SINOPSIS
¿Tienes problemas para que tu hijo adolescente te obedezca? ¿Os comunicáis con mucha dificultad y de malas maneras? ¿Has de discutir con él para que ordene su habitación o para que asuma sus obligaciones en casa? ¿Te preocupa cómo lleva sus estudios o las compañías que frecuenta?
Tener un adolescente en casa no debería ser un camino de obstáculos, sino la ocasión ideal para educar y construir a alguien que, sin llegar a ser un adulto, ya ha dejado de ser un niño. La falta de comprensión y las distintas formas de ver la realidad deberían convertirse en oportunidades de enriquecimiento mutuo, tanto para padres como para hijos.
Sònia Cervantes nos ofrece una mirada comprensiva y objetiva sobre la relación entre padres e hijos adolescentes y nos plantea cómo debemos abordar los problemas más habituales que surgen en la convivencia familiar. La autora da las claves para mejorar la educación de nuestros hijos y nos recuerda que una relación familiar sana y armoniosa debe basarse en la firmeza de criterios, pero también en el cariño y el afecto.
SÒNIA CERVANTES
VIVIR CON UN
ADOLESCENTE
Entenderte con tu hijo es posible
Introducción
Si tienes este libro entre tus manos es muy probable que tengas un adolescente en casa y eso implica que andas buscando soluciones inmediatas para entenderte con él. No esperes cambios rápidos ni soluciones mágicas, no existen. Hay tres ingredientes fundamentales en la receta de la educación: tiempo, paciencia y afecto. O, lo que es lo mismo, dedicación, constancia y cariño, para que el esfuerzo que realices en esta misión dé sus frutos y para que tus hijos e hijas se sientan queridos y comprendidos. Y aun así, tu adolescente y tú volveréis a las andadas, repetiréis errores, y tú verás o creerás ver cómo va de cabeza al precipicio, sintiendo impotencia por no poder evitarlo. No desesperes: son adolescentes y eso es maravilloso. Sí, lo es.
¿Recuerdas tu adolescencia? ¿Esa energía sobrante con la que no sabías qué hacer? ¿Esas ganas de comerte el mundo? ¿Ese convencimiento de que lo sabías ya casi todo y los demás no se enteraban? ¿Esa ansia por dejar tu niñez e incorporarte al deseado mundo adulto que todavía no te abría las puertas? Pues ese es tu hijo o hija en este momento. Un volcán en erupción con un cerebro en construcción: ¡cóctel molotov a la vista! Probablemente no le comprendas y pienses que todavía no sabe nada de esta vida y que le queda mucho camino por recorrer, y puede que sea cierto, como casi seguro es que todo lo haces «por su bien», pero solo te pido una cosa: de vez en cuando, escúchale, por muy absurdos que te parezcan sus argumentos. Hazle saber que le comprendes aunque no estés de acuerdo. Que sienta que tiene tu atención y tu interés, ya que esto es lo que suelen pedir a gritos, nunca mejor dicho, porque justamente ahí es donde fallan en muchas ocasiones: en la manera de manifestar sus pensamientos, emociones y necesidades.
Ante todo ten en cuenta que lo que mejor define a un adolescente se asemeja mucho a esas páginas web que todavía no están acabadas y en las cuales aparece un cartel donde puede leerse: «En construcción». Hay mucho camino hecho, pero todavía quedan muchos aspectos por pulir para que podamos ver el producto final. Son así. Hasta hace poco eran niños, y algunos siguen comportándose como si lo fueran aunque detesten que se les trate como tales; pero todavía no son adultos, aunque insistan en creer que ya lo son, únicamente para lo que les conviene. Eso es lo que tienes en tu casa, una persona en proceso de construcción.
No nacemos maduros, ni capaces de hacer frente a la adversidad. Ni siquiera nacemos con herramientas para hacer frente al sufrimiento. Todo eso se aprende, pero desgraciadamente no nos educan para ello. Y si hemos quedado en que tienes a un ser a medio construir, no puedes exigirle todo lo anterior porque es probable que ni siquiera tú, a día de hoy, puedas afirmar que lo posees. Los adultos también seguimos aprendiendo y creciendo día a día. La única diferencia es que nuestro cerebro, neurobiológicamente hablando, ya ha madurado y contamos con más años de experiencia. Solo eso. Es muy sutil, pero es la clave de todo.
El adolescente se rige por el principio del placer y la filosofía de la recompensa inmediata. De este modo, su mente funciona siguiendo el precepto de «hago lo que me da la gana, lo que me apetece y lo quiero ya», olvidando en la mayoría de los casos las consecuencias de sus actos y la asunción de responsabilidades, que responderían al principio del deber. Quiere disfrutar de la vida al máximo, sin preocuparse por problemas y dificultades, lo cual es, en cierto modo, una filosofía muy atractiva, pero que sin control ni límites también puede resultar altamente peligrosa. No puedes exigirle que actúe como todavía no sabe, pero es tu deber pedirle que asuma ciertas responsabilidades, que se respete y te respete, que entienda que hay normas que debe seguir e informarle sobre los riesgos que existen si actúa haciendo única y exclusivamente lo que quiere, porque no siempre será lo que más le convenga. Es importante que se dé cuenta, cuanto antes, de que las cosas no siempre serán como él o ella quiera. Debe tener herramientas que le permitan aceptar la realidad, aun cuando esta no sea de su agrado.
Este libro busca guiarte y orientarte en el proceso educacional del adolescente. No pretende decir qué tienes que hacer, porque creo que eso lo debes decidir tú, es más bien un cómo. Una de las bases de la educación es aplicar el sentido común, algo que tenemos todos, aunque haya ocasiones en que creamos que lo hemos perdido o no sepamos dónde lo hemos dejado. En eso se basan las siguientes páginas. Siempre he huido del adoctrinamiento, por eso no voy a enseñarte a ser madre o padre, eso ya lo eres. Prefiero ser el faro que te guíe hacia la costa, aunque deberás ser tú el capitán del barco. Y ahora, si te apetece, coge el timón, que zarpamos...
1
A mí no me grites
(Cómo recuperar la autoridad)
Acaba de salir por la puerta y te ha dejado el corazón en un puño. Todavía recuerdas esa criatura cariñosa a la que le cambiabas los pañales y te regalaba una sonrisa sin pedir nada a cambio. A veces crees que fue antes de ayer y en otras ocasiones ves esos días muy lejanos. Ahora, esa criatura se ha convertido en un joven que parece estar a años luz de lo que fue y es posible que ni siquiera se acuerde o no quiera ni hacerlo; pero tú lo haces muy a menudo, siempre con esa sensación amarga que deja la melancolía al recordar tiempos mejores y ver que los actuales son difíciles de llevar. Esa dulzura infantil ha dejado paso a una persona que solo se comunica contigo con gritos, insultos y recriminaciones. Es muy duro, lo sé. Y ¿sabes qué es lo peor de todo? Que le tienes miedo. Tu hijo o hija lo sabe, se aprovecha de ello y ha tomado el control de la situación porque, en parte, tú se lo has permitido. Cada vez que te grita sientes que has perdido el control, que es él quien pone o impone las reglas y que con su actitud tirana siempre se sale con la suya. Te has convencido de ello, y tu dinámica relacional con este joven adolescente que es tu hijo se basa en este precepto: él ordena a gritos, exige y manda. Tú tienes miedo, callas y obedeces. Sí, aunque te parezca paradójico e inadmisible: en tu casa manda él.