Prefacio
En el año 170, una noche dentro de su tienda de campaña en el frente de guerra en Germania, el emperador romano Marco Aurelio se sentó a escribir. O quizá lo hizo antes del amanecer en su palacio en Roma, o bien se tomó unos segundos durante los juegos e ignoró la gran mortandad en el Coliseo a sus pies. El lugar exacto no importa. Lo relevante es que este hombre, hoy conocido como el último de los cinco grandes emperadores, se sentó a escribir.
No lo hizo para una audiencia ni para que fuera publicado, sino para él. Y lo que escribió es sin duda una de las fórmulas más efectivas de la historia para superar todas las situaciones negativas que encontramos en la vida. Una fórmula para prosperar no pese a lo que sucede, sino gracias a ello.
En ese momento escribió sólo un párrafo, y poco en él era original. Casi todos aquellos pensamientos podían hallarse, de una forma u otra, en los textos de sus ídolos y mentores. Pero en apenas ochenta y cinco palabras, Marco Aurelio definió y articuló una idea tan antigua que terminó por eclipsar los grandes nombres de sus antecesores: Crisipo, Zenón, Cleantes, Aristón, Apolonio, Junio Rústico, Epicteto, Séneca, Musonio Rufo.
Ese número de palabras es más que suficiente para nosotros.
Nuestros actos pueden ser impedidos, [...] pero no existe ningún impedimento contra nuestras intenciones o inclinaciones, porque somos capaces de adecuarnos y adaptarnos. La mente se adapta, y transforma para sus fines el obstáculo contra nuestro actuar.
Concluyó con una máxima impresionante:
Lo que estorba la acción promueve la acción.
Lo que se interpone en el camino se vuelve el camino.
En estas palabras reside el secreto del arte de usar los obstáculos para bien. De actuar con “una cláusula inversa” a fin de que siempre haya una salida u otra ruta para llegar adonde debes y los reveses o problemas sean siempre de esperar, nunca permanentes. Dar por supuesto que algo nos limitará puede potenciarnos.
Viniendo de quien vienen, ésas no son palabras ociosas. Durante su reinado, el cual se prolongó diecinueve años, Marco Aurelio experimentó guerras casi constantes, una peste terrible, la posible infidelidad, un intento de derrocamiento por uno de sus más cercanos aliados, repetidos y arduos viajes por el imperio —de Asia Menor a Siria, Egipto, Grecia y Austria—, una veloz merma de los recursos públicos, un hermanastro incompetente y codicioso como emperador asociado y muchas cosas más.
Por lo que sabemos, vio todos y cada uno de esos obstáculos como una oportunidad para practicar algunas virtudes: paciencia, valor, humildad, ingenio, razón, justicia y creatividad. El poder jamás se le subió a la cabeza; tampoco el estrés ni el agobio. Rara vez se dejó llevar por los excesos o la cólera, y nunca por el odio ni la amargura. Como observó el ensayista Matthew Arnold en 1863, en Marco Aurelio hallamos a un hombre que llegó a la más elevada y poderosa posición en el mundo, y el veredicto universal de quienes lo rodeaban fue que demostró ser digno de eso.
La sabiduría de ese breve pasaje de Marco Aurelio puede constatarse también en otros hombres y mujeres que la siguieron como él lo hizo. De hecho, ésta es una constante extraordinaria a lo largo del tiempo.
Es posible detectar un hilo conductor desde los días de la decadencia y caída del Imperio romano hasta la efusión creativa del Renacimiento y los avances de la Ilustración. Ese mismo hilo se advierte con igual claridad en el espíritu de los pioneros que ocuparon el Oeste de Estados Unidos, en la perseverancia de la causa de la Unión durante la Guerra Civil estadunidense y en la agitación de la Revolución industrial. Apareció de nuevo en la intrepidez de los líderes del movimiento por los derechos civiles y se irguió en los campos de prisioneros en Vietnam. Hoy emerge en el ADN de los emprendedores de Silicon Valley.
Este enfoque filosófico es la fuerza impulsora de quienes se forjan a sí mismos y el baluarte de quienes ocupan puestos de gran responsabilidad o dificultad. En el campo de batalla o en la sala de juntas, a través de los mares y de los siglos, miembros de cada grupo, género, clase, causa y ocupación han debido enfrentar obstáculos y luchar para vencerlos, aprender a usarlos en su beneficio.
Esa lucha es la constante en la vida de todos ellos. Lo supiera o no, cada uno de esos individuos formaba parte de una antigua tradición, la cual empleaba para sortear el eterno terreno de las oportunidades y las dificultades, la prueba y el triunfo.
Nosotros somos los legítimos herederos de esa tradición. Es nuestro derecho de nacimiento. Sea lo que enfrentemos, podemos optar entre permitir que los obstáculos nos estorben o progresar a pesar de ellos.
Aunque no seamos emperadores, el mundo nos pone a prueba a cada momento. Nos pregunta: “¿Tienes suficiente mérito para superar lo que se cruzará inevitablemente en tu camino? ¿Te pondrás de pie y nos mostrarás de qué estás hecho?”.
Muchas personas han respondido de manera afirmativa esta interrogante. Y una especie más rara todavía ha demostrado que no sólo puede hacer eso, sino que además es capaz de recuperarse y prosperar en cada reto. Que el desafío la vuelve mejor que si no hubiera encarado la adversidad en modo alguno.
Ha llegado tu turno de ver si tú eres una de esas personas, si les harás compañía.
Este libro te enseñará el camino.
Introducción
Esa cosa frente a ti. Esa complicación. Ese obstáculo. Ese frustrante, desafortunado, embrollado e imprevisto problema que te impide hacer lo que deseas. Esa situación que temes o que esperas en secreto que no suceda nunca. ¿Qué pasaría si no fuera tan mala como parece?
¿Qué ocurriría si, incrustados en su interior o inherentes a ella, hubiera ciertos beneficios exclusivamente para ti? ¿Qué harías en esta situación? ¿Qué crees que haría la mayoría de las personas?
Quizá lo que siempre ha hecho y lo que tú haces ahora: nada.
Seamos honestos: la mayoría de nosotros nos paralizamos. Sean cuales fueren nuestras metas, la mayoría nos inmovilizamos frente a los numerosos obstáculos que nos aguardan.
Quisiéramos que esto no fuera cierto, pero lo es.
Lo que nos bloquea es claro. Sistémico: instituciones en decadencia, un desempleo creciente, el exorbitante costo de la educación y la perturbación tecnológica. Individual: somos demasiado pequeños, viejos, tenemos temor, pobreza, tensión, falta de acceso, de apoyo, de seguridad. ¡Somos expertos en catalogar lo que nos contiene!
Cada obstáculo es único para cada uno de nosotros. Pero las respuestas que suscitan son las mismas: miedo, frustración, confusión, desamparo, depresión, enojo.
Sabes lo que quieres hacer pero sientes como si un enemigo invisible te hubiera encajonado y te oprimiera con una almohada. Intentas llegar a algún lugar, pero invariablemente algo bloquea el camino, sigue y estorba cada uno de tus pasos. Tienes apenas libertad suficiente para sentir que puedes avanzar; la suficiente para sentir que es culpa tuya que no puedas continuar o cobrar impulso.
Estamos insatisfechos con nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestro lugar en el mundo. Queremos ir a alguna parte, pero algo se interpone en el camino.
Así que no hacemos nada.
Culpamos a nuestro jefe, la economía, los políticos, los demás o nos consideramos fracasados, y decidimos que nuestras metas son imposibles de alcanzar, cuando lo cierto es que lo que falla son dos cosas: nuestra actitud y enfoque.
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