Índice Una tronchante selección de los mejores chistes de fútbol que ha habido y habrá.
Si eres de los que quieren fútbol para desayunar, comer y cenar, de los que no pueden dejar de pensar en el fútbol, de los que juegan al fútbol a la hora del recreo, los fines de semana, en la calle, en casa, ¡a todas horas y en todos lados!...
Entonces este es tu libro. Porque seguro que sabes que, aparte del fútbol, lo importante en la vida es no tomársela demasiado en serio.
¡Ríete a carcajadas y no te quedes fuera de juego! SÍGUENOS EN
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Edición en formato digital: mayo de 2019 © 2018, Gema Moraleda © 2018, Penguin Random House Grupo Editorial, S. U. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona © 2018, Marta Biel, por las ilustraciones Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial / Paola Timonet Ilustración de portada: © Marta Biel Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. ISBN: 978-84-17736-42-2 Composición digital: M.I.
Maquetación, S.L. www.megustaleer.com
PASIÓN POR EL FÚTBOL
Chistes para quienes no pueden dejar de pensar en el fútbol.
En el Santiago Bernabéu, durante una final de la Copa del Rey, un hombre que está en un asiento muy malo desde el que no ve nada, ve un asiento buenísimo vacío y se acerca a preguntar: —Disculpe, ¿está libre este asiento? —Así es. Puede sentarse, si quiere. —No me puedo creer que un asiento tan bueno esté libre precisamente hoy. —Bueno, es que en realidad era para mi marido, que en paz descanse.
Compramos las entradas hace muchos meses. —Vaya, pues lamento muchísimo su pérdida, pero ¿cómo es que no ha venido ningún amigo a ver la final con usted? —Es que han ido todos al entierro. En la cola del supermercado: —Disculpe, ¿el último? —El Málaga, con 10 puntos. Un hombre llega tarde al trabajo y su jefe le llama al despacho: —A ver, Martínez, es la quinta vez esta semana que llega tarde, ¿se puede saber qué le pasa? —Lo siento mucho, jefe, es que esta noche he soñado que estaba en la final del Mundial de Fútbol. —¿Y eso le parece una excusa? —Bueno, es que iban empatados y han tenido que hacer prórrogas y penaltis... Un niño le pregunta a su padre: —Papi, si los futbolistas ganan tanto dinero, ¿por qué persiguen todos la misma pelota en lugar de comprarse una cada uno? Un árbitro va a un pueblecito de montaña a pitar un partido y, cuando llega al campo, se encuentra a todo el público con escopetas en la mano.
Entonces va y pregunta al responsable del campo: —Perdone, ¿por qué todo el mundo va con una escopeta en la mano? Y el hombre le responde: —Pues porque cuando gana el equipo local, el público lo celebra con tiros al aire. —Oh, qué interesante —dice el árbitro—. ¿Y qué pasa cuando pierde? Y el hombre le contesta mirándolo fijamente: —Nadie lo sabe, todavía no ha pasado nunca. —¿Pues no dice mi novia que estoy obsesionado con el fútbol? —¿Y en qué se basa? —Pues que el otro día me preguntó cuánto tiempo llevamos juntos y yo le dije que cinco temporadas. —Mamá, mamá, creo que papá está demasiado obsesionado por el fútbol. —Camarero, camarero, ¿me puede aliñar la ensalada? —Claro que sí, caballero: con el número 1, ¡la lechuga!; con el número 2, ¡el tomate!; con el número 3, ¡la zanahoria!... Dos mujeres hablan de sus maridos: —Pues yo estoy harta de mi marido, no hace más que estar pendiente del fútbol y a mí no me hace nunca caso. —Ah, pues el mío también es muy aficionado al fútbol, pero yo estoy encantada, el otro día mientras cenábamos marcó su equipo y él apartó la mesa de un golpe y lo tiró todo al suelo para venir a abrazarme y a celebrarlo conmigo. —Pues puedes estar contenta. —Yo sí, pero no creo que nos dejen volver nunca más a ese restaurante.