales”, a una suavidad de velada romántica, sin prisa, en la que se conversa, se ríe y se es además muy buen amigo de la pareja. Claro, esto último siempre que las cosas vayan bien y es justamente lo que pretendo con este segundo libro. Analizar temas que conciernen a las parejas que llevan algún tiempo juntas y que, muy probablemente, se han topado con ciertos problemas comunes. Persecuciones, resistencias, gritos, pleitos y desacuerdos. Todos intentos de que las cosas vayan bien; buenas intenciones. Aunque quizá no con los métodos más efectivos para la relación; malas estrategias.
Más que un libro de recetas o “tips”, deseo que lo vean como un libro de ideas, posibilidades y perspectivas que pueden serles de ayuda. Que encuentren en lo que aquí escribo reflejos de su experiencia personal y busquen un nuevo enfoque para su relación de pareja. En realidad es muy probable que a ninguno de nosotros nos hayan hablado, de niños o adolescentes, acerca de lo que es una relación de pareja, qué función cumple en nuestras vidas y cómo llevarla sana y equilibrada. Del amor romántico todos sabemos, lo hemos experimentado en alguna de sus formas, pero recuerden que ese amor no es el componente principal que conserva una relación. Es importante, claro, pero no es lo único y nos es más útil en las etapas iniciales de cortejo y noviazgo. Sin embargo, debemos atender otros elementos que pueden, junto a ese amor, acercarnos más a una relación duradera y satisfactoria.
En esta ocasión, repito mi habitual recomendación: siempre aconsejo leer este libro en pareja, pero tampoco se trata de imponerlo al otro si ya te dijo que “no le interesa”; o te dice “sí, claro”, pero te das cuenta que ni siquiera lo ha abierto. Tómalo tú, mira qué hacer a partir de él, aunque sientas que tu pareja es quien más lo necesita. Siempre hay oportunidades de cambiar, de mejorar algo por pequeño que sea, darte cuenta de que, después de todo, no eres tú quien más ha contribuido a fomentar una relación disfuncional, si fuera el caso. Todo lo que te pueda aportar bases para adoptar mejores decisiones es fundamental para tu vida.
Si alguien me preguntara qué mensaje quiero dejar con este libro, a todas las personas que puedan leerlo, sería: “Recuerda que tu pareja es una persona como tú, pero tiene una personalidad distinta, viene de otra familia (idealmente), tiene prioridades, valores y deseos tan válidos como los tuyos. Y sin embargo es otra persona, parecida a ti y a la vez distinta y eso está bien. Están aquí, uno junto al otro, para conocerse y disfrutarse, no para intentar cambiarse.”
CAPÍTULO
Todos a bordo
Uno no es la mitad de dos, dos son mitades de uno.
Edward Estlin Cummings
Pues sí, ya están en el mismo barco. Y llegaron aquí porque así lo decidieron, idealmente, o porque dejaron que las cosas pasaran. La cuestión es que ya navegan y me imagino que tienen una idea más o menos clara de dónde están, a dónde van y por qué se embarcaron en este viaje. Es decir, que la brújula les funciona y saben al menos dónde está el norte. Por supuesto, uno quisiera navegar siempre por aguas tranquilas, donde nadie haga muchas olas y todo sea como dejarse llevar al viento. Hay momentos así en una relación, pero también sobrevienen huracanes, aguas turbulentas y una que otra serpiente marina y ahí es donde realmente vemos de qué está hecho nuestro barco. No se trata de ponerlo a prueba, pero sabemos que los temporales son inevitables y no siempre pueden predecirse con certeza.
En general, todo barco se mueve a partir de la energía que cada uno invierta. A veces se pueden desplegar las velas y aprovechar las buenas rachas del viento, pero en otras ocasiones hay que entrarle a los remos y ahí es donde se hace indispensable que vayan ambos en la misma dirección. Si cada uno rema para su lado, el barco sólo dará vueltas sobre su propio eje y no llegarán a ningún lado. No se trata de dejarle el timón al otro y ceder los sueños propios para enfocarse en los del otro. La idea es que tengan un horizonte común; se trata de crear una visión compartida a partir de las necesidades y los deseos de ambos. De navegar hacia un destino donde los dos puedan encontrar los tesoros soñados y compartirlos con la pareja. Evitar lo que hacían algunos piratas: tras enterrar un tesoro, mataban a la tripulación para que nunca revelaran dónde estaba. Como veremos, la tarea no es atesorar, sino disfrutar lo que juntos forjaron, porque la recompensa y sentido de este viaje es totalmente emocional.
Existe un refrán que afirma: “Lo que se disfruta es el viaje”, y creo que tiene mucha razón. Si bien es útil llevar un destino y buscar buenos puertos, su viaje no es para trasladarse sólo de un punto “A” a un punto “B”. Se trata, sí, de tocar puertos, reabastecerse, disfrutar de los descubrimientos, pero básicamente de navegar en la búsqueda de nuevas aventuras que no hagan de su relación algo ni muy salado ni muy desabrido.
Su equipaje
Vivir en pareja, o al menos en una relación estable y de compromiso, es algo que aprendemos como el caminar: haciéndolo. Me explico, en la vida difícilmente se nos instruye, educa o siquiera se nos habla seriamente del tema de las relaciones de pareja. Usamos más bien la intuición y, si acaso, aprendemos del asunto mediante varias fuentes.