La ciencia de la ciencia ficción
La ciencia de la ciencia ficción
© Manuel Moreno y Jordi José, 2016
Una parte del texto es una adaptación de artículos y colaboraciones publicados por los autores en: Ciberp@ís (diario El País), Tercer Milenio (diario Heraldo de Aragón) y Ciència-ficció, programa Extraradi (emisora ComRadio).
© 2019, de esta edición, Shackleton Books, S.L.
Realización editorial: Bonalletra Alcompas, S.L.
Diseño e ilustración de cubierta: J. Mauricio Restrepo
Diseño de tripa y maquetación: Kira Riera
Composición ebook: Víctor Sabaté (Iglú de libros)
© Ilustraciones: Jordi Dacs
© Fotografías: Todas las imágenes de este volumen son de dominio público excepto las de las páginas: 9 (tsuneomp/Shutterstock),16(SergeyDV/Shutterstock), 21 (SkillUp/Shutterstock), 23 (Pavel L Photo and Video/Shutterstock), 34 (Orion 8/Wikimedia Commons), 37 (AlexLMX/Shutterstock), 44 (a: NASA on The Commons @ Flickr Commons y b: Rick Guidice NASA Ames Research Center), 60 (a: Chabacano/Wikimedia Commons CC BY 2.5, y b: Chris Parypa Photography /Shutterstock), 64 (medusa: Vladimir Wrangel/Shutterstock, pulpo: Kerry L. Werry/Shutterstock, Caerbannog/Wikimedia Commons, ilustr. basada en la de Jerry Crimson Mann, CC BY-SA 3.0, insectos: Tomatito / Shutterstock, Bugboy52.40 /Wikimedia Commons, CC BY-SA 3.0, vertebrados: muratart/ Shutterstock, Peter Hermes Furian/Shutterstock), 76 (a: © ZUMA Press, Inc. / Alamy Stock Photo), 79 (Konrad Summers/Wikimedia Commons, CC-BY-SA-2.0), 80 (Gras-Ober/ Wikimedia Commons, CC BY-SA 3.0), 85 (Edobric /Shutterstock), 91 (Reynold Brown/ Wikimedia Commons), 96 (Gera Ovchinnikov, Ivan Cholakov, Bestofgreenscreen, todos de Shutterstock), 98(Frenzel /Shutterstock), 116 (Matteo Gabaglio/Creativecommons, CC BY-SA 3.0), 117 (a: Anton_Ivanov /Shutterstock/editorial, b: Alanna Durkin), 133 (Copy 20th Century Fox, Fair Use)
ISBN: 978-84-17822-58-3
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento y su distribución mediante alquiler o préstamo públicos.
La ciencia de la ciencia ficción
Cuando Hawking jugaba al póker en el Enterprise.
Aprende ciencia con las obras de culto de la sci-fi
Manuel Moreno Lupiáñez y Jordi José Pont
¿Fuerza, estás ahí?
¿Son verosímiles las proezas de un humano como Ant-Man reducido al tamaño de una hormiga? ¿Basta un simple movimiento de palanca para que una nave espacial como el Halcón Milenario gire en el sentido deseado? ¿Es cierto que el tiempo transcurre con más lentitud cerca de un agujero negro tal como acontece en el planeta de Miller, en el filme Interstellar, donde una hora equivale a siete años en la Tierra? Pueden parecer cuestiones baladíes, pero no lo son. Cualquier espectador inquieto puede planteárselas tras el visionado de una película o la lectura de una novela con contenido tecnocientífico. Abordar su respuesta es un ejercicio que permite desarrollar un sano espíritu crítico y escéptico, base del propio método científico. Exista o no una respuesta concreta, lo importante, como decía el buen Albert —Einstein, claro—, es no dejar de hacerse preguntas.
Existe una relación profunda y prolífica entre la ciencia y la ficción. La ciencia ha aportado elementos útiles para el desarrollo argumental de las obras de ficción: una base racional para el artilugio alienígena más sofisticado, por ejemplo, o una justificación más o menos fundamentada para el viaje espacial a cualquier lugar del universo y más allá. Y la ficción, justo es reconocerlo, también ha contribuido al desarrollo de la ciencia y de sus protagonistas, los científicos. El popular físico británico Stephen Hawking no paró hasta conseguir aparecer en un capítulo de la serie Star Trek. La nueva generación (1993), donde juega una partida de póker con los hologramas de otras mentes brillantes como Newton y Einstein, y el organizador de la timba: el androide Data. También participó en episodios de Los Simpson o The Big Bang Theory, parodiándose a sí mismo y a sus colegas. Premios Nobel de Física como Sheldon L. Glashow reconocen la influencia que ejercieron sus lecturas juveniles de novelas y revistas de ciencia ficción a la hora de orientar su carrera a la ciencia. La colaboración entre el astrónomo y divulgador Carl Sagan durante la redacción de su novela Contacto (1985) y el físico relativista Kip S. Thorne en sus investigaciones en el campo de la relatividad general es otro ejemplo de esta fructífera relación creativa entre científicos.
Científicos de la NASA colaboran en las películas que recrean entornos espaciales; Marte y la Luna son los destinos más habituales. Una de las más ejemplares y exitosas participaciones es la del propio Thorne en el filme Interstellar (2015). Sin embargo, solo en contadas ocasiones se tienen en cuenta sus recomendaciones. Esto se debe a cuestiones de presupuesto y del propio lenguaje cinematográfico donde prima, a menudo, el espectáculo por encima de la veracidad científica. Otro ejemplo es la película Ágora (2009) de Alejandro Amenábar, que fue asesorado por astrónomos españoles e historiadores de la ciencia, lo cual le confiere una verosimilitud histórica y científica francamente notable. Aun así, cabe mencionar que, por cuestiones cinematográficas, se deslizan algunas inconsistencias menores: varios de los instrumentos astronómicos y mapas que decoran el despacho de la Biblioteca de Alejandría de la protagonista, la astrónoma griega Hipatia, del siglo iii , corresponden a épocas posteriores.
La ciencia ficción es un vehículo que permite aventurarse a un mundo desconocido, asombroso y, en ocasiones, inquietante.
Veamos un par de ejemplos más de esa conexión entre la ciencia y la ficción. En 2001, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzaba el proyecto «Tecnologías Innovadoras de la Ciencia Ficción para Aplicaciones Espaciales», con el objetivo de repasar la ciencia ficción pasada y presente, en sus diferentes manifestaciones —literatura, películas y material gráfico— para identificar y evaluar tecnologías innovadoras susceptibles de ser desarrolladas en aplicaciones espaciales y «recoger ideas imaginativas, potencialmente viables para el desarrollo a largo plazo por el sector europeo espacial, que podrían ayudar en la predicción del curso de futuras tecnologías espaciales y su impacto». Desde finales de 1999, Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas, incluye la sección «Futuros de ficción», donde los autores pueden expresar no solo sus predicciones sino sus preocupaciones actuales. La ciencia reconoce el valor de la ficción. Para cuándo la ficción hará lo mismo, es algo que no podemos prever.
La ficción comparte con la ciencia la capacidad de especulación y el sentido de la maravilla. Aspectos que la hacen muy atractiva y, a la vez, recomendable y útil como vehículo para la comunicación y divulgación de la ciencia y la tecnología, en general, y de la física, en particular. Está claro que la ficción no tiene, ni pretende tener, voluntad pedagógica. Pero tampoco tiene por qué estar reñida con el rigor científico. El cine, la literatura y el cómic son medios de expresión con normas, leyes y lenguajes propios. Uno no va al cine o lee una novela para aprender física sino para emocionarse —o permanecer impasible— con las aventuras y desventuras de sus personajes favoritos. Uno confía su credibilidad a las mentes de escritores, guionistas y directores. Esperaría, como mínimo, algo de rigor y verosimilitud a cambio. Sea como sea, la sana reflexión acerca del contenido técnico y científico de los filmes y las novelas puede ayudar al ciudadano a comprender y asimilar mejor la ciencia y la tecnología con la que convivimos.
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