Introducción
I
Que la escritura constituye una revolución de la inteligencia humana es un hecho consabido. Su aparición permitió trasladar el lenguaje desde el mundo sensorial de la oralidad y la audición hacia el universo silencioso de la vista, y, como resultado de su impacto en la cultura, por una parte, propició una nueva organización espacial de la mente (que culminó en el pensamiento matemático); por otra, estableció las condiciones iniciales necesarias para que surgieran las grandes religiones introspectivas inseparables de la fascinación por las «sagradas escrituras»; asimismo, permitió la regulación sistemática de las relaciones sociales con la aparición de los primeros códigos legislativos escritos; y tantos otros fenómenos cognitivos, sociológicos, antropológicos, humanos, en definitiva.
El desarrollo de la escritura ha ido siempre de la mano del desarrollo de la tecnología: de la tablilla de arcilla a la pantalla de un dispositivo móvil, miles de años de avances técnicos han permitido que este modo de comunicación amplíe exponencialmente sus funciones, su presencia y su protagonismo en nuestras vidas cotidianas.
Los ciudadanos de estos primeros decenios del siglo XXI somos coetáneos de la convivencia eficaz entre un soporte de escritura milenario, el papel, y otro que ha revolucionado nuestros sistemas de comunicación, la pantalla, el nuevo medio universal de la escritura. En estos momentos, todas las actividades humanas basadas en la escritura están viviendo el tránsito a lo digital, a lo telemático y a las pantallas. Pese a su corta historia, la pantalla ya ha evolucionado de manera crítica respecto al tipo de comunicación que promueve; hoy es interactiva y nos invita a la escritura como nunca antes ningún otro soporte cultural había hecho. Escribir para un lector de pantallas —webs (personales, institucionales, profesionales, empresariales), redes sociales 2.0 (Facebook, Twitter, Blogs), PowerPoint, tablets, smarthphones— requiere activar unas estrategias de escritura nuevas, como se explora en esta obra.
Actualmente, nadie se atreve a vaticinar que dentro de unos años seguiremos leyendo prioritariamente en papel. Pero ni siquiera los más acérrimos cibergurúes han puesto en duda el hecho de que la información seguirá escribiéndose. ¿La razón? La escritura es el medio más eficaz, versátil y económico de representar la información que jamás haya utilizado el ser humano.
II
Este Manual de escritura académica y profesional aparece catorce años después de su precedente, un manual de escritura del que suele decirse —gentilmente— que ha dejado huella en el campo de la comunicación escrita académica en español. Desde entonces hasta hoy, el fenómeno de la comunicación escrita no ha hecho más que ampliarse: escribimos más que nunca, en más ámbitos profesionales, a cualquier hora del día, individualmente y también de manera colectiva, en todo tipo de soportes tecnológicos, con propósitos diversos, para destinatarios muy variados (personales y profesionales; individuales y masivos). En el siglo XXI la escritura muestra más que nunca su enorme complejidad cognitiva, antropológica, tecnológica y de elaboración.
En esa última faceta, la complejidad de la elaboración lingüística de la escritura, estrechamente ligada con los procesos cognitivos de interpretación, entramos en juego los lingüistas. Para abordarla, era necesario acumular conocimiento colectivo; era preciso contar con expertos en las múltiples y variadas perspectivas lingüísticas que conforman ese fenómeno poliédrico que es la escritura. Por eso, en esta nueva obra, somos dieciocho los autores, procedentes de diversas universidades de uno y otro lado del Atlántico. Asimismo, era preciso también diseñar una nueva obra que presente reelaborado el contenido de capítulos previos e incluya nuevos capítulos que se abran a las innovaciones últimas en escritura.
Sí, en efecto, escribimos cotidianamente a destajo y escribimos tipos de texto muy variados. Algunos implican usar una lengua con escasa textualización; las palabras apenas se relacionan entre sí mediante sintaxis, no conforman frases, no se engarzan para construir párrafos; así, por ejemplo, los documentos Excel o las anotaciones en agendas electrónicas. Otros textos conllevan una textualización muy superficial: los 140 caracteres de Twitter, los comentarios de Facebook, un mensaje de SMS o de WhatsApp. Otros textos, en cambio, requieren una planificación reflexiva y la puesta en marcha de múltiples mecanismos para lograr transmitir conocimiento claro y atractivo para el lector: un informe, una página web, un examen, un trabajo académico, un manual de instrucciones.
Hoy en día escribimos para diferentes soportes: por ejemplo, exámenes en papel y mensajes electrónicos para leer en pantalla. O folletos y contratos analógicos y textos digitales para pantallas. Textos para informar y textos para convencer; y también textos para mostrar a otros cómo hacer algunos procesos (las instrucciones). Todos ellos se exploran y muestran con detalle en capítulos de este manual. Muchos de estos textos los escribimos a título individual, pero otros, de manera creciente, son de autoría cooperativa (el trabajo de curso que redactamos en grupo, el informe elaborado por varios profesionales...).
En ocasiones, elaboramos textos de carácter estrictamente interpersonal (mensajes destinados a felicitar a alguien, pedir disculpas, mostrar nuestro interés por él). En otras ocasiones, en cambio, escribimos textos cuya finalidad es funcional: demostrar nuestro conocimiento sobre un tema, explicar un proceso, elaborar un contrato, informar de unas condiciones, mostrar el funcionamiento de algún mecanismo. Por lo demás, como conocedores de un tema (antropología, biología, economía, ingeniería o farmacia), en ocasiones escribimos para otro experto, pero, en esta sociedad del conocimiento, a menudo debemos comunicar también saber experto a un lector no especialista, y para ello tenemos que movilizar mecanismos lingüísticos y discursivos que favorezcan la comprensión del lego en la materia (esto es, utilizamos mecanismos de divulgación del conocimiento). De ahí la inclusión de un capítulo dedicado a estos mecanismos en la parte de Estrategias discursivas.
Hace no tantos años el discurso verbal era el componente casi en exclusiva de los textos académicos y profesionales, excepto algunos casos que entonces parecían periféricos (enciclopedias, manuales de instrucciones, periódicos) en los que el discurso verbal se combinaba con el discurso visual (fotos, imágenes o mapas; hoy lo denominamos