Serie: Ideología y Política, 41
© IEP Instituto de Estudios Peruanos
Horacio Urteaga 694, Lima 15072
Telf.: (51-1) 200-8500
www.iep.org.pe
ISBN eBook: 978-612-326-188-7
ISSN: 1019-455X
Primera edición: Lima, 2014.
Segunda edición: Lima, septiembre, 2022
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2022-09033
Registro del proyecto editorial en la Biblioteca Nacional: 31501132200508
Diagramación : Gino Becerra
Carátula: Apollo Studio
Corrección de estilo: Sara Mateos
Cuidado de edición: Odín del Pozo
Asistente de edición: Yisleny López
Prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro sin permiso del Instituto de Estudios Peruanos.
Zavaleta, Mauricio
Coaliciones de independientes: las reglas no escritas de la política electoral. 2. a ed. Lima: IEP, 2022. (Ideología y Política, 41)
W/04.04.02/I/41/2022
1. POLÍTICA; 2. PARTIDOS POLÍTICOS; 3. INSTITUCIONES INFORMALES; 4. ELECCIONES; 5. LA LIBERTAD; 6. PUNO; 7. PERÚ
A mis padres, siempre.
Coaliciones de independientes,
una segunda mirada
E ste libro, publicado inicialmente en 2014, empieza con la historia de un movimiento regional. Raíces fue breve, pero exitoso. En las elecciones regionales y municipales de 2010 obtuvo los mejores resultados de una agrupación política en décadas. Poco después, el movimiento se quebró. Juan Luque, candidato a la presidencia regional, perdió en la segunda vuelta de ese año, para ser electo gobernador en 2014 por otro movimiento. Mariano Portugal, candidato a la Municipalidad de Puno, fue electo congresista en 2011 por Perú Posible, para luego buscar la reelección con Alianza Para el Progreso ( APP ) en 2016 y la gobernación de Puno en 2018. De cara a las elecciones de 2022, Portugal postula nuevamente a la alcaldía de Puno, pero esta vez como parte de Poder Andino, un movimiento liderado por Alexander Flores, empresario minero y dos veces candidato a la gobernación.
¿Qué nos dice esta anécdota altiplánica sobre la política peruana? El libro argumenta que Raíces fue un ejemplo de un tipo de vehículo electoral predominante en el Perú: la coalición de independientes. Antes que una organización con vocación de continuidad, Raíces era una asociación de corto plazo cuyos miembros eran conscientes de su carácter transitorio. De hecho, esa cualidad era parte central de su atractivo: sus integrantes podían aprovechar las ventajas generadas por la suma de sus personalidades durante el periodo de campaña, para luego ser libres de estructuras partidarias que dificultaran su gestión o trayectoria política posterior. Esta clase de modelo asociativo, donde predomina el cambio partidario, es la más común en la política subnacional. El análisis que se presenta en el libro encuentra que más del 70% de las cien agrupaciones que obtuvieron el primer o segundo lugar en las elecciones regionales de 2006 y 2010, independientemente de su categoría legal, estaban conformadas en su mayoría por novatos o candidatos provenientes de otros partidos, una tendencia que se ha mantenido en las elecciones posteriores (Levitsky y Zavaleta 2019).
A pesar de que la legislación electoral establece mecanismos de democracia interna, las agrupaciones políticas han logrado subvertir estas disposiciones durante décadas. En la mayoría de los casos, al carecer de bases y militancias activas, el propio proceso de conformación de listas constituye al partido en sí mismo. En la esfera regional, candidatos que aspiran a gobernar la región buscan incorporar en las listas que encabezan a políticos locales que permitan amplificar su presencia territorial, anclando la campaña en sus respectivas localidades. Por su parte, postulantes a cargos locales requieren asociarse con un candidato regional competitivo que permita el arrastre de la agrupación política en su conjunto. El libro argumenta que la creación de las regiones y sus elecciones concurrentes, en donde un mismo día son electos todos los cargos subnacionales, crearon incentivos de corto plazo para la agrupación temporal de independientes necesitados de las dinámicas de “arrastre” y “anclaje” a fin de lograr sus objetivos electorales.
Pero esta forma de selección de candidatos no se limita al ámbito subnacional, sino que permea la política peruana en su conjunto. A pesar de la limitada capacidad de los “partidos nacionales” para colocar candidatos en los niveles locales (donde desde 2010 predominan los movimientos regionales), estos deben presentar candidatos al Congreso en 26 circunscripciones a escala nacional. Ello genera incentivos para la incorporación de independientes que requieren de la inscripción necesaria para participar en la contienda congresal, y de la fuerza motriz de una candidatura presidencial. De hecho, debido a la concurrencia de ambas elecciones (congresales y primera ronda presidencial), y un sistema de asignación de escaños que favorece a la mayoría, el arrastre de la candidata o candidato es central para las aspiraciones de quienes postulan al Congreso.
Por otra parte, vehículos electorales sin organización nacional —como lo fueron Perú Posible, el Partido Nacionalista y Peruanos Por el Kambio— requieren de postulantes al Parlamento capaces de hacer una campaña intensiva en sus regiones. El voto preferencial impulsa a estos aspirantes a congresistas a realizar campañas personalistas llevando el nombre y logo de la agrupación, además de asumir los costos de los mítines en la región (Zavaleta y Vilca 2017: 317). De esta manera, tanto los candidatos independientes como las dirigencias de partidos pobremente arraigados en el territorio se benefician de los incentivos de la estructura electoral y el voto preferencial: las 130 campañas personalistas de los postulantes al Parlamento, diseminadas a escala nacional, permiten articular una gran campaña extendida.
El libro sostiene que estas formas apartidarias de asociación política son posibles debido al limitado capital político o escasos recursos partidarios disponibles en los vehículos personalistas, cuyos activos se reducen a dos: el atractivo de quien lo encabeza (el candidato o la candidata a la Presidencia o gobierno regional) y la inscripción que permite a postulantes a cargos de menor relevancia participar en elecciones, conocida como “cupo”. A diferencia de la década de 1980, cuando los partidos contaban con recursos organizativos e ideológicos que aseguraban la lealtad de sus cuadros y militantes, en la actualidad estos son incapaces de proveer recursos necesarios para hacer política: un programa, una base fiel de votantes, activistas o el acceso a diversos beneficios administrativos. Por el contrario, los cupos, especialmente en las elecciones congresales, vienen asociados a un costo que debe ser abonado por el aspirante a candidato, quien además tiene que financiar su campaña personal. En este contexto, los incentivos para la asociación política son de muy corto plazo y suelen perderse concluido el periodo electoral.
Un ejemplo de estas dinámicas es la fragmentación de las bancadas parlamentarias. Los últimos tres congresos, electos en 2016, 2020 y 2021, han sido mayoritariamente apartidarios; es decir, con una presencia limitada de políticos con trayectoria previa en el partido con el que fueron electos (véase el gráfico 1). Una vez elegidos, los parlamentarios tienden a la acción individual y a buscar una influencia inmediata, acceso a comisiones y cuotas de asesores (Campos 2018, Hidalgo 2021). De acuerdo con Campos, en promedio, el 29% de los congresistas electos en 2001, 2006 y 2011 abandonaron su bancada (2018: 118). Por su parte, Hidalgo calcula que 153 parlamentarios renunciaron a su grupo entre 2001 y 2021 (2021: 33). En el actual Congreso, en un hecho sin precedente, 43 congresistas han renunciado a su grupo parlamentario. Los mecanismos implementados para prevenir este comportamiento, como el umbral de representación (valla electoral) y el monopolio de los partidos sobre las candidaturas congresales, han probado ser inútiles para prevenir la fragmentación intraparlamentaria.