Índice
Gracias por adquirir este eBook
Visita Planetadelibros.com y descubre una
nueva forma de disfrutar de la lectura
¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos!
Primeros capítulos
Fragmentos de próximas publicaciones
Clubs de lectura con los autores
Concursos, sorteos y promociones
Participa en presentaciones de libros
Comparte tu opinión en la ficha del libro
y en nuestras redes sociales:
Explora Descubre Comparte
SINOPSIS
¿Qué hace que un puente se tambalee cuando no estaba previsto que fuera así? ¿Cómo es posible que miles de millones de euros se esfumen en un instante? ¿O que un edificio tiemble cuando una clase de gimnasia que salta al ritmo de una determinada canción iguala su frecuencia de resonancia? La respuesta a todas estas preguntas son las matemáticas. O, para ser más exactos, lo que sucede cuando las matemáticas fallan en el mundo real.
Nuestras vidas están fundamentadas en las matemáticas: programas informáticos, economía, ingeniería; la mayoría de las veces funcionan y no nos percatamos de que están ahí hasta que.... dejan de hacerlo. Explorando y explicando una retahíla de errores, accidentes y percances, Matt Parker nos muestra, en esta comedia de errores matemáticos, las extrañas formas en que las matemáticas nos hacen tropezar, y lo que esto revela sobre sobre el lugar fundamental que ocupan en nuestro mundo.
Un libro lleno de acertijos, retos, calcetines geométricos, chistes sobre código binario y tres errores deliberados que desafía al lector más audaz y nos reconcilia con esta ciencia que, excepto cuando la saboteamos, puede ser nuestro mejor aliado. Equivocarse nunca ha sido tan divertido.
π -fias matemáticas
Equivocarse nunca ha sido
tan divertido
Matt Parker
Traducción castellana de
Pedro Pacheco González
CRÍTICA
BARCELONA
Dedicado a mi esposa Lucie, por su apoyo constante
Sí, soy consciente de que dedicar un libro sobre errores a tu esposa es a su vez un pequeño error
Cero
INTRODUCCIÓN
En 1995, Pepsi puso en marcha una promoción en la que la gente podía sumar puntos Pepsi para luego canjearlos por artículos de la compañía. Una camiseta costaba 75 puntos, unas gafas de sol, 175, y había incluso una chaqueta de cuero que se podía canjear por 1.450 puntos. Llevar puestos los tres artículos al mismo tiempo te confería un aspecto muy de los noventa. El anuncio de televisión en el que anunciaban la campaña de puntos por artículos presentaba a un individuo que hacía justamente eso.
Pero la gente que realizó el anuncio quería finalizarlo con algo surrealista. Así que, ataviado con la camiseta, las gafas y la chaqueta de cuero, el protagonista va a su colegio volando con su reactor Harrier. Según el anuncio, este avión militar podía ser tuyo por siete millones de puntos Pepsi.
La broma es bastante sencilla: cogen la idea de los puntos Pepsi y la extrapolan hasta que suena ridícula. Un guion cómico clásico. Pero da la impresión de que no realizaron los cálculos matemáticos. Sin duda, siete millones parece un número muy grande, pero no creo que el equipo que creó el anuncio se molestara en hacer números y comprobar si esa cifra era lo suficientemente grande.
Sin embargo, alguien sí que lo hizo. En esa época, cada reactor AV-8 Harrier II le costaba al Cuerpo de Marines de Estados Unidos más de veinte millones de dólares y, afortunadamente, existía una forma sencilla de convertir los dólares estadounidenses en puntos Pepsi: Pepsi permitía que cualquiera pudiese comprar puntos adicionales a diez centavos el punto. No estoy familiarizado con el mercado de segunda mano de aviones militares, pero un precio de 700.000 dólares por un avión de veinte millones parece una buena inversión. Y eso es lo que hizo John Leonard, quien intentó sacar provecho de ello.
Y no fue solo un patético «intentó». Fue a por todas. Según las reglas de la promoción, la persona interesada tenía que rellenar un formulario del catálogo original de Pepsi, intercambiar un mínimo de quince puntos e incluir un cheque para cubrir el coste de cualquier punto adicional que le faltara para el artículo deseado, más diez dólares por gastos de envío. John cumplió con todos esos requisitos. Rellenó un formulario original, incluyó quince puntos de productos Pepsi y constituyó un depósito de 700.008,50 dólares con sus abogados para garantizar el cheque. ¡El tipo consiguió reunir el dinero! Iba en serio.
Al principio, Pepsi rechazó su petición: «El reactor Harrier que aparece en el anuncio de Pepsi no es real y lo incluimos simplemente para crear un anuncio divertido». Pero Leonard ya se había asesorado por abogados y estaba preparado para luchar. Sus abogados contraatacaron: «Les pedimos formalmente que cumplan con su compromiso y lleven a cabo inmediatamente las disposiciones necesarias para enviar el nuevo reactor Harrier a nuestro cliente». Pepsi no cedió. Leonard los demandó y fueron a juicio.
El caso generó una gran polémica sobre si el anuncio en cuestión era claramente una broma o si alguien se lo podía tomar en serio. Las notas oficiales del juez reconocen que el caso se va a convertir en algo ridículo: «La insistencia del demandante en que el anuncio es una oferta seria requiere que el tribunal explique por qué el anuncio es cómico. Explicar por qué un chiste es divertido es una tarea abrumadora».
¡Pero les dieron una oportunidad!
El comentario del adolescente del anuncio de que volar en el reactor Harrier para ir a la escuela «seguro que gana al autobús» pone de manifiesto la actitud sorprendentemente despreocupada respecto a la dificultad relativa y el peligro de pilotar un avión de combate sobre un área residencial, en lugar de optar por el transporte público.
Ningún colegio dispondría de una zona de aterrizaje para el avión de combate de un estudiante, o toleraría el alboroto que provocaría la utilización del reactor.
En vista de la bien conocida función del reactor Harrier, o sea, atacar y destruir objetivos terrestres y aéreos, el reconocimiento armado y la interceptación aérea, además de la guerra antiaérea ofensiva y defensiva, suponer que un reactor de esas características se puede utilizar como transporte para ir por las mañanas a la escuela no es nada serio.
Leonard nunca obtuvo su reactor, y el juicio Leonard contra Pepsico, Inc. ya es parte de la historia del derecho. Personalmente, encuentro reconfortante que, si digo algo que creo que es «humor surrealista», exista un precedente legal que me proteja de las personas que se lo tomen seriamente. Y si eso le supone un problema a alguien, que reúna los suficientes puntos Parker para recibir gratis una fotografía mía en plan despreocupado (se aplicará un cargo por franqueo y envío).
Pepsi dio los pasos necesarios para protegerse de problemas futuros y relanzó la campaña cambiando el valor del Harrier a 700 millones de puntos Pepsi. Me parece increíble que no escogieran esta cantidad elevada en primer lugar. No es que 7 millones sonara más divertido; simplemente, la compañía no se preocupó de hacer los cálculos matemáticos oportunos cuando eligió una cantidad elevada arbitraria.