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Moruena Estr?ngana - Mi error fue ser solo tu vecina. Parte I (Spanish Edition)

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Moruena Estr?ngana Mi error fue ser solo tu vecina. Parte I (Spanish Edition)
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    Mi error fue ser solo tu vecina. Parte I (Spanish Edition)
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Mi error fue ser solo tu vecina. Parte I (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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Mi error fue ser solo tu vecina Mi Error 101 Moruena Estringana - photo 1

Mi error fue ser solo tu vecina

Mi Error 10.1

Moruena Estringana

CAPÍTULO 1 HOLLY Termino de subir la última caja que hemos traído mi - photo 2

CAPÍTULO 1

HOLLY

Termino de subir la última caja que hemos traído mi hermano y yo en mi destartalado coche. De mi madre no sabemos nada desde hace días. Me preocuparía más si esto no fuera algo que hace de manera habitual.

Cuando decidimos... bueno, mejor dicho, cuando el casero nos echó de su casa por falta de pago y dejó todas nuestras cosas en cajas en la puerta para que no pudiéramos pasar, supimos que había llegado el momento de empezar en otro lugar. Mi madre buscó trabajo de lo suyo y en este pueblo había una oferta de bailarina... o, mejor dicho, de estríper. Ya que mi madre, desde hace años, pasa de buscar trabajo lejos del mundo de la noche. Ella nos dijo que debíamos venir aquí y como tiene la custodia de mi hermano no me queda más remedio que seguirla, aunque desde entonces no hemos sabido nada de ella.

Mi hermano y yo nos hospedamos en un hostal hasta buscar un piso a buen precio y trabajo para mí. Mientras, he ido al colegio donde irá Roni a apuntarlo para este nuevo curso. Ya está empezado, llevan una semana, pero por suerte lo han admitido sin muchos problemas. Algo de agradecer.

Porque estaba asustada por sus estudios.

Fue en el colegio donde una dulce profesora de arte de nombre Jenna, al escucharme hablar con mi hermano de que debíamos seguir buscando casa, nos dijo que un amigo suyo alquilaba un pequeño apartamento con dos habitaciones. Que no era muy grande, pero que tal vez nos podría servir.

Me dio su teléfono y lo llamé para preguntarle por el piso que alquilaba. No tuve que esperar mucho para que nos lo mostraran y en cuanto lo vimos supimos que este sería nuestro nuevo hogar.

Se respira mucha vida aquí y tenía una calidez que nada tenía que ver con las casas donde habíamos estado hasta ahora; faltaba saber el precio y temía que no pudiera permitírmelo o que no me lo arrendara a mí por tener solo veintiún años. Por suerte el precio era razonable y me lo puedo costear y lo de la edad no le supuso un problema. Ahora espero poder pagarlo y que mi madre no me robe mi propio dinero para pagar sus deudas, cosa que desgraciadamente hace a menudo. Por eso nunca pueda ahorrar; lo poco que he ganado siempre ha sido para pagar cosas del colegio de Roni o comida y aunque he tratado de guardar algo en el banco siempre lo he acabado sacando para pagar un sinfín de cosas que hacen que mi cuenta tiemble al filo de los números rojos. De hecho, ahora solo tengo lo justo para que no se quede vacía y me cobren gastos por ello.

Y aquí estamos, con la ilusión y el miedo de empezar de nuevo y temiendo que acabe como siempre, con nuestras cosas en la puerta. Me frustra no ser capaz de llegar a todo, me agobia no estar cuidando bien de mi hermano. Porque está claro que su bienestar depende de mí.

Y aunque la idea de irme no fue mía, en el fondo sentí alivio por poder huir. Necesitaba alejarme de mi ex, ese desgraciado que me utilizó con sus mentiras, que me hizo creer que me quería y que no solo era su chica para un rato... No quiero ni recordarlo; hacerlo es verme a mí creyéndome enamorada de ese cerdo.

—¿Lo habéis subido todo? —Miro hacia la puerta y entra nuestro casero, que se llama Adair, con su hijo de unos cuatro años de la mano. Adair es sumamente atractivo para ser un hombre ya de treinta y tantos. Tiene el pelo negro y los ojos grises. Su hijo tiene los ojos verdes y el pelo negro y se nota que de mayor será tan guapo como su padre.

—Sí, acabamos de subir la última caja.

—Siento no haberos podido ayudar, pero esta tarde me toca hacer de canguro. —Su hijo se ríe y entra al salón para sentarse al lado de donde está mi hermano sacando unos libros.

—No tenías que ayudarnos y tampoco había mucho que subir —le digo avergonzada de que todas nuestras pertenencias quepan en unas pocas cajas.

—Quiero que estéis cómodos. ¿Qué clase de casero sería si no fuera así?

—¿Uno normal y corriente? —Adair se ríe y me saca una pequeña sonrisa.

—¿Y tu madre? —Me pongo tensa y por su sagaz mirada sé que lo nota. Por algo es uno de los mejores detectives del pueblo, que yo también me he informado para saber dónde estaba metiendo a mi hermano.

—No ha podido venir.

—Vale. —Intuyo que no se queda convencido—. Tienes mi número de teléfono, para cualquier cosas llámame. —Asiento aunque sé que no lo llamaría nunca. Ya me debería ver muy mal para hacerlo—. Nos marchamos. Andrés, despídete de ellos.

Andrés hace lo que le dice educadamente y con una sonrisilla en la cara. Debe de ser un trasto.

Adair le revuelve el pelo y lo mira con cariño. Tiene que ser bonito tener un padre que te adore, que esté dispuesto a darlo todo por ti. Aparto la mirada antes de que se vayan y cierren la puerta.

Miro a mi alrededor y sonrío como si estuviera superfeliz; Roni no se merece mi miedo ni mis inseguridades. Mi hermano tiene once años, nos llevamos diez. Cuando nació yo ya había asumido que la única persona madura de nuestro hogar era yo. Ya hacía muchos años que comprendí que nunca podría ser una niña, pues mi querida madre ya se había adjudicado ese papel. Así que cuidé de Roni y he sido siempre su apoyo. Es por eso que, cuando nos toca irnos, le hago creer que es superemocionante empezar de cero y no le dejo ver el miedo que me invade ante lo desconocido. El problema es que Roni ya no es un niño y se va enterando de todo.

—Este pueblo es genial, si hasta nuestro casero parece sacado de un cuento.

—La verdad es que es muy majo y este lugar no parece que se esté cayendo a trozos.

Me siento a su lado y lo abrazo. Me devuelve el abrazo.

—Mañana tienes clase. ¿Estás listo?

—Ya no hay nadie cerca, entre nosotras no quiero fingir.

Lo miro o, mejor dicho, la miro. Pues Roni desde hace años sabe que es una niña en un cuerpo equivocado. Y lo cierto es que es preciosa. Como chico sus rasgos son demasiado femeninos. Su padre tenía cara de niña y Roni ha sacado los rasgos más femeninos tanto de mi madre como de su padre. Desde niño siempre lo han confundido con una niña y ella siempre ha tenido claro que no quería jugar ron camiones, que quería muñecas. Y que le gustaba dejarse el pelo largo. El problema es que la sociedad no está preparada para comprender eso y Roni ha aprendido de la peor manera posible que la gente no comprende por qué alguien que según su carnet de identidad es hombre quiere ser mujer, y a la edad en que los niños empiezan a ser conscientes de lo que les rodea y se dejan llevar por los prejuicios de la gente empezaron a llamarla mariquita, o nenaza, de manera despectiva. Roni tuvo que ver como sus amigos pasaban a ser los que más daño le hacían y siempre en lo mismo; por eso no quiere ni pensar en la posibilidad de dar la cara, porque prefiere refugiarse en lo que ya conoce. Ante todos es Roni, un chico, pero no ante mí. Ante mí es «ella». Tan preciosa y maravillosa como siempre la vi.

Espero que un día esté preparada para dejar de ocultarse, para dar el paso que le falta y ser mujer ante todos y que la gente lo acepte. El problema es que ambas sabemos que no será un camino fácil. Que recibirá insultos y que desgraciadamente la gente, si no les cuenta su secreto, se sentirán ofendidos. Aunque un día consiga cambiarse el nombre y el sexo en su carnet de identidad, su secreto nunca podrá quedar oculto para siempre y es una lástima. Ella no ha hecho nada malo. No ha sido su culpa nacer en un cuerpo que no le corresponde. Ella solo quiere ser feliz. ¿Qué más da cómo lo consiga mientras no haga daño a nadie?

Decida lo que decida, yo siempre estaré a su lado.

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