Dominique Biton
Prólogo de Jean-Marie Abgrall
Sectas y gurús
Cómo evitar que los adolescentes
se dejan atrapar
EDITORIAL DE VECCHI
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco sinceramente a los voluntarios y personal de Unadfi (en particular a Liliane Broudo, Delphine Guérard, Lucia Salazar y Claudine, Anne-Marie y Fabienne del Departamento de Documentación), así como a Anne Fournier (Miviludes), Dominique Gaubert, Xavier Laugaudin (Atención a la Infancia), Hayat el Mountacir (Centro Roger Ikor), Jean-Marie Abgrall, Charlotte Nicod, Mathieu Cossu y Patrick Alain (administradores de las páginas http://prevensectes.com ) su valiosa colaboración y los diferentes testimonios que han querido aportar.
Finalmente, gracias de todo corazón a Maryse Vaillant, Bernadette Costa y Mathilde Nobécourt, puesto que han hecho posible que este libro salga a la luz.
Ilustración de la cubierta de Jesús Gracia Sánchez.
Traducción de Montserrat Foz Casals.
Título original: Sectes, gourous, etc.
© Éditions Albin Michel S. A. - París 2003
© Editorial De Vecchi, S. A. 2017
© [2017] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-549-9
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Para Annie
Índice
Prólogo
Los procesos de identificación predominantes en la adolescencia están arraigados tanto o más en los rituales sociales iniciáticos que en la asimilación de las prohibiciones parentales, en particular del imago paterno tan importante para los discípulos de Freud. Si bien la evolución psíquica de bebé a hombre es progresiva, en la adolescencia varios criterios específicos provocan una ruptura en esta evolución longitudinal. El adolescente necesita elementos externos a la familia, que desde su nacimiento ha sido su caparazón protector. Esta aportación externa lo nutre, transformando profundamente su psiquismo. Poco a poco, si la aventura sale bien, aprenderá a matar al padre (y a la madre) antes de construirse a sí mismo, según un proceso que se alimenta de los restos de esta familia. Para que Moloch no devore a sus hijos, es imprescindible que se produzca el asesinato edipiano.
Pero para este gran proyecto parricida, el adolescente necesita forjar sus propias armas. A menudo busca un estandarte bajo el que situarse antes de encontrar los recursos necesarios para seguir su evolución personal. En ocasiones, las sectas representan una bandera a la que seguir y un señor feudal al que respetar.
La adolescencia es un periodo crítico en el que los afectos del sujeto cambian radicalmente. Hoy odia aquello que ayer veneraba. Rechaza la célula familiar que hasta entonces le era imprescindible. Se debate y reivindica su autonomía y al mismo tiempo sufre por la incomprensión de los demás. Rechaza el mundo pasado para adoptar un mundo nuevo que considera mejor por el simple hecho de ser nuevo.
En este contexto, las sectas tienen la tarea fácil porque pueden ahorrarse tener que destruir su entorno habitual, suficientemente minado. Desplazando su libido hacia nuevos objetivos, el adolescente abandona sus antiguos objetos de amor. No le basta odiar aquello que ha adorado, necesita pasar página, encontrar sustitutos parentales. Fascinado por las imágenes que lo alejan del padre y de la madre, se proyecta a través de nuevas imágenes que toma prestadas de su entorno habitual: amigos, padres de amigos, profesores, maestros de todo tipo... y gurús si es necesario. De hecho, cualquier propuesta de novedad que emane de grupos sociales ajenos a la célula familiar lo estimula, sobre todo si procede de grupos atípicos, por tanto fascinantes. Con estos nuevos proyectos escapa de la dependencia familiar y se despide de la contemplación narcisista propia de su edad. A través de un proyecto de vida extrafamiliar y socialmente marginal, escapa a la conformidad del grupo. Elabora un ideal del ego que es avalado por el grupo marginal con el que se identifica.
Los modelos adultos de comportamiento e identificación propuestos a los adolescentes reproducen casi siempre los modelos familiares. En el mejor de los casos los viven como decepcionantes y, en el peor, como alienantes. Las sectas, con su pensamiento y sus conductas diferentes, incluso asociales o antisociales, rompen la monotonía y dan un nuevo color al horizonte melancólico que le propone su familia y que él le reprocha. El futuro inmediato vuelve a ser atractivo. Ve en el lenguaje sectario unas cualidades que no encuentra ni en la célula familiar, ni en los grupos sociales básicos (instituto, equipo deportivo, asociación) y todavía menos en la sociedad en general.
En su busca de una identificación, el adolescente suele verse movido por pulsiones agresivas que responden tanto al desarrollo de su libido como a su conflicto de individualización frente al padre, a la familia y a la sociedad. La secta representa entonces para él un aliado privilegiado en la lucha contra los sistemas dominantes. Cuando el neófito es adulto, debe romper los vínculos con su familia y la sociedad. Si se trata de un niño o un adolescente, es mucho más simple: todavía no tiene vínculo conyugal ni profesional, y los otros vínculos son frágiles. Las sectas no tienen ni que duplicar sus armas de seducción para compensar las fuerzas conservadoras que se ejercen sobre el adulto.
En el nuevo espacio cultural que descubre el adolescente fuera del caparazón familiar y fuera de la obligación social, la secta, para él, es un elemento entre otros. No ve ninguna diferencia fundamental entre un nuevo pensamiento, como el de una secta, una nueva música como el R’n’B, un nuevo tipo de consola de juegos, un nuevo sitio de Internet o una nueva moda en el vestir. La crítica que hagan sus padres será menos válida al extenderse a unos ámbitos tan variados que escapan a la comprensión o a la aprobación del adulto. Su condena de la secta, pues, no tiene más crédito que la de tal o cual actividad «extraña» o de tal o cual música iconoclasta.
Hasta hace poco tiempo, las cuestiones suscitadas por la crisis de identidad de la adolescencia encontraban respuesta, en parte, en los arquetipos transmitidos por la sociedad. Sin embargo, la crisis de identidad de la sociedad actual ha destruido buena parte de estos elementos de identificación. El desarrollo de los medios de comunicación, la descomposición de la conciencia ciudadana, la sucesión de crisis de todo tipo y la difusión de una subcultura de masa siembran permanentemente una duda destructora en los jóvenes, que se expresa, según los casos, mediante una conducta desviada, una huida hacia delante o un cinismo de mal gusto. La alternativa sectaria ofrece una nueva pauta de referencia. Aunque parezca sesgada al analizarla profundamente, para el joven no tiene importancia el hecho de que la coherencia y el rigor brillen por su ausencia en su entorno habitual.
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