Capítulo 1
Aspectos del significado. Significado semántico, significado pragmático y significado comunicado
Panorama y objetivos del capítulo
El concepto de significado es notoriamente amplio y flexible. Decir que la semántica es el estudio del significado lingüístico no es incorrecto, pero tampoco es muy informativo. Al final de este capítulo se espera que el lector pueda distinguir el significado comunicado del significado lingüístico. Para lograr una mejor compresión del significado, es útil hacer una breve reflexión sobre la comunicación humana. El lector comprenderá por qué se trata de un fenómeno complejo y multidimensional que involucra convenciones, pero también el reconocimiento de las intenciones de los hablantes. Entenderá la noción técnica de fenómeno ostensivo y será capaz de distinguir entre el significado semántico (aquel que está codificado en el sistema lingüístico mediante la convención) y el significado pragmático (el que es derivado durante la comunicación mediante la inferencia y el reconocimiento de intenciones).
Hace unos años tuve un problema con un banco. Los detalles no importan, pero en un momento dado la empleada me dijo Señora, esto es un problema semántico. Como ya entonces me ganaba la vida reflexionando sobre el significado, me inquieté. ¿Por qué “semántico” era usado como sinónimo de “ineficiente”? ¿Tal vez “semántico” era un término genérico para referirse a lo caótico y yo no lo sabía? Cuando los bancos atropellan a sus clientes, ¿usan tér-minos como “semántico” para confundirlos y ganar tiempo? El caso es que el problema con el banco se solucionó de algún modo y yo seguí preguntándome hasta hoy qué entiende la gente por “semántico” en el discurso coloquial, y qué deberíamos entender por “semántico” en un sentido técnico. Aunque parece una cuestión sencilla no lo es, y por eso conviene detenernos en este punto antes de continuar.
Hay muchas maneras de concebir a la semántica y, por supuesto, todas ellas tienen que ver con alguna dimensión del significado. El uso del término que hizo la empleada del banco no es lo que nos interesa aquí, pero nos ilustra cómo, en el discurso cotidiano, las personas hablan de “significar” o “querer decir” y lo equiparan con lo semántico. Podemos hablar del significado de cualquier aspecto de la realidad cada vez que queremos darle algún sentido, y nos preguntamos por el significado de las acciones de alguien cuando lo que queremos es entender su propósito. Aquí, en cambio, nos ocuparemos de una acepción más especializada de la semántica, entendiéndola como una parte de la teoría lingüística. Pero incluso en esta acepción técnica, no hay entre los especialistas un acuerdo absoluto sobre cómo debemos entender la noción, ni qué aspectos del significado debe abarcar su estudio.
Una revisión veloz por los libros de texto introductorios al tema muestra que algunos definen a la semántica como “el estudio del significado comunicado por medio del lenguaje” (Saeed 2009: 3), otros consignan que “la semántica se define como el estudio del significado expresado por los elementos de un lenguaje o por combinaciones de ellos” (de Swart 1998: 1), otros más la caracterizan como “el estudio del significado lingüístico” (Larson y Segal 1995: 1; Escandell-Vidal 2004: 17; Chierchia y McConnel-Ginet 1990: 1; Cruse 1986: 1), o como “aquella rama de la Lingüística que estudia el significado de las unidades de la lengua, desde las unidades mínimas de valor gramatical (los morfemas y los lexemas) hasta las unidades superiores (las oraciones y los discursos o textos)” (Espinal et al. 2014: 1), en tanto que algunos más la entienden como el estudio del “significado convencional” (Cruse 2011: 18). Todas estas concepciones pueden agruparse en dos, dependiendo de cómo cada una de ellas concibe al objeto de estudio de la semántica. Algunas incluyen en el ámbito de la semántica a la totalidad del significado comunicado. Otras lo excluyen y restringen su objeto de estudio al significado convencionalmente estipulado en el sistema lingüístico, o bien, a lo que afecta la verdad de lo que asentamos.
Por eso, muchas veces se perfila a la semántica contrastándola con la pragmática: “La semántica se ocupa del significado literal de las palabras y la manera en la que se combinan, lo que en conjunto forma el núcleo del significado, o el punto de partida desde el cual se construye el significado completo de un enunciado en particular” (Kearns 2011). Pero otros autores no se preocupan tanto por distinguir en detalle una de la otra, sino que abordan ambas en conjunción: “Habitualmente, la pragmática se contrasta con la semántica, cuyo interés sería el significado convencionalizado. Distintos académicos trazan de manera diferente la distinción, pero dado que el espectro de temas que cubre la suma semántica + pragmática es en gran medida el mismo para todos, no elaboraremos mucho en torno a la distinción en este libro” (Cruse 2011: 18).
En estas caracterizaciones hay tres elementos recurrentes: “significado”, “lenguaje” y “comunicación”. Pero, como veremos, en primer lugar, no todo el significado es lingüístico; en segundo lugar, el significado lingüístico no es equivalente al significado comunicado, y en tercer lugar, hay muchos tipos de lenguaje. Esto hace que, aunque algunas de las caracterizaciones de la semántica que hemos mencionado parezcan semejantes, en realidad, no lo sean del todo. Un ejemplo cinematográfico puede ayudarnos a entender por qué.
La llegada (título original Arrival) es una espléndida obra de ciencia ficción que gira alrededor de la necesidad de comunicarse con seres extraterrestres llegados a nuestro planeta en doce naves que ellos mismos han emplazado en distintos países.
Ahora bien, comunicarse es lograr que ciertos contenidos lleguen a la mente de un inter-locutor. Las lenguas humanas típicamente consignan en sus expresiones y estructuras ciertos contenidos de manera estable. Pero la Dra. Banks no conoce la gramática de los heptápodos, ni los contenidos que se inscriben en su sistema lingüístico. Esta es justamente la situación que enfrenta cualquier lingüista que intenta describir una lengua desconocida. Sin embargo, en la historia de La llegada, la misión es mucho más complicada que la de un lingüista común. La Dra. Banks ni siquiera puede tener la certeza de que los heptápodos posean un sistema lingüístico parecido a una lengua humana. A pesar de ello, llega a entablar comunicación con los heptápodos, y gradualmente consigue dilucidar el significado de muchas de las pala-bras que ellos emplean.
Si esto es posible, y lo es, como sabemos quienes nos hemos comunicado con personas cuya lengua no conocemos, quiere decir que no todo lo que comunicamos proviene del sistema de la lengua. Tanto la posibilidad real de comunicarnos con una persona cuya lengua no hablamos como la posibilidad ficticia de comunicarse con un heptápodo requieren de una capacidad adicional a la del lenguaje: la de reconocer intenciones en otros seres a través de su comportamiento.
Los humanos, espontáneamente, interpretamos las conductas de nuestros congéneres en términos de intenciones y estados mentales que les atribuimos: si María se estira frente a un anaquel, asumimos que debe ser porque se propone alcanzar algo que hay en él; si Juan se asoma a una ventana, suponemos que es porque quiere saber qué hay al otro lado; si Pedro me señala una flor, creo que él desea que yo la vea y no que tiene un tic que lo hace apuntar a las flores.
Hay en esta tendencia automática algo muy notable: no es la única manera en la que podríamos procesar las conductas de otros. Podríamos hacerlo en términos no intencionales, sino puramente físicos: María puede adoptar posturas diferentes, Juan es capaz de girar, el brazo de Pedro se levanta. Pero no hacemos esto. Somos organismos cognoscitivos con una fuerte tendencia a explicar las conductas que observamos en otros a partir de atribuirles deseos, creencias e intenciones. Este es un rasgo crucial sobre el cual descansa nuestra capacidad de comunicación, y constituye uno de los desarrollos evolutivos más importantes de la cognición humana. Es, además, una característica que no reside en nuestro lenguaje sino fuera de él, y constituye una dimensión adicional de nuestro sistema cognoscitivo.