CARLOS MELÉNDEZ
Anticandidatos 2016
El thriller político de las elecciones 2016
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Anticandidatos 2016. Manual del (im)perfecto elector peruano
© 2016, Carlos Meléndez
© 2016, Editorial Planeta Perú S. A.
Av. Santa Cruz 244, San Isidro, Lima, Perú.
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Diagramación: B-MAD
Diseño de cubierta:
Primera edición: febrero 2016
Tiraje: 0000 ejemplares
ISBN: 0000000000000000
Registro de Proyecto Editorial: 000000000000000
Hecho en el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 0000000000000
Impreso en:
Los partidos llegan solos. A modo de introducción
Carlos Meléndez
Hemos entrado —sin pedir permiso— a un nuevo ciclo de la política peruana. El diagnóstico sensacionalista y lamentable de una “democracia sin partidos” es insostenible a la luz de los protagonistas del nuevo verano electoral. En la última década, y contra todos los pronósticos, en el Perú han surgido al menos dos partidos nacionales nuevos: Fuerza Popular y Alianza para el Progreso. El primero capitaliza la identidad fujimorista sembrada en la última década del siglo XX por el expresidente Alberto Fujimori. El segundo ha empleado empresas, universidades y equipos de fútbol —“sustitutos partidarios”, según la jerga politológica— para llenar el vacío que dejó la maquinaria partidaria aprista y la maquinaria clientelista fujimorista. Al mismo tiempo surgen partidos “express”, hechos sobre la marcha y en medio del apuro de las encuestas de intención de voto. Peruanos por el Kambio expresa la creación heroica de un tecnócrata —Pedro Pablo Kuczynski— que al final de su carrera política monta un proyecto que se autodestruirá a los segundos de una hipotética derrota. Pero, ¿quién dijo que los partidos tenían que durar para siempre?
Por si fuera poco, los partidos más viejos y sobrevivientes —qué duda cabe que el APRA y el PPC son partidos de otra era— se resisten a la jubilación y se someten a la condena tratable de un matrimonio por conveniencia. Aunque fuera de forma, el binomio Alan García-Lourdes Flores se convierte en el último recurso de quienes tienen a la esperanza como necesidad. Acción Popular —a estas alturas un viejo desconocido— apela a otro político tradicional, Alfredo Barnechea, para demostrar que efectivamente en el Perú vivimos dimensiones temporales distintas a la vez. Perú Posible y el Partido Nacionalista Peruano son partidos menores, personalistas, que sufren las consecuencias del infructuoso paso por el poder. Por su parte, la izquierda ensaya, nuevamente, un frente electoral vintage —el Frente Amplio— sobrellevando su naturaleza fragmentaria y sobreideologizada. Hasta el outsider de esta campaña —Julio Guzmán— le ha dedicado esmero para no pasar como un inquilino partidario y ha hecho sus esfuerzos para poner la primera piedra de un partido propio.
Los partidos llegan solos. Son prácticamente productos involuntarios y amorfos de políticos ambiciosos que intentan llegar al poder con lo que tienen al alcance. Poco se parecen a lo que mandan los manuales de textos de la ciencia política normativa ni tampoco se reflejan en nuestras utopías académicas. El partido político que usted idealiza —y como ofrece el reformólogo vende humo— no existirá más. Quizá nunca existieron de verdad, al menos no en estas hermosas tierras del sol. Move on. Empecemos por comprender cómo luce lo que tenemos al frente; el futuro va por este camino: una combinación de engendros del crecimiento económico con informalidad (Fuerza Popular, Alianza para el Progreso), de una modernidad truncada, estancada en el preajuste económico (APRA y PPC), de una conflictividad social que estalla en el “interior del país” (MAS) en contra del centralismo de las élites limeñas, especialmente las tecnocráticas sin calle (PPK, Todos por el Perú). Nuestra oferta política aglutina también intentos efímeros de democratización social (Perú Posible), de inclusión del lumpen (Chim Pum Callao), de articulación de la izquierda (Frente Amplio). En suma, nuestras representaciones partidarias se constituyen a imagen y semejanza de nuestras frustraciones.
El arrebato intempestivo e inesperado de partidos anómalos —algunos de elloe en sus formas más embrionarias, más elementales— convive con el alto nivel de personalismo de nuestra política. No buscamos un líder sino un mal menor. No damos la vida por un candidato, sino pasamos casting a muchos —diecinueve, dice la cifra oficial— anticandidatos. Nuestras elecciones son una suerte de Peruvian Idol de imitadores de estadistas. Los postores a inquilinos de Palacio no conquistarán las mentes y los corazones de la mayoría de compatriotas, pero harán lo imposible para reducir sus antivotos, desprestigiar a sus rivales y auparnos a que votemos con el hígado. Somos un país cuyo próximo presidente será alguna combinación poco creativa entre César Acuña y Alfredo Barnechea.
Partidos amorfos y anticandidatos. Este es el resumen ejecutivo de lo que encontrará en las próximas páginas del thriller político en que se ha convertido el análisis de las candidaturas presidenciales, sus actores y sus escenarios. Paolo Sosa describe a Fuerza Popular como un partido paradójico, surgido en contra de los deseos institucionalistas del padre fundador del fujimorismo. Keiko Fujimori, relata el texto, se encontró con mínimos de organización e identidad políticas como capitales para revertir su tradición familiar antipartidaria mediante la institucionalización del partido fujimorista. El desarrollo partidario no ha sido una tarea sencilla: se han generado facciones internas, se han encontrado con techo para seguir creciendo y una oposición antifujimorista radical. La estrategia de salida consiste en disminuir los anticuerpos y tentar al elector independiente. Por su parte, Alianza por el Progreso es un partido by-product de los negocios del millonario César Acuña. Carlos Meléndez y Cristina Pachón narran el surgimiento de la ambición política del Rector de la Universidad César Vallejo y describen esa combinación inédita de sustitutos partidarios: empresa-universidad-club de fútbol como sustento orgánico de APP. Los autores van más allá de las movidas políticas y ensayan una lectura sociológica de esta “raza distinta”.
A contracorriente de quienes predican su muerte, Félix Puémape desentraña las estrategias de adaptación del APRA y del PPC. La fe de estos sobrevivientes se sustenta principalmente en las habilidades de sus líderes naturales —y únicos— Alan García y Lourdes Flores, respectivamente. A partir de ese capital electoral, estos partidos subsisten. El APRA ha dejado de ser una sólida organización partidaria para dar paso a una suma de colectivos juveniles. El PPC, en medio de su mayor crisis interna, tiene el motor de sus contadas alcaldías distritales como el aporte de su movilización. El APRA oxigena su desprestigio con quien mayor reputación institucionalista tiene en el establishment político. Y quien mayor fama tecnocrática tiene en nuestra historia contemporánea —Pedro Pablo Kuczynski— ensaya la aventura política del partido propio. Esteban Valle-Riestra nos cuenta la conversión de un “sancochado” de alianzas electorales a un “aguadito” novato en la movilización política. Peruanos por el Kambio es, según el autor, la versión nacional de una coalición de independientes enfocada en el jale de personalidades antes que en el engranaje de maquinarias electorales.
El Perú también es una tierra generosa para quienes han convertido el error en la esencia de sus ethos. Luis García analiza las noticias más recientes de Perú Posible, partido que Alejandro Toledo ha convertido —a control remoto— en una maquinaria personalista, con cuadros leales que no discutan su liderazgo “natural”. Ante el desprestigio del expresidente, luego del caso Ecoteva, esta organización sigue a flote gracias a la emergencia de nuevos políticos con recursos políticos — mediáticos en el caso de Carmen Omonte, de maquinaria local en los casos de los exalcaldes distritales Rennán Espinoza y Silvia Barrera. Perú Posible, señala García, es una congeladora que se prende cada cinco años. Por su parte, Sigrid Bazán reflexiona sobre el último capítulo de la izquierda peruana: la articulación del Frente Amplio, luego de la resaca de lo que denomina dos “traiciones” causadas por el paso de la izquierda por el poder (Humala en Palacio de Gobierno, Villarán en Lima). La candidatura de Verónika Mendoza, sin embargo, no logró articular a todos los frentes progresistas, a pesar de su alianza con Marco Arana. Luis Meléndez narra, desde las alturas cajamarquinas, cómo se fue gestando la candidatura presidencial de Gregorio Santos en medio del conflicto social de mayor envergadura de los últimos años, Conga. Esta es la historia del MAS-Cajamarca como partido regional que rompe con el centralismo y dominio limeño no solo en términos discursivos, sino también con sus propios camaradas de Patria Roja. Es una viñeta reciente de la izquierda provinciana, más combativa, más radical, más sincera, pero precisamente por ello, la de menor futuro. Aunque quizá quienes mayor generosidad esperan son aquellos compatriotas que un día despiertan —sin razón aparente alguna— con aspiraciones presidenciales. Ana Vergara clasifica a los 19 candidatos en
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