Este libro está dedicado a G. G. Gracias, mamá, por ayudarme a curar mi mente.
Ser hija tuya ha sido mi primera y mayor bendición.
Y a la memoria de Nia.
No hay amor como el de un cachorro.
Título original: My Stroke of Insight
Jill Taylor, 2006
Traducción: Juan Manuel Ibeas
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Notas
[1] R. B. H. Tootell y J. B. Taylor, «Anatomical Evidence for MT vs and Additional Cortical Visual Areas in Mam, Cerebral Cortex», enero-febrero de 1995, pp. 39-55.
[2] www.nami.org.
[3] www.brainbank.mclean.org.
[4] www.drjilltaylor.com.
[5] Segunda edición universitaria, Houghton Mifflin Company, Boston, 1985.
[6] Derek E. Wildman, et al., Centro de Medicina Molecular y Genética, Departamento de Anatomía y Biología Celular, Facultad de Medicina de la Universidad del Estado de Wayne (10 de septiembre de 2006), http://www.pnas.org/cgi/content/full/100/12/7181.
[7] National Institute of Neurological Disorders and Stroke (10 de septiembre de 2006), http://www.ninds.nih.gov.
[8] G. J. C. Lokhorst, Hemispheric Differences before 1800 (10 de septiembre de 2006), http://www.tbm.tudelft.nl/webstaf/gertjanl/bbs1985/html.
[9]Ibídem.
[10] Discurso de Roger W. Sperry, 8 de diciembre de 1981 (10 de septiembre de 2006), http://nobelprize.org/nobel_prizes/medicine/laureates/1981/sperrylecture.html.
[11] R. W. Sperry, M. S. Gazzaniga y J. E. Bogen, «Interhemispheric Relationships. The Neurocortical Commissures: Syndromes of Hemisphere Disconnection», en P. J. Vinken y G. W. Bruyn, eds., Handbook of Clinical Neurology, North-Holland Publishing, Amsterdam, 1969, pp. 177-184.
[12] Andrew Newberg, Eugene D’Aquili y Vince Rause, Why God Won’t Go Away, Ballantine, Nueva York, 2001, p. 28.
[13] www.indiana.edu/~Wfiu/profiles.htm.
[14]Why God Won’t Go Away, Ballantine, Nueva York, 2001.
[15] www.gingercurry.com.
[16] www.innerlinks.com.
Una inspiradora exploración de la consciencia humana y sus posibilidades.
Una mañana, la neuroanatomista Jill Taylor descubrió que estaba teniendo un derrame cerebral masivo. Amante del funcionamiento del cerebro, Jill presenció fascinada cómo sus capacidades mentales la iban abandonando una a una, y fue capaz de recordar el proceso. Tras una recuperación que duró ocho años, Jill pudo escribir sobre el derrame, lo que aprendió gracias a él y cómo lo superó.
Una historia poderosa sobre cómo nuestro cerebro nos define y cómo nos conecta con el mundo.
Jill Taylor
Un ataque de lucidez
Un viaje personal hacia la superación
ePub r1.2
Titivillus 22.05.2021
APÉNDICE B
Las cuarenta cosas que más necesité
- No soy idiota, estoy herida. Por favor, respétenme.
- Acérquense, hablen despacio y vocalicen con claridad.
- Repítanse que deben suponer que no sé nada, y empiecen por el principio, una y otra vez.
- Sean tan pacientes conmigo la enésima vez que me enseñen algo como lo fueron la primera.
- Acérquense a mí con franqueza y pongan freno a su energía. Tómense tiempo.
- Sean conscientes de lo que me comunican su lenguaje corporal y sus expresiones faciales.
- Mírenme a los ojos. Estoy aquí. Vengan a mi encuentro. Anímenme.
- Por favor, no levanten la voz. No estoy sorda, estoy dañada.
- Tóquenme adecuadamente y conecten conmigo.
- Respeten el poder curativo del sueño.
- Protejan mi energía. Ni radio, ni televisión ni visitantes nerviosos. Sean breves en las visitas (cinco minutos).
- Estimulen mi cerebro cuando tengo energía para aprender algo nuevo, pero sepan que una pequeñez puede dejarme agotada rápidamente.
- Para enseñarme, utilicen juguetes y libros educativos para la edad adecuada (niño pequeño).
- Preséntenme el mundo cinestésicamente. Déjenme sentirlo todo. (Soy otra vez un niño pequeño).
- Enséñenme con tareas de visualización e imitación.
- Confíen en que me estoy esforzando, solo que no con su grado de habilidad ni siguiendo su horario.
- Háganme preguntas de múltiples opciones. Eviten las preguntas de Sí o No.
- Háganme preguntas con respuestas concretas. Y denme tiempo para buscar una respuesta.
- No juzguen mi capacidad cognitiva por la rapidez con que puedo pensar.
- Trátenme con suavidad, como harían con un recién nacido.
- Háblenme directamente, no hablen entre ustedes de mí.
- Anímenme. Confíen en que me recuperaré por completo, aunque tarde veinte años.
- Confíen en que mi cerebro siempre puede seguir aprendiendo.
- Descompongan todas las acciones en pequeños pasos.
- Averigüen qué obstáculos me impiden hacer bien una tarea.
- Aclárenme cuál es el siguiente nivel o el siguiente paso, para que sepa a qué aspiro.
- Recuerden que tengo que dominar bien un nivel de acción antes de pasar al siguiente.
- Celebren todos mis pequeños logros. Eso me inspira.
- Por favor, no terminen por mí mis frases, ni digan las palabras que no encuentro. Necesito hacer trabajar mi cerebro.
- Si no puedo encontrar un archivo viejo, insistan en crear uno nuevo.
- Es posible que quiera pensar que entiendo más de lo que entiendo en realidad.
- Céntrense en lo que puedo hacer, en lugar de lamentarse por lo que no puedo hacer.
- Háganme conocer mi antigua vida. No supongan que como ya no puedo tocar como tocaba antes, ya no me va a seguir gustando la música o un instrumento, etcétera.
- Recuerden que, a falta de algunas funciones, he adquirido otras habilidades.
- Manténganme en contacto con mi familia, mis amigos y la gente que me apoya con cariño. Hagan un collage mural de tarjetas y fotos para que yo lo vea. Etiquétenlas para que pueda repasarlas.
- ¡Movilicen a las tropas! Formen un equipo para curarme. Avisen a todo el mundo para que puedan enviarme su amor. Manténganlos al corriente de mi situación y pídanles que hagan cosas concretas para ayudarme, como visualizarme tragando con facilidad o balanceando mi cuerpo para sentarme.
- Quiéranme por lo que soy ahora. No se empeñen en que sea la persona que era antes. Ahora tengo un cerebro diferente.
- Sean protectores conmigo, pero no obstaculicen mi progreso.
- Enséñenme vídeos en los que aparezca haciendo cosas, para recordarme cómo hablaba, andaba y gesticulaba.
- Recuerden que es probable que mi medicación me deje fatigada, además de reducir mi capacidad de saber que se siente al ser Yo.
INTRODUCCIÓN
De corazón a corazón, de cerebro a cerebro
Cada cerebro tiene una historia, y la que sigue a continuación es la mía. Hace diez años trabajaba en la Facultad de Medicina de Harvard como investigadora y dando clase a médicos jóvenes sobre el cerebro humano. Pero el 10 de diciembre de 1996, yo misma recibí una lección. Aquella mañana sufrí una forma rara de ictus en el hemisferio izquierdo del cerebro. Una gran hemorragia, debida a una malformación congénita no diagnosticada de los vasos sanguíneos de mi cabeza, estalló inesperadamente. En cuatro breves horas, con los ojos curiosos de una neuroanatomista, vi cómo se deterioraba por completo la capacidad de procesar información de mi mente. Al final de aquella mañana ya no podía andar, hablar, leer, escribir ni recordar nada de mi vida. Enroscada en forma fetal, sentí que mi espíritu se rendía a la muerte, y desde luego nunca se me ocurrió que algún día sería capaz de contarle a nadie mi historia.