"No es signo de buena salud el estar bien adaptado
a una sociedad profundamente enferma"
Jiddu Krishnamurti
Introducción
Cuando tenía 25 años, perdí a uno de mis mejores amigos tras un largo proceso de autodestrucción que fui percibiendo día a día, en el que se entremezclaron los problemas familiares, los complejos físicos ante un mundo falsario, y el consumo abusivo de drogas, lo que le llevó a perder progresivamente el contacto con la realidad. Desde aquel traumático suceso, he contemplado de cerca la deriva hacia la locura de muchas personas de mi entorno y he visto cómo seres valiosos y queridos han acabado cayendo en esa sima del "tratamiento psiquiátrico".
Gracias a la difusión de mi página web (rafapal.com), durante los últimos 18 años he mantenido contacto y he conocido a miles de personas de todo el mundo, ayudando a muchas a comprender cómo sus problemas estaban relacionados con el apocalíptico momento que estábamos viviendo. Para muchas de ellas, mi ayuda no fue suficiente, de ahí que sienta que tengo una cuenta pendiente por tantos humanos que han quedado en un estado "desvanecido" y sus vidas, lastimadas por los confusos tiempos que vivimos.
En las siguientes páginas leerás cómo y por qué los seres humanos pierden contacto con la realidad, en un relato que nace de la experiencia directa. Una parte de los comentarios y las experiencias que aquí se incluyen forma parte de la vida de aquel que escribe estas líneas: de su vida, sus amigos, su familia o sus conocidos.
Dado que muchas de las personas de las que hablo están vivas, distorsionaré sus nombres para proteger su intimidad, porque todavía albergo la esperanza de que recobren la estabilidad mental y sin duda que ser catalogados no les haría ningún bien porque, como verás, en la condena a partir de la etiquetación reside gran parte del problema que nos ocupa.
En muchas ocasiones me valdré de los propios conceptos de la psiquiatría y la psicología aunque, como veréis, creo bastante poco en las causas y los orígenes de la locura que estas ciencias nos proponen. O, como poco, no creo que estas sean las causas finales, las profundas.
Lo original de lo que vas a leer es que abordaré la locura de este principio del siglo XXI en comunión con la pervertida cultura de masas, la falta de sentido de la vida inherente a la vida moderna, y el influjo de la política, la publicidad y todas las disciplinas que afectan a la manera de ser de los humanos en lo que hoy se conoce como "Ingeniería Social". Por tanto, expondré mis propios conceptos y mi propia visión sobre la salud mental, que no necesariamente respetarán los axiomas de estas supuestas ciencias, sino que se levantan sobre mis propios postulados (de sentido común).
El primero de ellos es que en la comprensión reside la curación. Aquel que comprenda cómo comenzó su huida de la realidad podrá encontrar el camino de vuelta a esa cordura perdida, si es capaz de superar el lógico sufrimiento implícito de entender el enorme daño espiritual que le hizo desconectar la mente de su cuerpo, abstrayéndose de la realidad, lo cual, por supuesto, exige atravesar una crisis profunda para después renacer.
Mi propósito es lograr que, al menos, algunas personas retomen su equilibrio después de leer este libro, así que en ocasiones explicaré mis propias experiencias y la fórmula con la que superé los traumas que sobrellevé en mi difícil adolescencia: "si yo pude, tú también puedes".
Antes de comenzar, es importante que aclare los conceptos sobre los que apuntalaré mi teoría, porque sin un buen entendimiento del objeto del estudio (el Ser Humano) no puede haber una buena comprensión del origen del problema. Y este, como verás, es el principal obstáculo en lo concerniente a la salud mental de la sociedad moderna, contaminada en gran parte por las ideas de Sigmund Freud, un señor denostado tanto por la psicología como por la psiquiatría pero que, sin embargo, logró imponer sus postulados como útil instrumento al servicio del gobierno mundial del Planeta Tierra conocido como "ONU", lo cual tiene muchísimo que ver con la deriva demencial que tomó la Humanidad.
La salud mental de una persona reside en el equilibrio de su Yo. El Yo no es malo, como nos hizo creer el degenerado Sigmund Freud a través de esa suerte de fantasma que es su maléfico "Ego"; una manera de ocultar los "pecados" de toda la vida. Es un Yo sobredimensionado (egoico, egoísta) o minusvalorado (deprimido, sin autoestima, desvalorizado) lo que constituye el problema, que acabará afectando al entorno del paciente y, por lo tanto, a su relación con los demás, que es la base de su locura. El Mal reside, pues, en la sobrevaloración o infravaloración extremas del Yo, que distorsiona al Ser y lo separa de la Realidad. Un planteamiento equivocado genera un resultado equivocado y, en el caso que nos ocupa, la consecuencia es la locura, la locura social.
Es preciso reconocer que la deriva demente de nuestra sociedad es una consecuencia de las propias creencias que sobre el ser humano tiene la casta que sustituyó a Dios como referente moral: la de los científicos.
La psiquiatría moderna empieza a extender sus tentáculos después de la I Guerra Mundial, una época en la que las neurosis afloraron en toda Europa a consecuencia del horror de la guerra lo que, de paso, nos confirma que es la insana realidad en la que vivimos la que produce este horror. En paralelo, se trabajaba en la misma dirección en Estados Unidos. En 1917, el Colegio de Psiquiatras norteamericano y su comisión para la salud mental comenzarían a elaborar una lista de enfermedades mentales, conocida como DSM [1], que, como veremos, iría aumentando década tras década hasta alcanzar a la mayoría de la población. Pero, curiosamente y al tiempo que esto sucedía, la enfermedad "madre" de casi todas las demás (la histeria) acabaría siendo anulada del propio código en el DSM III de 1980 y sustituida por otros difusos conceptos como el de "trastorno de la conversión" o "trastornos disociativos". ¿Por qué lo hicieron? Es muy interesante recordar que en esos mismos años, el feminismo —relacionado con la histeria desde sus orígenes a través de la primera paciente de Freud y primera dirigente feminista, Anna O / Bertha Pappenheim— fue adquiriendo tintes de ideología de Estado. En definitiva: la histeria desapareció como enfermedad y el feminismo se convirtió en la ideología —castradora— dominante, imponiendo el pensamiento histérico como una normalidad, a la que todos debían adaptarse. Se lo conoció como "corrección política", la psicosis normalizada.
Plagiando a su colega Josef Breuer, Freud supo ver que la histeria era el volcán mediante el que se descargaban emociones reprimidas como la rabia, el miedo, el conflicto o la repugnancia. La pregunta es: ¿por qué en esa época empezaron a reprimirse las emociones?
La respuesta es que el ser humano moderno, que creía haber alcanzado la libertad, se vio compelido a no poder expresar ni siquiera sus emociones más básicas como la ira, la rabia y la tristeza. Domesticado bajo las leyes de la urbanidad —que en realidad son las leyes de la cultura de masas, que dictan lo que es correcto o no en base a lo que digan los propietarios de esos medios de comunicación, muchas veces en contra de su propia naturaleza— el humano fue separándose de su ser, su esencia.
A partir de ese momento, la histeria fue desgajada en una serie de síndromes diversos que lo que hacían era esconder, precisamente, el origen de la locura: el miedo y la rabia reprimidos. Al esconder la causa, escondían, evidentemente, el gran tesoro: su curación.