Carlos Roberto - Odio el fútbol moderno: Un homenaje al fútbol de antaño

La amistad entre los dos autores tiene un origen muy alejado de la pelota, ya que fue la música trallera la que unió a dos chavales bajo el lema de «heavys para siempre». Esto ocurrió mucho antes de aquel aciago España-Italia que dio a luz a la idea de crear una página de Facebook. Y, hoy por hoy, aquella amistad todavía perdura.

Carlos y Miquel acudían cada día juntos al aula, que detestaban, hablando de conciertos, de montar un grupo o de intercambiar cintas grabadas de Helloween o Barón Rojo. Pero el camino hasta el instituto era largo y, detrás de sus greñas, los pantalones elásticos, las chaquetas con espalderas, los parches de Iron Maiden y las carpetas forradas de fotos de más melenas, se ocultaba otra pasión que fue desplazando poco a poco a la música de sus conversaciones: el fútbol. Más concretamente, aquel maravilloso fútbol de los noventa.

Pronto, la revista Don Balón quitó el protagonismo a la Metal Hammer. Los lunes ya no se hablaba de la juerga del sábado noche ni de los exámenes, se hablaba de los puntos de la Liga Fantástica. Fútbol, fútbol y fútbol fue el tema de conversación principal entre dos adolescentes que, untados de Clearasil, no se perdían ni un resumen ni un programa de El Día Después o Más Deporte.

Carlos era un completo analista, dedicaba mucho tiempo a leer y a empollarse los nombres de los jugadores y demasiado tiempo a viciarse con los videojuegos noventeros. Era todo un estratega del PC Fútbol, de esos que sabían siempre quién estaba en último año de contrato. Miquel vivía el fútbol de otra manera: en la calle, en el patio, en el vestuario y en su familia. La conexión era perfecta, entre los dos abarcaban el fenómeno del fútbol en toda su magnitud. Todo ello, algún día, iba a dar resultado, aunque fuera mucho más tarde y en un formato que todavía nadie podría imaginar durante esos paseos al instituto: Facebook.

Cuatro años después de la creación de la página y con más de 100.000 seguidores que odian el fútbol moderno tanto como nosotros, es momento de darles las gracias a todos aquellos que han hecho posible este sueño, que nació como un golpe en la mesa ante estos tiempos modernos y que ha formado una comunidad muy interesante. Aunque Miquel y Carlos sean los que manejan los hilos desde las bambalinas, hay que mencionar y dar las gracias de corazón a todos los seguidores que aportan su sabiduría y que transmiten sus sentimientos respecto a este bendito deporte tan mancillado, ya sea a través de sus comentarios y explicaciones o a través de las fotos que comparten.

Estamos especialmente agradecidos a seguidores como Antonio Fariña o Toni Llobet, dos especialistas en la historia del fútbol que bien podríamos ver de conductores de un programa deportivo. También a David Poza, pocas personas saben en este país tanto sobre fútbol británico. Y a todo un especialista en porteros, Jokin Pi, fiel seguidor de Zubizarreta que siempre analiza las virtudes y carencias de los guardametas.

Nos estimulan las aportaciones de Jon Pe Uve, hincha de la Real Sociedad, Pablo M. Ralles, del Athletic de Bilbao o Markus Lanegan, del Betis. Estos seguidores, además de mostrar, ante todo, fidelidad a sus colores, crean buenos debates en el grupo y siempre tienen elogios para algún aficionado rival. Ahí están también Arturo Pascual de la Flor, esperando el regreso entre los grandes del Castellón, Álvaro Sercan, que espera que Burgos vuelva a ser capital del fútbol algún día, y Óscar Otero, un futbolisto de verdad que además nos mete algunas pullitas siempre de buen rollo.

Como la página tiene seguidores de todo el mundo, queremos destacar a un hincha del River que siempre comenta el fútbol argentino con pasión, Jorge Uru Millo. Y también queremos dedicar unas palabras de agradecimiento a Alberto Palmás y Edu Mendibil, que inundan de nostalgia y romanticismo los comentarios con cada frase que escriben. Nos dejamos a muchos que deberían tener su propio capítulo en un libro que sabemos que se ha escrito entre todos.

Aquellos torneos de antes

¿Cuánto tiempo hemos pasado recopilando información del equipo rival desde el sorteo? ¿Cuántas noches hemos estado pasmados ante el televisor o con la oreja pegada al transistor en las largas noches europeas? ¿Cuántos equipos de los que nadie recuerda somos capaces de memorizar? ¿Te suenan el Videoton, el Kaiserslautern, el Ferencvárosi, el Rapid o el Nantes? Aquellos torneos de antes nos dejaron partidos que recordaremos siempre, no como ahora que, para bien de televisiones y casas de apuestas, nos ponen tantos en una semana que ya no sabemos qué competición estamos viendo o cómo va la clasificación.

Nos dejaron sin Recopa al final de la década de los noventa, cuando llegó la explosión del fútbol moderno. La Recopa era una competición europea que jugaban los campeones de la copa de cada país, una competición maravillosa, muy bien recordada en Barcelona, Zaragoza o Valencia, una competición que nunca pudo ganar el Real Madrid y que dejó lágrimas en Mallorca.

La final de Basilea

El Barça fue el club que más Recopas conquistó, cuenta en su turística sala de trofeos con cuatro. La primera, en 1979, ilusionó al barcelonismo y miles de culés abarrotaron el St. Jakob Park de Basilea colorendo sus gradas de azul y grana. El partido fue una maravilla, loco y agónico, de esos que son más insanos que fumar.

El Barça venció al Fortuna de Düsseldorf con un partido de los que hacen afición. «Pienso que hemos fomentado la afición por el fútbol», le dijo Asensi al presidente de la UEFA en el momento en el que este le entregaba el trofeo. Por fin el Barça se desquitó de la mala fortuna que le había acompañado por Europa y España lo aplaudía, era otra época y hasta el entonces presidente del Real Madrid lució orgulloso un pin del Barça en aquellos días.

El barcelonismo estaba ansioso por conquistar un título europeo y hubo mil promesas: algunos fueron andando hasta Montserrat para dar las gracias a la Moreneta; otros, como el padre de Hans Krankl, tuvieron que afeitarse la barba o el bigote; un futbolista bigotudo, Tarzán Migueli, terminó el partido exhausto, y al igual que el presidente José Luis Nuñez, se fumó el primer cigarrillo de su vida en las celebraciones de aquella final. Cuando le preguntaron al presidente por su vicio recién adquirido, respondió: «El Barcelona no había ganado nunca la Recopa y lo ha hecho ahora. Yo no fumaba y lo hago ahora». La fiesta fue estilo Barça total, bailaron y bebieron cava del bueno.

El vicepresidente Joan Gaspart, sensible al despilfarro, regaló a sus futbolistas unas vacaciones en un hotel de su cadena en Lanzarote. Todo era alegría en can Barça, pues el equipo azulgrana se había impuesto por 4-3 a los alemanes tras una prórroga no apta para cardíacos, con muchos goles, como deben ser siempre las finales.

David Kipiano, del Dinamo Tbilisi, recogiendo el trofeo de la Recopa lograda en el Rheinstadion de Düsseldorf el 13 de mayo de 1981.

La desoladora final soviética del 81

A esta final disputada en Düsseldorf (por aquel entonces, Alemania Federal) tan solo asistieron 5.000 espectadores, dejando las gradas despobladas… ¿Cómo pudo ocurrir tal cosa en una final europea?

La final la disputaron el Carl Zeiss Jena y el Dinamo Tbilisi, representantes de la Alemania Democrática y de la URSS, respectivamente, y que en la actualidad juegan en la tercera división alemana y en la todopoderosa liga georgiana.