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Adela Muñoz Páez - Brujas: La locura de Europa en la Edad Moderna

Aquí puedes leer online Adela Muñoz Páez - Brujas: La locura de Europa en la Edad Moderna texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2022, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial España, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Adela Muñoz Páez Brujas: La locura de Europa en la Edad Moderna
  • Libro:
    Brujas: La locura de Europa en la Edad Moderna
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial España
  • Genre:
  • Año:
    2022
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Brujas: La locura de Europa en la Edad Moderna: resumen, descripción y anotación

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Un maravilloso ensayo que parte de la caza de las brujas en el Renacimiento, una guerra contra las mujeres que resuena aún hoy.

A comienzos de la Edad Moderna tuvo lugar en Europa una caza de brujas en la que se persiguió a centenares de miles de personas, la gran mayoría mujeres, y se asesinó a unas sesenta mil. ¿Qué sabemos de las condenadas? ¿Y de sus acusadores? Y, sobre todo, ¿cuál pudo ser el motivo de semejante locura?

Adela Muñoz Páez, una de las ensayistas actuales más brillantes, ofrece respuestas a estas preguntas y explora el proceso, orquestado durante siglos por la Iglesia, que convirtió a las mujeres en chivos expiatorios de una sociedad extraordinariamente misógina. Al contrario de lo que suele pensarse, las persecuciones más agresivas no se dieron en España, las penas más crueles no las impusieron los tribunales eclesiásticos, y la Inquisición no fue el brazo ejecutor de la caza, sino la principal opositoraa la misma. El texto se ocupa además de herejías, bulas papales, grimorios, exorcismos y hechizos, y rememora los juicios de las brujas de Salem y Zugarramurdi, así como la historia de sus perseguidores y de sus defensores.

Aunque no hubo aquelarres ni vuelos de brujas, sí hubo dolor y muerte en las hogueras prendidas a lo largo y ancho de la Europa de la época. En nombre de las brujas cuyas voces no serán oídas jamás, hemos de ayudar a poner freno a la superstición y el odio que aún hoy siguen cobrándose decenas de miles de vidas.

SobreSabias:
«Es imprescindible conocer a las mujeres científicas que nos precedieron. Sus vidas suelen ser tan apasionantes y llenas de obstáculos como la mejor novela».
Ángeles González Sinde

«Su relato ayuda a saldar la deuda con las herederas de Enheduanna que se vieron obligadas pese a su talento a transitar por la cara oculta de la historia».
Carlos Prego, Investigación y ciencia

Sobre Marie Curie:
«Muñoz Páez narra con un estilo accesible la vida y descubrimientos de una de las grandes científicas de la historia».
ABC de Sevilla

«Añade una visión que excede el ámbito de lo científico, pero que completa y engrandece la estatura humana y científica de la biografiada».
Diario de Sevilla

«Una redacción comprensiva de la evolución del trabajo de Marie Curie, que propone desde su visión pedagógica de la ciencia, de la que se convierte en magnífica divulgadora».
El Imparcial

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Índice A la brujilla que me robó el corazón desde el día que nació con la - photo 2

Índice

A la brujilla que me robó el corazón desde el día que nació,

con la esperanza de que entre todas las brujas madres le dejemos

un mundo más justo y más amable para las mujeres.

Introducción

Todos creemos saber de qué hablamos cuando nos referimos a «brujas» o a «caza de brujas». Pero pocos sabrían ubicar temporal y geográficamente este hecho histórico que, en contra de la creencia popular, no tuvo lugar en la Edad Media. Y no, no fue en España donde más víctimas se cobró; de hecho, el número de víctimas en nuestro país fue irrisorio comparado con el de los países centroeuropeos. Tampoco anda acertado el saber popular a la hora de apuntar a la Inquisición como principal ejecutora de esta locura; no solo no fue así, sino que en muchos casos esta institución puso freno a los desmanes de jueces laicos y tribunales populares. Respecto a la magnitud de esta barbarie tampoco hay consenso, pero, aunque se llegó a elevar la cifra de víctimas a millones, una cantidad más cercana a la realidad estaría en torno a sesenta mil víctimas mortales, la mayoría de ellas mujeres; en esto sí acierta el saber popular, aunque el número de condenados varones no fue despreciable. En cualquier caso, aunque el total de víctimas no llegara a las cien mil a lo largo de tres siglos, su efecto debió de ser aterrador, muchísimo mayor que el de los más sangrientos ataques terroristas de nuestra época.

Aunque la caza de brujas alcanzó su punto álgido al comienzo de la Edad Moderna, había empezado a prepararse muchos siglos antes, a lo largo de los cuales se fue asociando a las mujeres con los demonios, judíos y herejes. Al mismo tiempo se fue cociendo a fuego lento una misoginia que enraizó en lo más profundo de la sociedad y convirtió a las mujeres en las enemigas, en la boca del infierno, la hermosa podredumbre.

Y, cuando terminó la Edad Media, también llamada Edad Oscura, llegaron los tiempos terribles para las mujeres anunciados por El martillo de las brujas, que convirtió la religión del dios del amor en la del dios del terror. Las mentes calenturientas y obsesas de los jueces hicieron de los aquelarres conventículos donde se celebraban orgías sexuales y banquetes caníbales, a la vez que se rendía pleitesía al Diablo con el ósculo infame. Mientras tanto, nacía y crecía en España la Inquisición. Ese monstruo, que corrompió el país con la cultura de la delación, fue el único capaz de detener la locura de la caza de brujas que arrasó Europa de Sicilia a Finlandia y de Rusia a Escocia, dejando a España como una isla que salió casi indemne. Alemania fue el epicentro del terremoto; las zonas montañosas como los Pirineos y los Alpes, sus principales réplicas. La locura entró en los conventos y endemonió a las monjas, llegó a las cortes y trató de envenenar a los reyes, atravesó el océano y eclosionó en la bahía de Massachusetts. Pero la fama de la Inquisición española como principal responsable de la quema de brujas siguió en pie, inasequible a la verdad.

Hoy la verdad sobre las brujas del siglo XX permanece oculta porque nadie quiere enfrentarse a ella, a pesar de que en la segunda mitad del siglo pasado murieron más brujas solo en Tanzania que en toda Europa en la Edad Moderna. La justicia popular que linchó a la tía Casca en un pueblo de Aragón a mediados del siglo XIX sigue cobrándose la vida de mujeres africanas y asiáticas. Nadie oyó las voces de las brujas europeas de la Edad Moderna pidiendo auxilio y nadie registró sus historias. En memoria de todas ellas, no dejemos que la locura siga asesinando mujeres en África, Latinoamérica y el Sudeste Asiático.

PREPARANDO EL CAMINO
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Diosas de la noche y hechiceras

En los antiguos pueblos indoeuropeos el sol era el principio de la vida, y la luna presidía la noche y amparaba a los muertos. Durante el día fluía la vida, y durante la noche esta se paralizaba y reinaba la muerte. El sol y el día se asociaron al bien y se relacionaron con lo masculino, mientras que la luna se convirtió en sinónimo de la noche, el mal, la menstruación y las mujeres. De esta forma, a lo largo de milenios fueron sentándose las bases para que en las civilizaciones posteriores los espíritus maléficos tuvieran un gran componente femenino. Estas asociaciones fueron recogidas de manera exhaustiva por el historiador alemán Johann Jakob Bachofen a mediados de siglo XIX en su obra El matriarcado.

Cuando las civilizaciones se fueron haciendo más complejas y se desarrollaron sistemas de creencias en seres superiores cada vez más elaborados, surgieron las religiones, en las que los dioses eran la imagen del bien, mientras que otros seres, como diablos o demonios, personificaban el mal. En las religiones politeístas como la sumeria o grecolatina, los dioses también estaban sujetos al poder del mal. De hecho, todos estaban sometidos en su mayoría a las leyes que regían el mundo físico y moral de los seres humanos, y en la parte oscura de las panoplias de dioses solía haber una mayor presencia de lo femenino.

SELENE, HÉCATE Y DIANA

Tal es el caso de las deidades de la mitología griega Selene, diosa de la luna, y Hécate, la soberana de las almas de los muertos. Estas diosas, que habitaban las tumbas y durante las noches claras surgían en las encrucijadas junto con un cortejo de perros que aullaban pavorosamente, son las que aparecen en los Idilios del poeta griego Teócrito (310-circa 260 a.C.). En casos de locura se pedía auxilio a Hécate porque se pensaba que esta enfermedad era causada por las almas de los muertos. La relación de las diosas con la luna y la locura dio lugar al término «lunático». En la mitología romana esta figura la encarna Diana, diosa que, según algunos historiadores, continuó siendo adorada por las brujas más de un milenio después de la desaparición del Imperio romano, como su maestra y guía.

Hécate, Selene y Diana no son las únicas diosas de la muerte; las encontramos prácticamente en todas las mitologías. La diosa sumeria Ereshkigal posee poderes similares a los de Hécate, lo que no es de extrañar dado que esta está inspirada en ella. Freyja, o Vanadis, de la mitología nórdica, es la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, pero también de la guerra, la muerte y la magia. Kali, la esposa de Shiva, es la diosa de la oscuridad en la mitología hindú (inspiradora de la famosa imagen de Mick Jagger, de los Rolling Stones, sacando la lengua), Itzpapálotl es la diosa madre de la guerra, de los sacrificios humanos, patrona de la muerte, bruja y maga en la cultura chichimeca del centro de México, e Izanami no mikoto es la diosa de la creación y de la muerte en la mitología japonesa y en el sintoísmo.

En la literatura griega las diosas Selene y Hécate son invocadas por las hechiceras Medea y Circe, las cuales no se limitan a rendirles culto, sino que realizan actos de magia para alcanzar sus fines. De manera similar, la diosa romana de la noche, Diana, es invocada por la hechicera Canidia en la obra del poeta Horacio (65-8 a.C.):

¡Oh confidente de mis actos, noche y Diana, tú que reinas sobre el silencio, cuando se realizan los ritos secretos, ahora, ahora mismo vuelca sobre las casas enemigas vuestra ira y vuestra divina voluntad!

Para el escritor romano Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) el mal tenía como escenario la noche, como hace decir a Medea en su Metamorfosis:

¡Oh Noche, fiel confidente de los más profundos secretos! ¡Astros y Luna que con vuestra luz suplís la luz del día! ¡Y vos, oh triple Hécate, a quien yo confío todos mis proyectos y de quien siempre he recibido protección! ¡Encantos, artes mágicas, hierbas y plantas cuya virtud es tan poderosa; aire, vientos, montañas, ríos, lagos, dioses de los prados, dioses de la noche, acudid todos en mi ayuda

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