Agradecimientos
No podría haber escrito este libro sin el apoyo, la colaboración y las ideas de los docentes con quienes trabajo, con quienes tengo contacto a través de los medios de comunicación social y de quienes aprendo como profesora de educación matemática. Tengo la gran suerte de conocer a profesores y profesoras que inspiran a los estudiantes a diario con sus enseñanzas y sus palabras y que me invitan a estar en sus clases y en sus vidas. Son ellos y ellas quienes me permiten obtener ideas como investigadora y traducirlas en ideas para aplicar en las aulas. Este libro recoge parte del trabajo de docentes maravillosos de la enseñanza primaria, intermedia y secundaria, a algunos de los cuales presento a lo largo de la obra. Estoy tremendamente agradecida a todos los maestros y maestras con quienes establezco contacto y con quienes trabajo. Trabajamos juntos, en Youcubed, para compartir buenas prácticas y aprender unos de otros sin cesar. Esta experiencia es enriquecedora y satisfactoria, y este libro es el resultado de esta labor compartida.
También quiero dar las gracias a mis dos hijas, a quienes he dedicado este libro, por ser tan pacientes cuando me encierro para escribir y cuando desaparezco durante días para cruzar el país con el fin de trabajar con otros educadores. En el momento de escribir estas líneas, tienen nueve y doce años, y cada día son mi mayor fuente de inspi ración.
El hecho de que este libro exista se debe, en igual medida, a la editora más paciente que he conocido y que, probablemente, conoceré. Kate Bradford ha esperado durante años a que acabara esta obra. Siempre que escribía a Kate para pedirle, sintiéndome culpable, una prórroga más, me maravillaba con su amabilidad y su paciencia. ¡Espero, Kate, que la espera haya valido la pena!
También me gustaría dar las gracias a Jill Marshal, mi agente, cuyos consejos y ánimos permanentes me han ayudado desde la concepción del libro hasta su producción.
Y finalmente, pero no en menor medida, quiero dar las gracias a mi socia y cofundadora de Youcubed, Cathy Williams. Cathy elaboró casi todos los elementos visuales del libro, comentó conmigo mis ideas medio configuradas, leyó borradores y ha sido quien más me ha ayudado y apoyado a lo largo de todo el proceso. ¡Todo el mundo debería tener una Cathy en su vida! Gracias, Cathy, por ser una consejera y amiga fantástica.
Para Jaime y Ariane, mis dos chicas
que me inspiran todos los días.
Prólogo
Una de mis exalumnas de la Universidad Stanford es profesora de cuarto de primaria en el sur del Bronx, una zona de la ciudad de Nueva York en la que estudian muchos alumnos pertenecientes a grupos sociales minoritarios y desfavorecidos que presentan un rendimiento académico bajo. Todos estos alumnos piensan que no se les dan bien las matemáticas, y a la vista de sus resultados académicos, cualquiera podría tener la tentación de comulgar con esta apreciación. Sin embargo, después de haber asistido a clase con ella durante un año, sus alumnos de cuarto terminaron en primer lugar en el ranking del estado de Nueva York: el 100 % aprobaron el examen de matemáticas de ámbito estatal, y el 90 % obtuvieron la nota más alta. Y es que todos los estudiantes pueden tener éxito en el aprendizaje de las matemáticas; el caso de estos alumnos del Bronx no es más que uno de los muchos ejemplos que podría poner.
Hay quienes piensan que algunos niños no están hechos para las matemáticas, que el éxito en esta materia está reservado solamente a ciertos niños —los que se cree que son «inteligentes»— o que es demasiado tarde para aquellos que no han crecido en los entornos adecuados. Quienes albergan estas creencias pueden aceptar fácilmente que muchos estudiantes suspendan la asignatura de matemáticas y la odien. De hecho, nos hemos encontrado con muchos profesores que intentan consolar a sus alumnos diciéndoles que no se preocupen por llevar mal las matemáticas, porque no todos pueden sobresalir en esta materia. Estos «facilitadores» adultos, padres y maestros por igual, permiten que los niños desistan de las matemáticas cuando apenas están empezando a estudiarlas. No es de extrañar que algunos estudiantes se limiten a aceptar su desempeño deficiente con esta declaración: «No estoy hecho para las matemáticas».
Pero ¿de dónde sacan los padres, los profesores y los alumnos la idea de que las matemáticas son solo para algunas personas? Una nueva investigación muestra que esta creencia está profundamente arraigada en el campo de las matemáticas. Los investigadores encuestaron a académicos (de universidades estadounidenses) de varias disciplinas. Les preguntaron hasta qué punto pensaban que el éxito en su campo dependía de una capacidad fija e innata que no se podía enseñar, frente a la idea de que el trabajo duro, la dedicación y el aprendizaje eran los factores determinantes. Entre todos los expertos encuestados —de los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (las denominadas materias STEM)—, los matemáticos fueron los que más convencidos se mostraron de que la capacidad asociada a su disciplina era un rasgo innato, fijo (Leslie, Cimpian, Meyer y Freeland, 2015). Otros investigadores están descubriendo que muchos profesores de matemáticas empiezan el curso distinguiendo entre los estudiantes que son aptos para esta disciplina y los que no lo son. Se oyó decir a un profesor de universidad, en el primer día de un curso universitario introductorio: «Si esto no os resulta fácil, no es lo vuestro» (Murphy, García y Zirkel, en preparación). Si este mensaje se transmite de generación en generación, no es de extrañar que los estudiantes tengan miedo de las matemáticas. Y tampoco es de extrañar que lleguen a la conclusión de que no están hechos para las matemáticas si no les resultan fáciles.
Pero cuando empezamos a constatar que la mayoría de los estudiantes (tal vez casi todos) son capaces de sobresalir en esta asignatura y disfrutarla, como se muestra en los capítulos siguientes, ya no es aceptable que tantos alumnos la suspendan y la odien. ¿Qué podemos hacer para que todos los estudiantes logren avanzar en el aprendizaje de las matemáticas? ¿Cómo podemos ayudar a los maestros y a los alumnos a creer que se puede desarrollar la capacidad matemática, y luego mostrarles a los profesores cómo enseñar matemáticas de una manera coherente con esta idea? Esta es la materia de este libro.
En esta obra única y maravillosa, Jo Boaler saca partido de sus años de experiencia y su gran sabiduría para mostrarles a los docentes exactamente cómo presentar los contenidos matemáticos, cómo estructurar los problemas matemáticos y cómo guiar a los alumnos en esta disciplina y darles un tipo de retroalimentación que los ayude a adoptar y asentar una mentalidad de crecimiento . Boaler es una de esas educadoras excepcionales que no solo conocen el secreto de la enseñanza de la mayor calidad, sino que también saben cómo transmitir este don a los demás. Miles de maestros han aprendido de ella, y esto es lo que dicen:
«A lo largo de mi educación escolar […] me sentí estúpido e incapaz de aprender [matemáticas] […] No tengo palabras para expresar el alivio que siento ahora al ver que sí puedo aprenderlas, y al poder enseñarles a los alumnos que ellos también pueden hacerlo».
«[Usted] me ha ayudado a pensar acerca de la transición a los estándares básicos comunes y a ayudar a mis alumnos a sentir amor y curiosidad por las matemáticas».
«Estaba buscando un proceso de aprendizaje de las matemáticas que hiciera que los alumnos pasasen de odiarlas a disfrutarlas […] este era el cambio que necesitaba».
Imagina a tus alumnos pasándolo bien mientras lidian con problemas matemáticos realmente difíciles. Imagínalos pidiendo que se analicen sus errores delante de la clase. Imagínalos diciendo: «¡Se me dan bien las matemáticas!». Esta visión utópica se está materializando en aulas de todo el mundo y, si sigues los consejos que se ofrecen en este volumen, también puede ser una realidad en tu aula.